La ruta del cerro Batoví a Ayotzinapa

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Por Ricardo Pose

 

Durante la gestión Bonomi al frente del Ministerio del Interior, dos advertencias fueron fustigadas por los actuales dirigentes del oficialismo.

Una era sobre el fenómeno de guerras entre bandas que se disputaban territorios con su secuela de homicidios; hoy rompe los ojos y lo que ayer también era un fenómeno que se empezaba apercibir claramente, solo fue atendido como botín electoral para criticar una gestión.

La segunda advertencia pero relacionada a la primera, era que el narcotráfico internacional vincularía más tarde que temprano a uruguayos que escalarían posiciones en el sub mundo de los cárteles de la droga regional, o como en el caso de Marset, crearían el suyo propio.

Desde México y para el semanario Brecha, la periodista Eliana Gilet, accede a información que se mantuvo en reserva, y que detecta la presencia de un uruguayo de una familia de tradición nacionalista del departamento de Tacuarembó, con la desaparición y seguro asesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

El Grupo Interamericano de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos analizó cerca de 70 mil documentos de Inteligencia Militar que demostraban el vínculo en el negocio del narcotráfico de integrantes del Ejército, La Marina, policías y políticos en el Estado de Guerrero, y el nexo con el uruguayo que en el momento de su detención alardeo con integrar el Cártel Guerreros Unidos.

Una de las modalidades de transporte de la droga, era la utilización de ómnibus del transporte público.

Uno de éstos fue lo que eligieron en una mala hora para moverse los 43 estudiantes.

En Julio del 2014, la Inteligencia militar detecta la maniobra y allana un galpón donde es detenido el uruguayo portando un fusil de asalto que no llegó a utilizar, 26 paquetes de heroína que sumaban un total de 24 kilos, y 30 paquetes conteniendo un total de 280 mil dólares.

El uruguayo por entonces de 32 años, intentó sobornar a los militares ofreciéndoles más de 500 mil dólares, pagando los 280 mil en su poder y el resto a ser entregados por alguien de Guerreros Unidos, aunque luego en la Justicia declaró que se inculpó producto de las torturas recibidas.

La sombra del Batoví

Como dice el humorista argentino Luis Landriscina, nadie elije los parientes cuando nace, y no siempre se puede determinar el camino que seguirán los descendientes.

Gonzalo Martín Souza Neves nació el 8 de junio de 1982 en Montevideo. Su padre en 1998 participó en la Fundación del Tacuarembó Futbol Club, del cual terminó en 2010 siendo uno de sus directivos, bajo la presidencia del ex diputado por el Partido Nacional, Mario Saralegui.

Souza se postuló a Presidente del Club en el 2014 estando Gonzalo ya preso en México y aunque algo se supo en el pueblo, igual perdió las elecciones con el Coronel Retirado Gustavo Mieres, actualmente preso por el homicidio del militante comunista Óscar Fernández Mendieta.

La carrera de Souza sigue hasta el presente en el Club y es militante del Partido Nacional; sus hijos de otro matrimonio hicieron carrera en el nacionalismo y uno de ellos obtuvo un cargo en la Intendencia de Wilson Esquerra. El fútbol fue lo que llego a Gonzalo a México allá por el 2003.

Cuando los padres de los 43 se enteraron de la presencia del uruguayo y lo importante que fue su participación para develar detalles del caso, lograron en el 2016 entrevistarlo en la prisión de Almoloya.

A pesar de que allí y en otros testimonios al GIEI negó pertenecer a Guerreros Unidos, su suegro, un importante empresario, fue alcalde del pueblo de Iguala en Guerrero y hoy se encuentra preso por estar vinculado al Cártel y en la matanza de los 43 estudiantes.

Tecnología

Gonzalo es procesado como jefe de una banda delictiva que se encargaba de una operación especial y era el envío por tierra y transporte público, con destino a Chicago en Estados Unidos.

La droga envuelta en paquetes era introducida en unos tubos que estaban camuflados en la parte de atrás del motor.

Para abrir dichos tubos primero había que encender el motor, luego accionar el desempañador junto a la palanca de velocidad, encender la luz interior del lado derecho y por último pasar un imán con movimientos circulares por el cinturón de seguridad del copiloto.

Ésta tecnología descubierta en el ómnibus del galpón donde fue detenido el uruguayo, se estandarizó en lo que se conoció como las Caletas, a ese tipo de transporte, y de ahí la importancia de la detención del uruguayo.

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