Por Yldefonso Finol(*)
La palabra “Artigas” nos llegó primero a los latinoamericanos por los dos sentidos más receptivos, por estar menos invadidos del sistema dominante del mercado: el oído y la piel.
Escuchamos “Artigas” en la voz profunda, potente y dolida de Alfredo Zitarroza, y también en el verso concluyente de Los Olimareños, ahora si unida a la gesta de Simón Bolívar; es decir, Artigas sonaba a Patria y a Historia, dos componentes del alma colectiva de Nuestra Americanidad mestiza oprimida e irredenta.
Dos almas, dos armas -una casusa- distanciadas por el espacio-tiempo, que no convergieron en persona debido a la inmensidad del continente en el que luchaban porque dejara de ser conocido sólo como el “Nuevo Mundo”, y pasara a convertirse en un Mundo Nuevo, y donde acaso se rozaron por unas pocas referencias epistolares en los cruciales años de 1819-1820.
Ya hemos recordado en nuestro breve ensayo “El Bolivarianismo en Uruguay: una aproximación sentipensante” (Diciembre, 2023), que el 20 de julio de 1819 el Héroe José Artigas escribió al Libertador Simón Bolívar: “Sr. General Don Simón Bolívar, Presidente de la República, unidos íntimamente por vínculos de naturaleza y de intereses recíprocos, luchamos contra tiranos que intentan profanar nuestros más sagrados derechos.”
El caudillo rioplatense oriental -como dice Trías- “reclama protección para sus (corsarios) atrevidos barcos”: “que el pabellón sea respetado como el signo de la grandeza Oriental por su libertad patria. Por ella se ha enarbolado y no dudo que Vuestra Excelencia afianzará esta gloria en la protección deseada…No puedo ser más expresivo en mis deseos que ofertando a Vuestra Excelencia la mayor cordialidad, por la mayor armonía, en la unión más estrecha…Firmarla, es obra del sostén por intereses recíprocos”. El Protector de los Pueblos Libres al desaparecer de la escena rioplatense, “dejó huérfanas a las masas federales, sin guía, desnortadas. El derrotismo, el caos, las mezquinas rivalidades, la desesperanza, cundieron en las provincias. La Banda Oriental fue víctima de la voracidad luso-brasileña.”
Recientemente, releyendo los archivos del Libertador, me he topado con unas pocas comunicaciones que mencionan al Caudillo de los Orientales; no puedo ocultar mi emoción puesto que la “soledad” de la supuesta carta de Artigas había creado la sensación que ésta no tuvo respuesta, aunque sí sabíamos que el Gobierno de Venezuela le había dado permiso a los corsarios al servicio de la causa artiguista que navegaban la boca del Orinoco con sus pendones llevando pertrechos para la guerra desigual que sostenía el bravo contingente dirigido por José Artigas. Pero estas cartas recién halladas, nos convencen de algo de mayor alcance: es que el tema formaba parte de las gestiones de la naciente Armada Republicana creada por Simón Bolívar y dirigida entonces por su amigo el curazoleño-venezolano Almirante Luís Brión.
En una de esas misivas Bolívar escribe al Almirante Luís Brión, jefe de la naciente Armada de la República de Venezuela: “me obligan a prevenir a V.E. que comunique las más estrechas órdenes a todos nuestros buques de guerra y corsarios, para que no molesten ni detengan a ningún buque que lleva bandera de nación neutral o amiga, y mucho menos a los corsarios de los gobiernos que combaten por la independencia de América.”
Mientras, la oligarquía bonaerense desataba toda una diatriba contra Bolívar, a la vez que denigraban de la condición de “los artiguistas”, calificándolos de algo menos que unos cuatreros; citamos alguna de las respuestas redactadas por los defensores de Bolívar: “en el número 23, pretende el irritado Centinela, que la conducta del Libertador de Colombia, oponiéndose a la desmembración de Guayaquil, es semejante a la de los lusitanos apropiándose la Banda Oriental. Nosotros no sólo no hallamos tal analogía, sino que creemos que, si en Buenos Aires hubiera un Bolívar a la cabeza del gobierno, ya la Banda Oriental estaría reunida a la primera nación de la ex América española si seguía los mismos principios que en Guayaquil. Entonces los Artiguistas… estarían libres de un yugo extranjero, como lo deseamos, por ser miembros de la gran familia americana.
Fijémonos que la comparación con Guayaquil trata de forzar las diferencias que presuntamente tuvieron sobre ese tema Bolívar y San Martín, pero que la historia se ha encargado de aclarar suficientemente, sobre todo, por los hechos incontrastables, de que Guayaquil se emancipó con ayuda bolivariana desde sus inicios a través de los venezolanos Luis Urdaneta (primo hermano del más leal bolivariano General en Jefe Rafael Urdaneta, que había fracturado en Lima la unidad del famoso Batallón Numancia y pasado al campo independentista), y que la jurisprudencia y la geografía política de la época la colocaban como parte indivisible de la original República de Colombia creada por Ley Especial del 17 de diciembre de 1819 en Angostura del Orinoco. El símil de los autores se explica por sí solo: que con el apoyo directo de Bolívar, José Artigas y los otros jefes revolucionarios rioplatenses hubiesen logrado sus objetivos sin ninguna duda, y sin las intrigas de oficinistas que cundían como bichitos molestos en Buenos Aires.
Para terminar por hoy, esta referencia de octubre de 1820 donde el secretario del Libertador recibe noticias desde Chile y La Plata que informan de la derrota sufrida por Artigas, a quien reconocen como el único sostenedor de la libertad en la Banda Oriental del Río de la Plata: “Por la última correspondencia de Chile ha sido instruido Su Excelencia por una carta particular de las agitaciones que había sufrido la República de La Plata en la última revolución que las Provincias hicieron contra el Gobierno, en que se asegura que Artigas mismo fue destruido y toda la Banda Oriental ocupada por los portugueses. Es muy posible que en consecuencia el Gobierno del Brasil quisiese adelantar sus posesiones o conservar la Banda Oriental, declarando la guerra a la República de La Plata, puesto que antes no la tenía sino Artigas.” (Reporte de Pedro Briceño Méndez en octubre 30 de 1820)
Me detengo en este pasaje, por ahora, más por limitaciones físicas (he sido operado de la retina el día de ayer), pero seguimos este diálogo que hurga entre las oscuridades del tiempo en busca de las verdades luminosas que nos unen como pueblos hermanos y animan las luchas comunes de la actualidad.
El amor de Artigas y Bolívar no es una especulación romántica del pasado, es una semilla que deberá germinar en huertos presentes por buenos frutos del porvenir.
(*) Ydelfonso Finol, Estudiante Bolivariano como él mismo se identifica, economista, historiador y escritor venezolano, experto en DDHH, Embajador de la República de Venezuela en Uruguay.