Por Lucía Sigales Noguera(*)
“Debe haber también un fin fermental que lleve a lo parcialmente inteligible o que puede ser comprendido, que ofrezca al estudiante más para pensar”. Carlos Vaz Ferreira. Fermentario (1938).
Gestores educativos de moda.
Libros de autoayuda, también profesionales con títulos y docentes, se vuelven dueños de la educación y el método, introduciendo eufemismos todo el tiempo y también autoritarismo, porque desmerecen la inteligencia del alumnado. La educación pasa a ser una mercancía barata que anula el centro de gravedad que nos rodea: las actividades y la propia existencia humana. Son poderosos que se ven y se sienten generadores de cultura, abrazan el teatro de las opiniones, de los tips para ser felices, adornando el shopping de la charlatanería. En las Universidades se dictan clases de este estilo y ni que hablar de la moda de los Think Tanks.
Un punta pie al pensamiento.
A decir del Catedrático de Teoría de Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Vigo, España, Jesús G. Maestro “cuando un bobo lee a otro bobo el primero incrementa la ignorancia y el segundo la audiencia”. Refiere a que la literatura es incompatible con la inocencia humana, no tiene que ser placentera. La literatura tiene siempre una cita con la libertad, más que con las emociones y la “Inteligencia Artificial no es inteligencia, es una programación”. Cada tip, cada mensaje de autoayuda, “es la estupidez humana hablando de sí misma” refiere el profesor. Magnificada y masificada por el mundo de la empresa y ahora atravesada por la IA (Inteligencia Artificial), como el ChatGPT, por ejemplo, que refleja y amplifica los pensamientos mercantilizados de los usuarios como pasivos y vulnerables, volviéndolos acríticos y hasta perjudicando su salud mental.
Maestro plantea: “la literatura está con los delincuentes, por encima de la ley, por eso la literatura no cumple con las leyes como pensaban los ilustrados, la literatura no obedece”. Es decir, que estamos habituados a que cuando uno toma la palabra o la letra “sea visto como fiscal o abogado”. Es como que se objetiviza en demasía, se juzga con emociones, se señala por ideología (porque lo que les importa es la gestión), perdiéndose así la figura del intérprete, que le agrega valor, contenido y cuestionamiento. “Una de las batallas que quiere perseguir el Quijote justamente es contra los libros de la Caballería”.
¿Cómo aprendemos?
Jesús G. Maestro sostiene que la relación con el contexto en el que se ha nacido y conocido, nos va haciendo lo que somos. Somos lo que nos dejan hacer y lo que le dejamos hacer a los demás. A la vez somos siempre diferentes a lo que nos han hecho posible”. Y lo cierto es que durante mucho tiempo la educación estuvo asentada en un NO territorio, siempre se buscó impartir clases como quien imparte una doctrina, un saber incuestionable. Pero ello, en sí, también permitía a su vez un tipo de resistencia en el alumnado, un punto interesante que plantea el profesor porque realiza una comparación con la educación actual y dice que se está apuntando solo a la felicidad y al éxito, en términos generales. Le preguntaron al profesor Jesús qué pensaba de lo que dijo Humberto Eco sobre que “la Universidad es elitista o no lo es”. Su respuesta fue: “una buena educación es una educación de calidad y que a la calidad llegan pocas personas. El ejercicio de cualquier actividad humana profesional exige filtros y selección.”
¿Qué es la enseñanza de calidad?
Siempre vimos en clase a estudiantes desinteresados, solo cuatro o cinco bien atentos. Lo mismo con los profesores, cuatro o cinco buenos. En relación a esto, el profesor Jesús sostiene que “el éxito de la enseñanza universitaria es el autodidactismo encubierto, de pautas y posibilidades para que luego ese estudiante que debe abrirse camino, pueda luchar con las dificultades.” Es aquí cuando el profesor introduce el concepto de autodidactismo, sostiene que “por sí solo no existe, porque aprendemos mediante las diversas formas de educación, influenciados directamente por otros, entre ellos los buenos docentes y por el medio en que nos encontramos”. Así aprendemos, no para lucir nuestros conocimientos ni rendir exámenes para aquellos “fiscales” a los que Jesús G. Maestro se refería, sino para que los conocimientos y habilidades aprendidas sean nuestras mayores recompensas.
Ser autodidactas.
Entonces apreciamos al autodidactismo como un arte de aprender y administrar materiales educativos con la finalidad de formarse en algún campo del conocimiento. El autodidacta es un gran observador, incluso de sí mismo, me atrevería a decir que esa misma autobservación es la que le da el impulso para escribir, crear, componer, en los distintos planos, en el artístico es más evidente aún. En mi parecer esa autorreflexión es un acto de humildad, el autodidacta no se la cree, el autodidacta -al decir de Sócrates- solo sabe que no sabe nada.
Porque el conocimiento no se descubre sino que se acumula. El autodidacta cuando necesita ayuda, la busca, y genera esas oportunidades de encuentros. El proceso de creación se basa en un esfuerzo colectivo previo, pero necesariamente requiere de una proyección en soledad. Un voluntario esfuerzo personal, en el que el individuo se entrega a esa misma acumulación de conocimiento y así -también- poder allanar camino a las nuevas generaciones.
Es como una forma de resistir al poder conferido por el docente, la institución y la sociedad, para generar alternativas de conocimiento y romper paradigmas. Ir contra la Caballería, siempre será el bastión de una educación emancipadora, que nos despierte en cada uno de nosotros esa libertad de ejercer y transformar la realidad de la que somos parte. Con la mira en reformas educativas que habiliten a los docentes a una educación de calidad, para que el estudiantado no esté predeterminado a absorber solo lo que se le informa a diario en el salón de clase.
Ser autodidacta forma parte de la resistencia, y resistir mientras existimos es doloroso. En ese dolor transformador hay nobleza, hay arte, y el arte es belleza. Una belleza determinada por el amor, un amor de libertad para todos.
(*) Lucía Sigales Noguera es Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de la República