Opiniones que despierta la reciente semana del libro

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Por Lauro Meléndez(*)

Al cierre de lo que podemos denominar una tradición, a partir del día del libro transformado en la semana del libro y las iniciativas de los “nuevos modelos” de librería abriendo en la tardecita para nuclear gente ente actividades y lecturas, nos proponemos -en esta instancia- pensar en las niñas y niños que aún no saben leer o que recién empiezan, y la importancia que tienen los cuentos en las infancias.

Recordemos las palabras del “Suizo” en su libro el contador de cuentos, para medir la importancia que, en situaciones difíciles, los cuentos pueden llegar a tener: «De alguna manera estaba repitiendo, con tres mil años de tardanza, el milagro de los Aedas, que con la sola fuerza de su imaginería y encantamiento sometía por una velada a tribus que parecían destinadas a gozar únicamente en la práctica brutal de la mesa, el lecho, la pelea y la sangre» (José Luis Baumgartner)

Uno de los problemas que mayormente inquieta a los adultos es la poca disposición de niñas y niños a leer. A veces no nos damos cuenta de ello sino hasta que el problema es tan evidente que parece insoluble. Y, justamente, la situación se transforma en problema porque desperdiciamos la oportunidad de ejercitar su antecesor. La falta de gusto por la lectura en una persona puede ser una consecuencia de que durante su infancia no haya contado con esas lecturas.

La lectura de un cuento es uno de los principales forjadores de la fantasía y de la creatividad de niñas y niños. En la lectura, los adultos dejamos aflorar la sensibilidad infantil que aún llevamos dentro, pero sobre todo si el cuento es improvisado como alternativa, con personajes de gran significación para el ambiente que rodea al contador y a su auditorio.

El cuento leído posee la incorporación de un tercero en la relación, el contador toma distancia de los personajes, los objetiviza y permite una relación de actuación entre el auditorio y él. Los personajes son vividos de forma muy distinta que en el cuento imaginado.

Debemos caer en la cuenta de que las grandes autoras y autores, tanto como los buenos lectores y lectoras, primero han sido -y siempre serán- escuchas de quienes cuenten cuentos.

Pero los cuentos son también, identidad cultural y espacio intergeneracional

La capacidad de contar que tiene la humanidad, es uno de los pilares de la civilización; la transmisión oral de costumbres, mitos y leyendas mantienen viva la identidad cultural de una etnia o región determinada.

La tradición tiene una capacidad extraordinaria como factor de unión generacional. El espacio creado por la transmisión oral de costumbres no «tiene tiempo», supera los acotamientos humanos para implantarse en la conciencia colectiva de una nación. Al decir de Cristóbal Acatú, chamán del pueblo guaraní de San Borja del Yí: «Es falso que algo haya sido, nada fue, todo es y perdura» (personaje del libro La Capataza de E. Lorier).

Los cuentos pueden ser clásicos o folclóricos, leídos, escuchados o representados, sin descartar la creación colectiva, ese vínculo permite la superación personal y el desarrollo de un pensamiento imaginativo, creativo, y a su vez crítico.

Pero esa relación, desde el mundo adulto al mundo de niñas y niños no se da de cualquier manera. Las diferentes percepciones que de la realidad tienen el adulto, niños, niñas y adolescentes, pauta la dificultad de comunicación que se puede generar, en particular porque en la infancia se sienten las cosas, mientras que en la adultez se razonan. El adulto debe intentar ver el mundo con «sus ojos infantiles» para lograr un real acercamiento a esta etapa tan importante de la vida que es la infancia.

Debemos dejar de lado la costumbre de pensar que la verdad siempre está en la forma adulta de ver los sucesos del mundo, porque allí se pauta una relación vertical que solo provoca rebeldía o sumisión en quien la sufre. En mi experiencia, encuentro más inteligente y creativa una postura de rebeldía.

Para terminar, se puede afirmar que el mejor grado de interacción social está pautado por el grado de actividades regocijantes que realiza el ser humano y una de ellas es la escucha y la lectura de cuentos, a través del desarrollo de la imaginación se conforman conductas que acrecientan el acervo cultural de cada persona y de la comunidad o región en donde se desarrollen sus vidas.

Bueno esas cosas salen a partir de la conmemoración de un acontecimiento que a veces nos pasa desapercibido, pero tengamos en cuenta que quien transita la infancia sintiendo el placer de escuchar y leer tendrá en su vida adulta un fácil acceso al placer de vivir.

(*) Lauro Meléndez Cadiac es escritor y activista social e integrante de ADENCH (Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa), ex Vice Ministro de Desarrollo Social, ex Director de Salud en Cárceles (SAI-PPL-ASSE), Senador (s) (MPP – Frente Amplio)

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