Con Sara Rodríguez Torres
Por Julieta García Ríos (*)
A la Revolución Cubana, nacida en enero de 1959, estará dedicada esta y las próximas entregas de «Ahora cebamos nosotras». Hoy estrenamos la serie «Cubanas en Revolución», a través de la cual vamos a contar cómo hemos vivido nosotras estos años.
En esta isla caribeña las mujeres también han sido protagonistas de un país que les abrió las oportunidades, que las dignificó y que desde sus inicios estableció la igualdad de derechos para hombre y mujeres.
Iniciamos la serie con Sara Rodríguez Torres, una octogenaria mujer, a quien admiro muchísimo, con quien hablaremos de los años fundacionales.
Sara es investigadora, Doctora en Ciencias Económicas, Profesora Emérita de la Universidad de La Habana, sitió al que se consagró con su sapiencia por más de cinco décadas. Los entendidos en el tema reconocen que es ella la voz más autorizada para hablar de Economía Política en Cuba. Hoy dejaremos a un lado a la catedrática para conversar con la adolescente de clase alta, que se unió a la vanguardia de la revolución naciente, su historia es similar a la de otras cubanas.
De aquellos años mozos conserva el pensamiento desprejuiciado, la manera de echarle ganas a la vida y ver siempre el lado positivo. Ella nunca se queja, busca alternativas ante las dificultades.
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Julieta García Ríos (JGR)- Para empezar, me gustaría que nos comentaras cómo era tu vida antes de 1959.
Sara Rodíguez Torres (SRT)– Hola, querida Julieta. Para empezar, creo que exageraste un poco. Es cierto que procedo de una familia burguesa, pero ya en los últimos años de la década del cincuenta del siglo pasado, época de la dictadura de Fulgencio Batista, mi familia había dejado de pertenecer a la clase media alta para convertirse en gente muy pobre.
«Resulta que mi padre, quien era capitalista, se metió a comunista tras ser captado por unos de sus empleados. Perdió todos sus bienes y terminó encarcelado. Ante esta situación mi madre se convirtió en modista. Fue la solución económica que encontró. Ella tenía conocimientos muy buenos de Corte y Costura. Se hizo de excelentes clientas porque eran las mismas viejas de la burguesía que ya conocía.
«Yo era estudiante. Para 1957 todos los centros de enseñanza cerraron por la situación tan convulsa que tenía el país, la revuelta de los jóvenes y todo aquello. Entonces comenzaron a pagarme estudios en una academia privada norteamericana. En este tiempo ya estaba incorporada al Movimiento 26 de Julio. Vendía bonos para recolectar fondos para apoyar la lucha armada. Mi madre por la madrugada también cosía aparentemente los vestidos para sus clientas, pero en realidad bordaba los monogramas de los brazaletes de los uniformes de los miembros del 26 de Julio».
JGR- El primero de enero de 1959 triunfa la Revolución Cubana, ¿qué edad tenías entonces y cómo te integras en todo ese proceso?
SRT– Cuando triunfa la Revolución, en enero del 59, yo tenía exactamente 15 años. Cumplí los 16 en marzo. Reinicié los estudios y me incorporé a la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), su creación fue idea del Che Guevara. Él propuso agrupar a todos los jóvenes revolucionarios en una sola organización. Se creó en octubre de 1960. Su lema era Estudio, trabajo, fusil. Y ahí se unieron también las patrullas juveniles, que después se le llamó Unión de Pioneros de Cuba. Bueno, pues en la AJR yo tuve un papel bastante activo, porque siendo estudiante me incorporé a trabajar con esa asociación que en abril de 1962 se convirtió en la Unión de Jóvenes Comunistas y pasó a ser una organización selectiva.
JGR- La situación así lo requería. En octubre de 1962, ya éramos víctimas del bloqueo económico, habíamos sido blanco de ataques terroristas, habíamos derrotado la invasión mercenaria de Playa Girón. Continuabamos asediados, existía una conspiración diplomática para aislar a Cuba e invadirla militarmente. En ese contexto la humanidad estuvo a punto del holocausto con la Crisis de Octubre o Crisis de los Misiles. ¿Cómo recuerdas esos días?
SRT– La Crisis de Octubre fue entre el 16 y 28 de octubre 1962. Entonces yo era cuadro de la Unión de Jóvenes Comunistas y me asignaron la tarea de mantenerme junto a las miles de compañeras, militares todas, que estaban atrincheradas en los Jardines del Hotel Nacional. Me correspondió ir hacer trabajo político con ellas, acompañarlas, apoyarlas. En ese momento el hotel insignia de Cuba se convirtió en un bastión militar, en sus jardines emplazaron los cañones de cara al mar. Hay ahí una especie de cuevas ideales para cualquier fortaleza de tipo militar. Fueron días en que hubo inclemencias del tiempo, el Malecón se desbordaba…yo empecé a sentirme mal, tenía fiebre, temblores. Suponía que estaba engripada… el día 25 me tuvieron que sacar de allí. Tenía sarampión, que no me dio de niña.
JGR- En más de una ocasión has dicho que no tienes vocación militar, sin embargo, tuviste grandes responsabilidades.
SRT– No tengo la más mínima vocación ni aptitud militar. Pero, la vida le pone cosas a una que tiene que hacerla, no queda más remedio. Se trataba de la defensa de la Patria y la vida propia. Pasé escuelas de milicias, de instrucción militar… Y entonces fui jefa de pelotón, jefa de compañía, jefa de batallón, político de batallón. Hasta llegué a tener los grados de capitán de milicia.
JGR- Recuperada de sarampión. Y por esas cosas de la vida, entraste a trabajar en la Agencia Prensa Latina (PL). Un sitio que recuerdas con mucho cariño. ¿Cuéntame cómo llegaste a PL?
SRT– Salí de la universidad y pasé a visitar en Prensa Latina a una conocida que trabajaba como recepcionista en la pizarra telefónica de la agencia. Estando allí la cubrí en su puesto laboral. Al rato entró un hombre mayor muy apuesto y se paró frente a mí y me preguntó quién era yo. Le expliqué que estaba de paso y que la recepcionista había tenido un problema personal y yo estaba cuidando un ratico el puesto. Agarró el libro que yo estaba leyendo: «El idiota» de Dostoyevski y eempezamos a hablar de literatura. Le seguí con la vista cuando salió caminando y lo vi que entrar en la oficina de la dirección. Él era nada más y nada menos que José Felipe Carneado.
JGR- Sara nos habla de José Felipe Carneado, entonces director general de la Agencia Prensa Latina. Un veterano militante comunista, que combatió contra las tiranías de Gerardo Machado y Fulgencio Batista. Fundador del Partido Comunista de Cuba y miembro de su Comité Central, donde tuvo la responsabilidad de ser el primer jefe de la Oficina de Asuntos Religiosos.
SRT– Estando en la recepción me llegan del área de teletipo unos papeluchos. Me pongo a leerlos y me doy cuenta que era algo bastante grave. Eran mensajes que enviaba un amigo de Cuba en los que nos estaba alertando de algo que podía ocurrir. Agarré todos los papeles aquellos y toqué a la puerta del director para decirle que yo no comunicaba con el traductor. Realmente no sabía manipular la pizarra con tantos botones. Me ofrecí a leerle lo que estaba diciendo el mensaje. Bueno, el caso es que yo hice mi traducción libre. En eso entra una llamada, nada más y nada menos, que de Fidel Castro. Empecé a leerle los cables aquellos a Fidel por teléfono y Fidel y ante la urgencia dijo: «espera que voy para allá». ¿Me imaginas de traductora para Fidel? Al día siguiente Carneado me hizo una larga entrevista y quedé convertida en trabajadora de Prensa Latina.
JGR- En esta etapa de la vida de Sara nos vamos a quedar. Les recuerdo que esto es «Ahora cebamos nosotras», porque aquí en La Habana también cebamos el mate.
En próxima entrega seguimos con «Cubanas en Revolución».
(*) Julieta García Ríos, Periodista Cubana, actualmente trabaja en el Museo de la Música de La Habana y en el semanario Pionero, ha colaborado con diferentes medios de su país y de la Patria Grande, como Mujeres al Sur. Es miembro de la UPEC.