Que no se te represe el asombro

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Por Mijail Pastorino(*)

En los últimos días la discusión en torno a Salto Grande ha dado tela para cortar por todos lados.

Es claro que cada quien lo toma del lado que quiere, que más le conviene, o que –simplemente– cree que es.

Justamente, yo prefiero tomarlo por el lado que creo que es. Acá la única discusión de fondo y verdadera, es ese sentimiento peligroso de pensar que estar en política y hacer política te lleva a lugares superiores en la sociedad, eleva el status de poder, y te habilita a hacer cosas que no la podrías hacer estando por fuera del sistema político, como cualquier hijo de vecino.

En el momento que te crees eso, fuiste. No hay retorno. Se llama impunidad.

Es por eso que gran parte de los políticos se codean con el poder económico, los grandes empresarios, las mafias, los narcos, el sistema de justicia, el poder real. Eso sí es una casta. Privilegio de un puñado de seres humanos, mientras las grandes masas del mundo se sumergen cada vez más en la miseria, la rutina diaria, las enfermedades y la angustia de pasar por este mundo sin oportunidades reales de crecer y desarrollarse como persona.

Entonces acá veo la principal contradicción. Unos pocos con el poder real vs las grandes mayorías siempre con el agua al cuello. Hasta la muerte.

¿¡Que tiene que ver esto con Salto Grande!? Bueno, la cuestión terrenal. Yo me inclino por pensar que efectivamente no hubo robo, no hubo mala o buena gestión, no hubo malas intenciones de perjudicar a alguien y tampoco hubo errores. Hubo clientelismo político, el más simple -y, a su vez- el más perfecto, para pagar favores y compromisos de campaña, hubo acomodo de amigos en lugares de privilegio, hubo decisiones a la interna de Salto Grande en beneficio personal de unos pocos, hubo abuso de poder sabiendo que nadie controlaba. Todo eso de manera consciente, sabiendo lo que se hacía y para que se hacía. Fue algo pensado, premeditado, se hizo como se pensó, se creyeron impunes.

Hubo un cambio de status social para algunos y una reafirmación para otros. Esto significa que una vez que llegaron ahí, se sienten con el derecho (por estar donde están) de tomar decisiones desde un lugar de poder. Se sienten con el poder de decidir por sí, y ante sí, a quien le dan apoyo económico y a quien no, a quien le dan trabajo y a quien no, a quien benefician con un cargo y a quien no, a quien le suben el sueldo y a quien no, etc., etc., etc.

Pensando que nadie te va a tocar porque tenés poder, hasta que te das cuenta que siempre hay un status superior.

Esta lógica aplica también para las intendencias, los ministerios, el parlamento, el sistema de justicia, las empresas públicas. Lamentablemente, no es una cuestión de partidos, sino de seres humanos.

El dominio cultural planetaria del capitalismo, eliminó casi por completo los nichos de resguardo cultural, de formas distintas de ver, comprender y vivir la vida.

Es tarea de la izquierda seguir peleando y luchando esa batalla ideológica, desde trincheras donde se puedan expresar libremente -y con claridad- las alternativas posibles. Hasta el cansancio, con honestidad, autocrítica, principios éticos, morales y valores ideológicos palpables.

Por todo lo expuesto es que no me considero un político, si un militante de otras formas de hacer las cosas, que cree en la política como herramienta de cambio, para cambiar todo lo que debe ser cambiado.

(*) Mijail Pastorino es Técnico en Producción Animal, egresado de Escuela Agraria «La Carolina». Miembro de la Dirección Departamental del MPP-Salto y Vice Presidente del FA-Salto

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