ah! CHE

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@mateamargouy

Carlos Pereira Das Neves

¿Por qué será que el Che
tiene esta peligrosa costumbre
de seguir naciendo?(1)

 

Como una letra, una consonante, que no suena. ¿Muda?, ¿inútil?, ¿de adorno?.

Una letra que contiene las tres letras que más resuenan en nuestro continente, en el mundo.

Una interjección, una comunicación, una forma de llamar a un ser humano. Equivale a “hombre”, en su lingüística pero más que nada en su dialéctica, y fue el apodo mejor -casi que sin querer- puesto.

En el camino

Del yerbatal de Caraguatay, en la provincia de Misiones, a Buenos Aires, pasando por Rosario. El Che nace en el medio, en el medio del viaje. Sus padres transgredieron las normas sociales de su clase y tuvieron que irse lejos a cumplir con las formalidades, en el viaje de regreso el Che nace de apuro.

En otro viaje, un 29 de diciembre (para que nadie pensara en términos de “inocencia”), partía el Fuser en su primer viaje por América Latina. “La Poderosa II” fue su vehículo, real y metafórico. Poderosa fue la realidad de los leprosarios, las minas de trabajo, los pueblos y sus límites, la acción de los Estados Unidos. Poderosa fue la transformación de clase.

A sus 26 años se encontraba en Guatemala cuando Castillo Armas al frente del Ejército de Liberación, junto a la CIA y los marines estadounidenses, tomaban el país y derrocaban a Arbenz, persiguiendo a quienes tuvieran vínculos con el régimen depuesto: “Según confesiones de David Atlee Phillips, entonces jefe de la CIA en Guatemala durante la caída de Arbenz, la agencia de espionaje norteamericana le abrió expediente a ese médico argentino de veinticinco años que había pedido asilo en la embajada de su país”(2)

a la revolución

Sobre fines de noviembre del 56’ partían 81 hombres desde Tuxpan (Estado Jalisco, México) hacia playa de Las Coloradas (Provincia Granma, Cuba), en una desvencijada lancha torpedera llamada “Granma”.

Nuevamente el apuro, esta vez por partir, el viaje fue cantado. Sumado a las dificultades que llevaron a que la travesía durara dos días más de lo previsto, con vientos huracanados de por medio, y que en las costas cubanas no lo estarían esperando 100 hombres del Movimiento 26 de Julio y si las fuerzas de un alertado Fulgencio Batista: 35.000 hombres, centenares de tanques, 10 navíos de guerra, 15 guardacostas y 78 aviones de combate. El propio Che recordaría “más que un desembarco fue un naufragio”.

Un 5 de diciembre, del mismo año, el Che volvía a nacer. Por segunda, tercera o cuarta vez, cuando una emboscada lo llevó a la difícil decisión de tener que elegir entre cargar la mochila con los implementos sanitarios o unas cajas de balas desperdigadas ante el sorpresivo ataque. El Che elegiría las balas.

Y volvería a nacer cada vez que la acción lo llevara a decisiones que nunca fueron fáciles, ni al ocupar puestos de gobierno en un país en ruinas o al tener que dejar la revolución triunfante por ir a pelear revoluciones -hasta en otros continentes- a la larga perdidas.

todos los días

¡Qué importa si en verdad le preguntaron al Che: “Comandante ¿qué puedo hacer por la revolución? soy escritor” y él le respondió: “yo soy médico”!

¿Acaso no está claro que el rol de quien entrega su vida, de una o en años (según las condiciones de la lucha), entrega algo más preciado que su profesión y -por supuesto- sus ideas de por donde iban a venir sus aportes? ¿Acaso no está claro de que entregar la vida también es (repito, según las condiciones de la lucha) entregar el tiempo del que disponemos para hacer algo, lo que sea, por cambiar la realidad dada?

Hoy se juntan firmas, se juntan donaciones, se juntan personas para poder dar una mano en forma de plato de comida o en forma de organización popular. Y en cada aventura, colectiva, difícil, transformadora…ahí está el Che naciendo y naciendo.

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