¿Es posible?

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Por Camilo Álvarez López(*)

No es ninguna novedad decir que en esta propuesta de civilización hay gente que no tiene lugar, que sobra, ni siquiera son ejército de reserva. Es un modelo excluyente en el que la acumulación insaciable de unos pocos hace que muchos queden afuera. Más aún, el consumo suntuario para sostenerse precisa de procesos de producción, acumulación y extractivismo (de recursos naturales y conocimientos) que ponen en riesgo la propia vida. La vida en su sentido amplio y complejo sobre nuestro planeta, del planeta. Es necesario recordar esto, para ver lo que está en juego. No es un llamado a rebajar plataformas ni mucho menos, es un elemento que nos hace sostener algunas banderas, que tienen que ver con la lucha por la Tierra, el Techo, el Trabajo, la Alimentación.

La dignidad pertenece a la vida, no hay dignidad en las cosas inertes. La dignidad es el reconocimiento del otro/a cómo alguien legítimo y con autonomía, no como una extensión de mis proyectos y estrategias. Esta mirada de la invisibilidad e indignidad es típica del mercado y los paradigmas autoritarios, sin reconocimiento del otro no hay libertad. Por eso se trata de reconocer personas y sus saberes, porque en definitiva la lucha por el poder es también la lucha por el saber. Poder y saber son un par dialéctico que no necesariamente culmina en síntesis sino en nuevas bifurcaciones.

Así las cosas, para que una parte que hoy no tiene espacio en el mercado, ni lo tendrá en el mediano plazo, se precisan algunos empujones que permitan abrir caminos para la inclusión.En nuestras sociedades no son pocos los que deben inventar su trabajo porque el mercado no les ofrece posibilidades.

De ahí que el paradigma de “dar la oportunidad” no es suficiente y debe dar paso al de “construir oportunidades”. De alguna manera el grito del momento debería ser “bajen el costo del mercado, por favor”. Por todos lados, en nuestro país, pero también en américa latina, son cientos de Miles los que se ven obligados a crear su trabajo para sobrevivir. Porque, al fin y al cabo, el trabajo es lo que permite pensar en la posibilidad de un futuro.

En este sentido es que se hace importante y necesario pensar desde el Estado, en toda su expansión, cuáles son los aportes que se pueden hacer, en su gran mayoría sin aumentar un peso, para dar espacio a experiencias donde el trabajo permita avanzar, donde desde el trabajo se pueda avanzar, sostener una familia, un Techo, pensar en que de alguna manera se es parte de esta sociedad.

Las compras del Estado, en sus distintas dimensiones, son un elemento central en esta, no importa su dimensión sino su direccionalidad. Las oportunidades que permite crear, el valor social que promueve.

Hace unos días pude compartir con un grupo de pescadores artesanales en Flores, en la zona del Andresito, que logran colocar -desde hace un tiempo- pescado de rio a centros educativos y comedores, y con eso pueden sostener varias familias. No es magia, es organización y compromiso con la vida. Hay un espacio para lo público y comunitario. No todo es mercado, no todo debe ser Estado.

Podemos seguir y nombrar los procesos de compras públicas que permitieron, con la sequía, dar espacio a firmas nacionales.

Está batalla no es contra nadie, es por la vida, para permitir que miles sean parte. Es irrisorio que el 1% de la sociedad se siga enriqueciendo aún en tiempos de crisis, y que ese mismo 1% acumule más riqueza que la mitad de la población mundial.

Precisamos dar empujes y esos empujes logran mayor potencia cuando están vinculados al trabajo. Tenemos una excelente oportunidad para avanzar con sistemas de compras que permitan la participación de sectores más vulnerables, de sectores nacionales que en la lógica cotidiana quedan por fuera ante la fortaleza de capitales foráneos, y con el involucramiento tanto de organizaciones sociales, populares, como de la ciencia, que mucho tienen para aportar en este sentido.

Al final, tal vez no movamos la aguja, tantas veces se intentó que ¿qué sería probar otra vez más? Pero, por si acaso, tenemos la oportunidad nuevamente de empujar -aunque sea un poco más- para que la barra que, históricamente fue quedando atrás, también pueda llegar.

(*) Camilo Álvarez López es integrante de Somos Barrios Uy. Fue director del Mides para Montevideo y encargado del área social en el Plan Juntos del Ministerio de vivienda, actualmente (junto a Nicolás Núñez) está a cargo de los proyectos de promoción sociolaboral y economía social del Ministerio de Desarrollo Social

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