Por José Ernesto Novaez Guerrero (*)
Corea del Sur acaba de elegir este pasado 3 de junio a Lee Jae-myung como nuevo presidente del país. Su elección marca el triunfo de posiciones más liberales y dialógicas por encima de las más conservadoras y confrontacionales. El nuevo presidente también genera expectativas de estabilidad política en un país que desde finales del 2024 viene confrontado una compleja crisis política, que ha impactado significativamente en el desempeño de la economía nacional.
El 3 de diciembre de 2024 el entonces presidente Yoon Suk-yeol, miembro del conservador Partido del Poder Popular (PPP), declaró la Ley Marcial, acusando a la oposición, incluyendo el Partido Demócrata de Corea (PDC) la otra gran fuerza política del país, de ser “una fuerza antiestatal pro Corea del Norte”. Esta decisión estuvo precedida por una serie de provocaciones a la República Popular Democrática de Corea (RPDC) por parte del ejército surcoreano, que generaron una firme respuesta, la cual incluyó el cierre total de las fronteras, destrucción de puentes y una mayor disposición combativa del ejército.
Esta crisis, que pudo tener consecuencias impredecibles, fue usada por el gobierno de Yoon para declarar la Ley Marcial agitando el espectro de Corea del Norte, dando inicio a un proceso que tanto la oposición como los aliados tradicionales del país percibieron acertadamente como un intento de autogolpe. La medida, usada por primera vez en cuatro décadas, fue seguida del envío de tropas a rodear la Asamblea Nacional. Esto provocó masivas protestas en todo el país. En una rápida movilización, la oposición logró reunirse y votar para suspender la Ley Marcial, menos de seis horas después de anunciada.
Once días más tarde, el 14 de diciembre, la Asamblea Nacional, dominada por la oposición, votó a favor del juicio político de Yoon, con 204 legisladores a favor de 300 totales. El proceso se extendió hasta el 4 de abril de 2025, cuando el Tribunal Constitucional confirmó la destitución, removiendo al presidente Yoon de su cargo bajo las acusaciones de insurrección y abuso de poder.
Desde el inicio del juicio político hasta el presente, el país ha estado sumido en una profunda crisis institucional y política, sucediéndose tres presidentes interinos en seis meses. Como es habitual en procesos de esta naturaleza, la falta de un poder central fuerte acabó acentuando la polarización en una sociedad coreana atravesada por complejos procesos políticos y sociales. La economía, como ya se apuntaba, también resintió esta crisis de liderazgo, con el Banco Central de Corea reduciendo su previsión de crecimiento para 2025 al 0,8 por ciento. A esto se añadió también los aranceles del 50 por ciento impuestos por el gobierno norteamericano, supuestamente el principal aliado del país, al acero y el aluminio surcoreanos.
Durante la campaña presidencial, se enfrentaron dos visiones de país antagónicas. Por un lado, el PDC, con Lee Jae-myung, exgobernador de Gyeonggi, cuyo programa se centraba fundamentalmente en reducir la desigualdad económica, estimular el crecimiento mediante inversiones, fortalecer la diplomacia con Estados Unidos y Japón, y formalizar a Sejong como capital administrativa. Su postura frente a Corea del Norte, al menos en campaña, fue de búsqueda de una posición conciliadora, aunque reconociendo la complejidad del diálogo en el momento actual.
Su rival fue Kim Moon-soo del PPP, exministro de trabajo y políticamente afín al destituido presidente Yoon. El programa de Kim se centró en las promesas de estabilidad económica y acceso a vivienda, todo esto matizado con una retórica de extrema derecha, pensada para conectar con los sectores más conservadores del electorado.
Finalmente, con una participación del 79,38 por ciento del electorado, la cifra más alta desde 1997, Lee obtuvo la victoria con un 50,6 por ciento de los votos. El nuevo presidente tiene ante sí un escenario complejo, caracterizado por varios retos en el plano nacional e internacional.
A lo interno debe lidiar con la creciente polarización política, agravada, como ya se ha apuntado, por la crisis institucional de la que viene el país. Aunque crece, la economía está pasando por una tensa situación, donde incide la cuestión política, pero también factores como la dinámica demográfica descendiente, el desempleo juvenil y la deuda pública creciente.
En materia de política exterior, la situación es también sumamente compleja. Por un lado, el actual presidente debe buscar vías para desescalar el conflicto con RPDC, única forma de retornar a un entorno de relativa seguridad en la península coreana. Sin embargo, la creciente alianza de este país con Rusia y el incremento de sus capacidades militares son factores que generan presión interna, fundamentalmente dentro de los sectores conservadores y de la cúpula militar, siempre recelosos de cualquier paso que provenga del país del norte.
Otro elemento sumamente complejo en su política internacional son las relaciones con China y Estados Unidos. La guerra comercial en curso, los aranceles de Trump y la prioridad que desde Washington le han dado al enfrentamiento con Beijing hacen que países como Corea del Sur deban jugar un delicado ajedrez. Washington es el principal aliado histórico de Seúl, mientras Beijing es su mayor socio comercial en la actualidad. La estabilidad interna y el crecimiento económico dependen de que el presidente Lee pueda encontrar una posición intermedia entre ambas superpotencias, sin dejarse arrastrar por la agudización de las contradicciones en curso.
El gobierno de Lee aspira, entonces, a ser un gobierno de unidad, diálogo, estabilidad y crecimiento económico. Una posición difícil de conciliar con aquella de sectores conservadores que, enmarcados por el ascenso de la ultraderecha a nivel global, intentarán sin dudas sabotear y presionar al nuevo gobierno para imponer agendas confrontacionales y agudizar fracturas que puedan aprovechar políticamente.
(*) José Ernesto Novaes Guerrero, Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios de su país y el extranjero.