La lucha contra la corrupción: el nuevo fantasma

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Iván Gonzalez |

En febrero de 2017 se anunció la realización en Brasilia de una reunión cumbre de Fiscales latinoamericanos para armar un expediente transnacional sobre la corrupción. La nota reseñada por TELESUR señalaba que bajo los auspicios del Procurador General de Brasil, Rodrigo Janiot, “los funcionarios buscarán avanzar en materia de cooperación judicial con el objetivo de armar un expediente transnacional sobre el caso Odebrecht”.

El caso de corrupción de esta gran “empreitera” de Brasil, presente en prácticamente todos los países de América y en gran parte de África y Asia, se ha convertido en el asunto más mediático y de opinión pública los últimos meses en toda la región. Sin embargo, detrás de toda esta onda de “indignación” ciudadana y reacción de una parte de los aparatos de justicia, se está ocultando una estrategia que pretende convertir a la corrupción en el nuevo mecanismo para atacar los procesos de cambio en la región, judicializar la política y sobre todo desmontar algunas de las conquistas alcanzadas en varios países en las últimas décadas.

A finales de agosto los grandes medios a nivel internacional reseñaban que la señora Luisa Ortega Díaz, ex Fiscal General de la República Bolivariana de Venezuela destituida y sometida a varios procesos de investigación por incumplimiento de sus funciones y contribuir al clima de desestabilización interno, llegaba a Brasil y era recibida por el canciller del gobierno ilegítimo, Aloisio Nunes Ferreira y presentada como la gran estrella de una reunión de Fiscales de Mercosur.

La noticia en realidad era que la señora Ortega Díaz anunció que tenía «pruebas contundentes» de la corrupción en que estarían incursos las principales figuras políticas del poder en Venezuela, comenzando por el presidente Maduro, seguido por el constituyente Diosdado Cabello y el Alcalde de Caracas Jorge Rodríguez, así como otros altos representantes del chavismo, que estarían vinculados al caso de la Odebrecht. Hasta la presente fecha las pocas “pruebas” presentadas por la ex fiscal han sido descalificadas por la propia prensa internacional que la elevó al estatus de nueva estrella del antichavismo internacional.

La señora Ortega Díaz era una de las fiscales que acudieron a la reunión de febrero y muy probablemente desde mucho antes de eso ya era una «ficha» dentro del rompecabezas armado para el espantajo de la corrupción por parte de la derecha para atacar a sus enemigos políticos.

Desde hace poco más de dos años, la agenda política y mediática ha girado en torno al «combate a la corrupción» y al papel de las instituciones de «justicia» en la tarea de desmontaje de todo lo que está «contaminado». La misión ahora es hacerle el servicio a una agenda que solo buscará a «unos culpables» (en este caso Odebrecht y quienes se asociaron a ella en el último período) pero no lo harán hacia el conjunto del capital, ni a todas las empresas, sobre todo a las que representan la influencia de grandes empresas del Norte desarrollado (EE.UU., UE, etc.). Especialmente no lo harán hacia los sectores políticos de derecha, los falsos moralistas, los que siempre, en democracia y en dictadura, se han beneficiado de la asociación ilícita al capital.

No, el castigo, la condena, el escracho, la «indignación» será hacia los gobiernos, partidos y sectores progresistas que se «aprovecharon» de la corrupción para hacer su política. No importa si sacaron a millones de la pobreza, si generaron empleos, si construyeron infraestructuras, si lograron, mínimamente, generar un efecto de complementariedad económica hacia adentro. Nada de eso importa porque, según el discurso que se está imponiendo, todo fue hecho con la «corrupción». Lo que vendrá después, y ya llegó en los casos de Argentina y Brasil, es que la vieja casta política, corrupta y vil, enemiga de sus pueblos, retornará al poder, seguirá y multiplicará sus prácticas de corrupción, retirará lo poco que el pueblo recibió, volverá la miseria y la pobreza, y nadie, especialmente la gran prensa, y la «indignada» clase media, dirá nada.

Es impresionante como fuera de Brasil se está imponiendo la tesis de que lo que pasó en ese país es un «ejemplo a seguir» para acabar con la corrupción. La «indignación» por el caso Odebrecht está poniendo a la izquierda a la defensiva en todo el continente, porque supuestamente el PT y toda la izquierda que tuvo o tiene responsabilidades de gobierno está con las «manos sucias» y que prácticamente la Odebrecht ha sido la financista de la «revolución latinoamericana». Sin embargo, lo que sabemos desde dentro de Brasil y desde fuera, es que la historia no es exactamente esa.

El «modelo de negocios» de la Odebrecht, así como de la mayoría de las grandes empresas de Brasil y de todo el mundo, se basa en la utilización de métodos y sistemas de compra de voluntades en los gobiernos de todos los países. Utilizando formas encubiertas o no para facilitar sus negocios, las empresas han creado sistemas sofisticados que les permiten obtener ventajas para sus emprendimientos. No es un asunto ideológico «de la izquierda», no es de ahora, no es latinoamericano, es intrínseco a la lógica del capital, es universal y siempre ha sido así. Odebrecht inició su historia de gran empresa brasileña de manos de la dictadura que asoló al país entre 1964 y 1988. Nada de santa tiene en su origen, igual que la mayoría de las otras multinacionales brasileñas.

Hay que condenar y denunciar toda la corrupción, venga de donde venga y a quien beneficie. No se puede transigir por lo que representa en costos de atraso y pérdida de oportunidades para la mayoría de la población que se ve privada de recursos para resolver sus necesidades esenciales. Ningún proyecto político que se pretenda alternativo se puede soportar sobre la lógica de la actividad ilícita, por lo tanto no se puede ser condescendiente con eso.

Ahora lo que no se debe es ser tan ingenuos en creer que lo que está en cuestión es el asunto de la corrupción y que se trata ahora de ser más papistas que el Papa y ser más puros que la Madre Teresa de Calcuta. En general la izquierda se ha traído para sí una visión moralista del asunto y rápidamente se auto inculpa, dejando que se imponga la matriz de opinión que la condena por anticipado. La izquierda partidaria, especialmente la que ha tenido funciones de gobierno, debe ser realmente autocrítica y reconocer lo que deba reconocer y demostrar que efectivamente está tomando medidas para extirpar esas prácticas. Pero no puede creerse responsable de una práctica que funciona como una anomalía (?) de los sistemas democráticos dentro del modelo capitalista, no solo de la región, sino de todo el mundo. «Suicidarse» por razones moralistas, será peor que ser desplazada por perder elecciones o por un golpe de estado.

La manipulación y la dictadura mediática que impera en toda la región, normalmente asociada a los mismos intereses corruptores, vienen imponiendo la idea de la izquierda corrupta y está aprovechando a Odebrecht como Chivo Expiatorio. Se trata de una pugna intracapital y una vendetta para destruir a una de las más grandes empresas de infraestructura del mundo, que avanzó en la región de la mano de varios de los gobiernos progresistas del sur, pero no solo de ellos, sino veamos los efectos en Colombia y Perú, sin mencionar países como El Salvador, República Dominicana y Costa Rica. Pero es claro que los intereses de las multinacionales por desplazar a Odebrecht de las grandes obras de infraestructura vinculadas a la actividad petrolera, puertos, aeropuertos y sistemas de transporte ferroviario (metro, ferrocarril, etc.) hace parte de esta estrategia. Los «herederos» del desmembramiento de los negocios de la Odebrecht serán especialmente las multinacionales de los EE.UU., y Europa.

Para cerrar este círculo es necesario también someter a los gobiernos que se beneficiaron de los negocios con la multinacional brasileña. Sea para facilitar los nuevos arreglos con las cúpulas corruptas en Brasil y Argentina, o sea para eliminar el obstáculo de gobiernos incómodos al capital, como los de Bolivia, Ecuador y Venezuela. Todo vale en la recomposición del poder del capital para la nueva coyuntura económica global.

El juez Sergio Moro, de la circunscripción judicial de Curitiba, al sur de Brasil, juez instructor del caso, el Procurador General Rodrigo Janot y el Fiscal Deltan Dalagnol, que lideran la operación “Lava Jato”, así como el resto de los “justicieros”, idolatrados por la prensa golpista y la clase media reaccionaria brasileña, ahora también serán héroes en el resto del continente. Héroes con una visión mesiánica sobre su tarea «divina» de salvación de Brasil de la inmoralidad de los políticos corruptos. Ya comienzan a aparecer «héroes justicieros» en Perú y República Dominicana, convictos de su tarea suprema para salvar a sus países del «flagelo de la corrupción» y van a Brasil para aprender de esa obra maravillosa que es la «Operación Lava Jato». Un detalle importante de la actuación de estos justicieros brasileños es que para llegar al punto donde están han contado con todo el apoyo y colaboración de la fiscalía de los Estados Unidos y han sido los órganos judiciales y de inteligencia del imperio los que primero han recibido las informaciones que inculpan a los políticos brasileños, así como otras informaciones sensibles, lo que se constituye en un crimen de lessa patria según la legislación del país y lo que demuestra su condición de subordinación neocolonial. Pero eso no importa para aquellos que quieren destruir como sea a los gobiernos del PT y la imagen de toda la izquierda.

Lo que pocos saben fuera de Brasil es que estos súper jueces y fiscales han sido especialmente rigurosos con los políticos y empresarios vinculados al PT. Han deshecho la constitución y leyes brasileñas, para probar que Lula y varios dirigentes del PT son responsables del “mayor caso de corrupción” de la historia de Brasil. Sin embargo estos jueces y fiscales hasta ahora no han podido probar nada real contra Lula. Lo que si crearon fueron las condiciones para que se diera un Golpe Parlamentario contra una presidenta legítima, probadamente inocente de los cargos por los que fue procesada y retirada del poder, con la justificación que amparaba la corrupción.

Han destruido la moral de un país que ocupaba el sexto lugar como economía del mundo y entregado sus ricos yacimientos petrolero, así como otros sectores estratégicos a intereses transnacionales. Un país que fue ejemplo mundial por haber salido del mapa del hambre, erradicando varias enfermedades crónicas y haber sacado a 40 millones de personas de la pobreza. Para finales de 2017 el Banco Mundial ya estima que Brasil tendrá entre 2,5 y 3,6 millones de nuevos pobres, sumando a las estimaciones de la OIT que pronostica entre 1,5 y 2 millones de nuevos desempleados en 2017, sumando en total 14 millones en los últimos 3 años; luego de haber logrado crear en 12 años de gobiernos petistas 20 millones de empleos. Están sin medirse los efectos que tendrá la decisión de haber congelado por 20 años la inversión social, a través de la reforma a la Constitución de 1988. Un caso único en el mundo de una medida draconiana de ajuste fiscal, que castigará especialmente a los pobres.

Sobre la «indignación» de la sociedad por la corrupción, los mismos medios que día a día atacan a Lula y al PT, han ocultado de manera sistemática los escándalos que involucran al gobierno ilegítimo, denunciados por los ejecutivos de la Odebrecht y otras empresas procesadas por la Lava Jato. Desde Michel Temer, pasando por los «cancilleres» José Serra y Aloisio Nunes Ferreira (el mismo que recibió a la “valiente” ex Fiscal Ortega Díaz), varios ministros, diputados y senadores, han sido sujetos de denuncias en donde se indican cifras concretas, lugares, días y testigos de los millones de dólares entregados para facilitar los negocios de las empresas con el Estado en sus diferentes niveles. El senador Aécio Neves, presidente licenciado del PSDB, y uno de los más fuertes aliados políticos del golpe contra Dilma Rousseff, ha sido denunciado con pruebas materiales (grabaciones, registros bancarios, dinero en efectivo, testimonios, etc.) sobre el caso Odebrecht y otros esquemas de corrupción y nada ha sucedido dentro de la justicia, ninguna diligencia judicial de importancia contra Neves ha sido ordenada por el juez Sergio Moro, ninguna medida ha sido adoptada por el Fiscal Janot.

Tampoco hay cacerolazos o marchas de ciudadanos de clase media vistiendo la camisa «verde amarela» de la selección pidiendo la renuncia o la cárcel para estos políticos. No hay ninguna muestra de indignación del “país decente” ni siquiera frente al hallazgo escandaloso de cajas y maletas de dinero en casa de Geddel Viera Lima, ex ministro y hombre del circulo de poder de Michel Temer, con 51 millones de reales (16 millones de dólares aproximadamente) a principios de septiembre. ¿Era la corrupción lo que les preocupaba? ¿Les importa la transparencia de la administración pública? Se produjo una moralización en la política?

Cuando los sistemas judiciales del continente se unen para “combatir” la corrupción y se toma como referencia los resultados de la “Operación Lava Jato” todas las alertas deben ser encendidas. La colaboración se hará para perseguir solo “una” corrupción, los castigados serán solo “unos” culpables y los beneficiados serán los de siempre. La inspiración para la “Lava Jato” es la Operación Manos Limpias (Mano Puliti) de Italia y sus resultados fueron la desmoralización de todo el sistema político de ese país y especialmente el triunfo de la anti política, el desmantelamiento de todo lo acumulado del estado de bienestar de la posguerra y la imposición radical del neoliberalismo. Sobre todo trajo como resultado el reinado del más político de los anti políticos, Silvio Berlusconi, empresario que se benefició y continúa beneficiándose de la corrupción, que dejó como herencia la derechización y el neofascismo en la política italiana y que hoy son un signo característico de toda Europa.

La lucha contra la corrupción es el nuevo fantasma que oculta la esencia de lo que está detrás. Es el nuevo ropaje para justificar golpes e intervenciones y desestabilizar a los gobiernos incómodos a los poderes fácticos. No comprender críticamente lo que está en juego, es hacerle un flaco servicio a los enemigos de los pueblos.

Iván González es venezolano, Profesor de Historia.

 

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