Palestina: la neutralidad del EXTERMINIO

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Por Lucía Sigales Noguera (*)

Dibujo Adán Iglesias Toledo (**)

Una de las cosas que me esperanza, sentimiento que me contraría porque lo único que queda es escombro y masacre, cuando pienso sobre el genocidio del pueblo palestino al que estamos asistiendo en vivo y en directo a manos del autonombrado Estado de Israel, es ¿cómo? y ¿qué piensan los judíos no sionistas sobre el tema? Siento que el motor de esta esperanza radica en que si la indignación y la protesta viene de un judío, bueno, tenemos más pruebas para tomar posición y entender que la neutralidad no es posible, el silencio menos.

Hace ya un par de años tuve la oportunidad de leer a un historiador israelí antisionista, profesor de la Universidad de Tel Aviv: Shlomo Sand, “La Invención del Estado de Israel”. Y puedo decir que esa obra, junto a “La industria del holocausto” de Norman G. Finkelstein (hijo de sobrevivientes del Gueto de Varsovia como del campo de concentración de Auschwitz), marcó mi necesidad de profundizar sobre el pensamiento de los judíos antisionistas. Es en el libro de Sand que encuentro una pregunta por demás interesante para poder empezar a reflexionar sobre los inicios de la barbarie que fundamenta el “Destino Manifesto”, la idea de “El pueblo elegido”, en la que se apoya el sionismo para sostener su existencia y su prevalencia a fuego y sangre. Sand se pregunta “¿Apoyaría una persona, en su sano juicio, las reclamaciones de los nativos americanos para asumir la posesión territorial de Manhattan y expulsar a sus habitantes blancos, negros, asiáticos y latinos?” La cita es más larga e interesante, prosigue “Bajo esta óptica podemos imaginar fácilmente una marcha de locos iniciada por la afirmación y el reconocimiento de incontables antiguos derechos que nos enviaría de vuelta a las profundidades y sembraría el caos generalizado”. Una buena síntesis sobre lo anacrónico y caprichoso del reclamo de un territorio que, para dicho historiador, no hace más que reafirmar “el mito de la Tierra Prometida”.

Retomando su mirada, Sand expresa: “Nunca llegué a aceptar como evidente la idea de los derechos históricos de los judíos a la Tierra Prometida. Cuando me convertí en un universitario y estudié la cronología de la historia humana que siguió a la invención de la escritura, ‘el regreso judío’ -después de más de dieciocho siglos- me parecía que era un ilusorio salto en el tiempo”. Sand estudia, investiga, compara -como gran historiador- y transmite que esos conceptos de tierras prometidas, son antiguas leyendas que envuelven la Tierra Santa, que se utilizan como herramientas simbólicas para justificar y continuar la masacre. Analiza el concepto de “derecho histórico” e indaga en la concepción moderna de la “Tierra de Israel”, formulada por cierto protestantismo evangélico del siglo XIX y por el sionismo. Estamos hablando de protestantismo que nada tiene que ver con la cultura del judaísmo en general, pero que permite entender porque Inglaterra prometió tres veces desocupar Palestina para luego entregarla a los colonos judíos bajo el apoyo militar y económico de Estados Unidos.

De un tiempo a esta parte, también vengo siguiendo las expresiones de Ariel Feldman: Profesor de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, fotógrafo y cineasta. He leído varias de sus publicaciones en la revista Jacobin y también lo he escuchado en varias entrevistas, sobre todo las que le hace el español Pablo Iglesias. Feldman es millenial como yo, estuvo en Israel un tiempo, cuenta: “anduve por ciudades y pueblos árabes, conversé con los denominados árabes israelíes (palestinos que quedaron dentro de las fronteras israelíes luego de la guerra que siguió a la autoproclamación del Estado de Israel en 1948), crucé los check points y recorrí los territorios ocupados. En especial caminé Hebrón más de una vez -una de las ciudades palestinas con fuerte presencia militar y de colonos israelíes- y conversé con familias y jóvenes palestinos residentes ahí. No tuve la suerte de conocer Gaza. Para alguien con nacionalidad israelí es prácticamente imposible hacerlo desde hace 16 años. Este dato biográfico no pretende que mis palabras valgan más que otras gracias a una autoridad que no siento, pero sí intentan inhibir falacias ad hominem que suelen esgrimirse contra quienes critican al Estado de Israel”. A Feldman, estas honestas y valientes palabras, le valieron un sinfín de críticas violentas, lo echaron de su trabajo como profesor de filosofía en un liceo privado judío, además de ser amenazado y amedrentado por redes sociales. A lo que habría que sumarle la dificultad implícita de un gobierno como el de Milei, quien también se ha pronunciado defendiendo a Israel casi que con las mismas palabras y gestos que el gobierno de Estados Unidos.

Feldman advierte que existe una persecución sobre los judíos antisionistas, sobre todo contra aquellos que -como Shlomo Sand y Norman Finkelstein- cuestionan los mitos, las leyendas que se han inventado los sionistas para justificar la colonización. Feldman no escapa al mote de “antisemita”, esa otra arma simbólica con la que se pretende arrasar cualquier posicionamiento contrario o denuncia, de la misma manera que lo tildan de tener una posición “ideologizada” (tal cual el cassette que la derecha reproduce a nivel mundial) o que no posee conocimiento del territorio y su complejidad. Para él no son más que “Un conjunto de afirmaciones que evitan responder argumentos y que pretenden, en cambio, cancelar la discusión anulando al interlocutor”. Lo tildan de falta de sensibilidad y carencia de empatía frente al padecimiento del «pueblo judío».

Feldman sostiene que “el argumento propondría este falso silogismo: ser humanista, progresista o de izquierda implica estar contra el racismo; el antisemitismo es sin duda una forma de racismo; ergo, culpar a los israelíes por sus propios asesinatos es antisemita. Este argumento u otros similares que apelan a la sensibilidad y empatía con las víctimas del ataque de Hamas se viene utilizando sin excepción para exigir empatía con el Estado de Israel y ser sensible hacia su posición en el conflicto. Hay que develar ese artilugio y no permitir lo que no es más que una extorsión argumentativa”.

Y esto nos parece por demás relevante, porque podemos interpretar lo que Feldman sostiene como “extorsión argumentativa” a lo que desde hace 77 años se viene denunciando, y es que el sionismo utiliza el holocausto judío para justificar su ocupación del territorio palestino. Una victimización que le ha justificado 77 AÑOS DE OCUPACIÓN, y no hay que ser muy profundo para preguntarse ¿qué tienen que ver los Palestinos con los nazis?, ¿a quién se le ocurrió esta aberrante excusa?, ¿qué mente criminal, siniestra, utiliza un genocidio para justificar el genocidio, a esta altura, el exterminio de otro pueblo, que nada tuvo que ver con el holocausto judío? NADA.

Podemos interpretar lo que Feldman sostiene como “extorsión argumentativa” a quienes relativizan y comparan, para así justificar, que a un día de resistencia, de hastío, le sobrevengan 2 años de constante bombardeo.

Israel lleva 75 años asesinando y desplazando de su tierra a los palestinos, y desde hace casi 2 años viene ejecutando un plan de EXTERMINIO. A Palestina la están desapareciendo desde hace casi 2 años, y hay tanta sangre en las manos de quienes tiran las bombas como en las de los que ridículamente intentan comparar dos hechos incomparables: en lo prolongado del tiempo, en la capacidad de las fuerzas, en el número de víctimas, en los objetivos a los que terminan pegando las bombas de millones de dólares, contra un pueblo al que vienen matando de hambre desde hace 77 años y bloqueando ayuda humanitaria proporcionada por organismos internacionales de Derechos Humanos. Esa comparación, esa “ecuanimidad” (palabra muy de moda que utilizan los que parecen haber renunciado a sus históricas ideas y creen en la conciliación de clases, o directamente ya no creen que existan clases), es un recurso que le pertenece a la derecha. Un recurso material y simbólico, el mismo que utilizan los que justificaron y los que aún justifican (o interpretan, que es lo mismo, aceptan la visión de los que ganaron, los que avasallaron) el Golpe de Estado en Uruguay, los que dicen que habían 2 demonios. Los que dicen que el pueblo que resistía la instauración del modelo económico liberal, regresivo y aperturista, y que -por eso- también tuvieron que resistir la represión…era uno de los demonios del enfrentamiento. Bueno, en Palestina pasa lo mismo, no hay dos demonios, hay un autoproclamado estado que está haciendo desaparecer a un pueblo.

Y volviendo a la pregunta que se hace Shlomo Sand, me tomo el atrevimiento de responderla con la posición del intelectual palestino Elias Sanbar, exiliado en Francia, que casualmente utiliza una comparación parecida a la del historiador israelí, cuando dice que: “entre el Estado de Israel y el de Estados Unidos había una coincidencia más profunda que la que organiza el petróleo y la geopolítica. Ambos Estados comparten un mismo delirio de fundación: afirman haberse instituido en el desierto, sobre tierras despobladas. De ahí que el piel roja o el palestino sean, ante todo, realidad histórica negada”.

Por acá me quedo con las citas y paso a la reflexión sobre los discursos, los silencios, las trasnochadas e insostenibles comparaciones. La neutralidad, ese falso poder de pretender ser objetivo, cuando no se puede, no se debe. Nuevamente siento que minimizan la inteligencia de la gente, y que sintiendo esto soy generosa, para no pensar que lo hacen adrede, que lo hacen a sabiendas de que los muertos se cuentan por decenas de miles y los desplazados se cuentan por millones. Y no puedo evitar sentir dolor y rabia, contra los medios de comunicación y los opinólogos relativizadores, todos alimentando ese espectáculo, consolidando la corrupción moral y jurídica de Occidente.

Scrollear imágenes de los asesinatos de niños, mujeres, familias enteras, personal de salud, escuelas, universidades, y ahora escuchar a Trump decir que van a poner resorts vacacionales sobre las ruinas de un pueblo exterminado, en pleno siglo XXI, ¿cómo les da la cara para decir que hay que ser “objetivos”?

Listo, dicen que son neutrales pero no lo son, se posicionan para el lobby judeo-sionista y no para “el pueblo judío” en su totalidad. Porque sabemos que existe en la comunidad judía, heterogénea, e internacional, muchos que no tienen miedo a callarse, aunque sean perseguidos, aunque los líderes de su colectividad y demás timoratos espectadores se les pongan en contra y los amedrenten.

Seremos testigos siempre de todo este dolor y de la indiferencia de los representantes de nuestros pueblos que eligiendo no posicionarse, permiten que el genocidio continúe hasta el EXTERMINIO.

(*) Lucía Sigales Noguera es Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de la República

(**) Profesor Adán Iglesias Toledo, Dibujante Gráfico Cubano, Caricaturista Editorial y Director del Medio humorístico DEDETE del Periódico Juventud Rebelde, miembro de la UNEAC, la UPEC y la REDH (Capitulo Cuba). Colabora con varios medios de prensa en su país y en el extranjero. Posee en su haber múltiples exposiciones individuales y colectivas, talleres e intervenciones nacionales e internacionales y ha sido premiado por más de 40 veces en su país y otros países.

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