Con Katiuska Blanco
Por Julieta García Ríos (*)
La protagonista de la segunda parte de la serie Cubanas en Revolución es Katiuska Blanco Castiñeira (La Habana, 1964). Su nombre está asociado al de Fidel Castro. Él la eligió para contar la historia de su vida, y la de las gestas revolucionarias que lideró. Tras la lectura de su primer libro «Después de lo increíble» (1994), el Comandante quiso conocer a la joven que con sus letras lo transportaba a sus días en México, a los preparativos y travesía del yate Granma en busca de la liberación definitiva de la Patria. El encuentro reveló la sencillez, la ética de la entonces reportera del diario Granma, su instinto de investigación y capacidad para ir a los detalles. A disposición de ella estarían luego los archivos de la Oficina de Asuntos Históricos, y casi dos décadas de confesiones devueltas en las páginas hermosas y cuidadas de: «Todo el tiempo de los cedros, paisaje familiar de Fidel Castro». (2003), «Ángel, la raíz gallega de Fidel». (2008), «Guerrillero del tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana» (2010), publicados todos por la Casa Editora Abril. Ese mismo año 2010, el propio Fidel presentaría los volúmenes «La victoria estratégica» y «La contraofensiva estratégica», de los cuales fue su editora principal. Con el sello Ediciones Alejandro se imprimió en 2024 su más reciente libro: «Fidel».
Katiuska prefiere pasar inadvertida en los ambientes sociales. No hay pose de altanería ni presunción en ella. Con placer abrió las puertas de su hogar para que desde Mate Amargo viajemos por varias décadas de Revolución Cubana. Les adelanto que hablaremos del internacionalismo que caracteriza al pueblo cubano, pues en 1987, a diez días de graduarse de periodista se fue para Angola como corresponsal de guerra. También hablamos del Período Especial y las huellas que dejó en ella y por supuesto de Fidel.
En voz baja, casi como un susurro, y con perfecta dicción llegan los pasajes de su vida…
Julieta García Ríos (JGR)- ¿Cuáles son tus recuerdos familiares?
Katiuska Blanco (KB)– Éramos una familia humilde. Mi mamá nació en Cascajal. En el año 1958 mi abuelo se mudó con la familia a La Habana. Estaba a punto de volver al pueblo porque sobrellevar la vida en la capital era muy difícil. Pero el triunfo de la Revolución determinó que permaneciera en La Habana. Mi abuelo estuvo entre las personas, que cuando se nacionaliza la compañía de teléfono, retiró el cartel de la compañía norteamericana en talleres de la periferia de la ciudad. Mi mamá tenía 15 o 16 años de edad cuando triunfó la Revolución, el 1ro de enero de 1959. Al año siguiente se va a las montañas a enseñar a leer y escribir al campesinado de la Sierra Maestra, donde había tenido lugar la lucha insurreccional. Mi papá era un joven militar, de aquellos que siendo prácticamente unos niños participaron en la lucha clandestina. Mi abuelita era ama de casa. Pero ya se iba aceptando que las mujeres salieran a trabajar y tuvieran un rol determinante dentro de la sociedad, al punto de que mi abuelo autorizó que mi mamá fuera para una zona abrupta a alfabetizar. Él siempre decía que había enviado para la Sierra una niña y había regresado una mujer. Ella se forjó subiendo lomas, aprendiendo de la gente de campo, pasando sus vicisitudes. Regresó con un grupo de historias maravillosas.
JGR- Para tu mamá, y las mujeres de su generación, la Revolución naciente le abrió un mundo de oportunidades.
KB- Claro, mi mamá en los primeros tiempos empezó a trabajar. Después tuvo tres hijas y estuvo un período corto sin trabajar dedicado a esa primera maternidad y al cuidado de mi abuela cuando enfermó. Pero luego se reincorporó al trabajo. Comenzó a superarse con las amplias oportunidades que daba la Revolución. Terminó trabajando en la Academia de Ciencias de Cuba. En una época llevó en Cuba todas las estadísticas de los avances científicos que el país debía registrar para el programa del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) en la etapa en que existía la Unión Soviética y los países del campo socialista.
JGR- ¿Cómo era la Cuba de tus años de infancia?
KB- Existía una relación muy bonita entre los niños. Se promovía la solidaridad. Ser hijo de obrero era lo que más honor daba. Había mucho activismo social. Lo vivíamos porque éramos hijos de personas integradas a la Revolución. Por ejemplo, mi mamá iba mucho a los trabajos voluntarios que se llamaban “Domingo Rojo”. Nos levantábamos de madrugada, para irnos al campo en camiones.
También recuerdo que cuando iban a llegar grandes figuras históricas o políticas se hacían unas movilizaciones a lo largo de la Avenida Boyeros para recibir a los visitantes. Tengo registrado en la memoria la imagen de Fidel y de Salvador Allende, presidente chileno, en el jeep viniendo por la avenida y todo el mundo diciendo: «Ahí vienen, ahí vienen». Fueron años de agresiones constantes a nuestro país y el pueblo, se movilizaba a la Plaza o hacia otros lugares para denunciar al imperialismo. Recuerdo las campañas que se hicieron en Cuba por Vietnam o a favor de la liberación de Angela Davis, las paredes de la ciudad estaban llenas de mensajes en su apoyo.
JGR- Recién graduada eres enviada como corresponsal a Angola. ¿Cómo se vive la guerra?
KB- En peligro constante. A veces había hostigamiento, embocadas y siempre estaba presente una guerra silenciosa que le llamaban la guerra de las minas. En los trayectos en terraplenes como norma seguías las marcas recientes de las ruedas de los autos que habían pasado para evitar en lo posible la explosión de las minas que tanto nos dañó. Nunca estabas segura. Los aviones aterrizaban y despegaban en espiral porque había solo un área muy estrecha, circular, de protección de aeródromos. Si se salía un poquito, podía ser blanco del enemigo. En los helicópteros volábamos por encima de las copas de los árboles para evitar ser derribados. Esto es parte de un escenario complejo, al que se le suman las dificultades propias de las mujeres para algo tan cotidiano como ir al baño.
En medio de tanta hostilidad estaba el respeto y camaradería de los compañeros.
Con las vivencias que tuve en Angola aprendí, en solo un año, lo que en condiciones habituales me hubiera tardado diez. Palpé, sobre todo, la capacidad de las personas de crecerse ante las dificultades. La experiencia internacionalista nos sirvió para enfrentar luego el Período Especial. Fueron enseñanzas de tiempos adversos que después vi trasladadas aquí; como la de hacer un horno con un tanque de 55 galones para fabricar el pan o reciclar las latas para confeccionar juguetes como los que vi hacer a los cubanos para los niños de angolanos.
JGR- ¿Cómo recuerdas el Período Especial? ¿Cuál fue tu experiencia?
KB- Fue una etapa muy difícil. La mayoría de los cubanos bajamos de peso, hubo una epidemia de neuritis que se expresó en la neuritis ósea y óptica. Fidel movilizó a los grandes científicos del mundo para analizar lo que nos estaba pasando. Se tomaron decisiones como la distribución de tabletas de Polivit para que las personas pudieran tener una compensación de vitaminas porque de manera muy abrupta hubo un déficit alimentario en la población como consecuencia de la combinación terrible de un doble bloqueo: el bloqueo genocida de Estados Unidos contra Cuba, que arreció, y el efecto que para el país tuvo la desaparición del 80 porciento de nuestras importaciones con la Unión Soviética y los países de campo socialista. Ese efecto combinado dio lugar a una situación muy peculiar. La gente bajó mucho de peso, también yo. Quienes tomaron la bicicleta como medio de transporte adelgazaron aún más.
«En lo personal, en esa etapa perdí un embarazo de seis meses, después de cuatro años de haberlo intentado. Fue una cosa terrible. Era un embarazo muy deseado. Cuando regresé de Angola tuve problemas para salir embarazada por las secuelas que me dejó el paludismo. Tuve que someterme a tratamiento para lograrlo. Los médicos me explicaron que estaba muy baja de peso, los problemas con la nutrición me afectaron y también la manera en que ocurrió pues tuve un sangramiento, debieron trasladarme con urgencia al hospital y hubo demoras con la transportación. Para mí fue muy doloroso porque había anhelado mucho ese embarazo. Después pasaron seis años para que yo pudiera volver a salir embarazada.
JGR- ¿Cómo fue conocer a Fidel?
KB- Una oportunidad maravillosa que estoy consciente habría sido solo posible en Revolución. Haber escuchado su voz de cerca, haber aprendido, haber trabajado, participando de sus ideas de una manera próxima, es un privilegio extraordinario y un honor que merecen muchos compañeros y que yo tuve la oportunidad de tener.
JGR- Él te eligió cuando leyó tus trabajos.
KB- Sí, a veces pienso que fue la manera de contar la historia, porque yo no quería solo narrar con argumentos, quería también que las personas sintieran la historia. Siempre he pensado que para defender algo, primero hay que conocerlo y sentirlo. Yo buscaba la manera, literariamente de que fuera posible que las personas cuando empezaran a leer, estuvieran razonando, viviendo y sintiendo, creo que es la mejor manera de contar la historia de una causa justa. También pudo haber influido que a raíz de mi primer libro «Después de lo increíble» me reprochó el no haber contado la historia de amor entre una colaboradora mexicana y un combatiente del movimiento 26 de Julio, quienes se enamoraron durante los preparativos de la expedición del Yate Granma. Entonces tuve la oportunidad de explicarle que lo omití por respeto a la voluntad de esa compañera, quien me pidió expresamente que no hiciera la historia del romance, porque se podía pensar, que estaba participando de la causa cubana por el enamoramiento. Ese respeto que yo sentía por la intimidad de los entrevistados pienso que quizás pudo haber ayudado a que él se sintiera cómodo conmigo para contar alguna historia».
Desde Mate Amargo cerramos esta segunda entrega de “Cubanas en Revolución” con la invitación a acercarse a la obra de Katiuska Blanco y a la dimensión humana y política de Fidel. En el mes de julio nos volveremos a encontrar.
(*) Julieta García Ríos, Periodista Cubana, actualmente trabaja en el Museo de la Música de La Habana y en el semanario Pionero, ha colaborado con diferentes medios de su país y de la Patria Grande, como Mujeres al Sur. Es miembro de la UPEC.