Por Federico Gutiérrez Gorga(*)
Esto no es un análisis político del triunfo del Frente Amplio en Lavalleja. Es un ejercicio personal que busca ordenar las emociones que dicho suceso político genera.
Aunque nunca habíamos seguido un escrutinio con tanta obsesión y detenimiento en nuestro departamento, ni habíamos visto a los medios nacionales tan atentos a nuestra definición, ni habíamos atravesado un proceso tan celosamente cuidado —con «guardia blanca», expresión que desconocía hasta hace una semana—, aún persiste cierta incredulidad.
Reconocemos la realidad: ganamos. Pero sigue resultando extraño; no estamos acostumbrados. Aunque lo soñábamos, la mayoría no lo creía posible en el corto o mediano plazo.
Afortunadamente la militancia no es tan lógica ni tan pesimista.
Hemos escuchado y repetido, toda la vida, frases como: «Lavalleja va a ser siempre blanco», «el Frente Amplio tiene un techo», «Lavalleja es un bastión del Partido Nacional». Esas ideas calaron hondo en nuestra psiquis, limitaron nuestra capacidad transformadora y por eso ahora vivimos con mayor sorpresa esta modesta pero valiosa revolución. Pero estas creencias no solo hicieron mella en la población: también guiaron el pensamiento y el accionar de sus impulsores, los dirigentes y gobernantes nacionalistas. Esto no es una hipótesis, el candidato y exintendente Mario García, en esta campaña, colgó el cartel más grotesco y soberbio que haya visto en política. La frase era muy simple y muy reveladora de su posición: «Mario les gana». Bueno, no.
Descansaron sobre la idea de que era imposible perder el gobierno departamental. Hicieron lo que quisieron: repartieron cargos, repartieron dinero, precarizaron trabajadores, empobrecieron al departamento, acomodaron amigos y familiares, y como broche de oro, en el último período ni siquiera fueron políticamente hábiles o actuaron con el mayor de los descaros. Subestimaron a la población, creo que por última vez.
El primer impulso de alegría que esta noticia trae no es, precisamente, la posibilidad de cinco años de buena gestión —que doy por descontada, al conocer el compromiso de los compañeros frenteamplistas y, sobre todo, del futuro intendente Daniel Ximénez, un hombre íntegro y por demás capaz—. La emoción que se impone está vinculada a la justicia. No era justo que los blancos siguieran siendo elegidos. Y el hecho político más importante son los mensajes que esta elección —y estos 95 votos de diferencia— traen consigo: la política departamental cambió para siempre.
Lavalleja no va a ser siempre de los blancos. El Frente Amplio no tiene techo. Lavalleja ya no es un bastión del Partido Nacional.
Esta elección le puso un punto final a la impunidad.
Gracias a los militantes y a las 17.535 personas que le dieron su voto al Frente Amplio, Lavalleja hizo historia.
(*) Federico Gutiérrez es Licenciado en Psicología