En memoria: José Marcos Noguera

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Por Lucía Sigales Noguera(*)

El “viejo” le decían, ya por los años 50’ tendría cuarenta y pico. Oriundo de Canelones, agricultor y changuero, monteador en Pan de Azúcar. Tuviste 6 hijos con María Adela Méndez.

De historias familiares apenas tengo poca información porque tu suspiro fue vetado mil veces para fundirte en la desmemoria. Sabías de estrategias y tácticas, estabas lleno de libros. Sabías de tiro, de las pocas cosas que me pudieron o supieron contar a cuentagotas y con vergüenza o miedo, dicen que fuiste instructor en Espartaco, pero de esto me vine a enterar ya de muy grande y con poquísimos compañeros vivos como para poder comprobarlo y así poder profundizar un poco más en tu derrotero.

Caíste preso tres veces, tuviste que dar a todos tus hijos: mi madre, mis tíos y tías desperdigados en varias familias. Dijiste que los adoptantes debían ser familiares y así fue, como para protegerlos, pero muchos de esos familiares les quitaron tu apellido.

Mirá, está en tele el reo ese de tu padre, el subversivo está preso, esa es la vergüenza de tu padre” le decían a mi mamá a los 7 años. Niños nacidos en el medio del campo, rodeados de verde, de horticultura y tapera, ahora niños en ciudades escondidos del padre reo y de la madre Adela. De Adela dicen que un poco loca, depresiva, quedó sola y se volvió a casar con un hombre del ferrocarril en Las Flores y tuvo 2 hijos más, pues en un momento sus otros 6 hijos -llegó a decir Adela-: “esos ya no son los míos, los míos son los últimos dos”. Ocho hijos paridos con dolor, con sangre, soledad y pobreza.

Marcos, liberado, volvió al campo en Pan de Azúcar, ermitaño, cultivando hortalizas. Decían que no te gustaba la ganadería, tu causa era la agricultura, la tierra para todos, llamaste a tus hijos con nombres de otros revolucionarios: Mirta, Marie, Rosa, José Pedro, Rubí y Fidel.

A los 80 años te moriste en paz, sentado solo en un sillón y a tu lado una caja de madera con los boniatos que ese mismo día habías cosechado. Tu velorio se llenó de compañeros, yo era adolescente, no me llevaron a despedirte, aún me pregunto ¿por qué? Silencio.

En los 90’, Fidel, su hijo más pequeño, y al poco tiempo Marie, se suicidaron. La salud mental de la segunda generación, de sus hijos, quedó hecha trizas y habrá varias razones para explicarlas. Hay un estudio muy interesante que hacen los chilenos (publicado en la Revista de Estudios Sociales de la Facultad de Ciencia Sociales) sobre el efecto del trauma de hijos y nietos de presos políticos en el que citan también a referentes internacionales del psicoanálisis: “En el campo de los estudios de la memoria, Marianne Hirsch (2012 y 2015) ha acuñado el concepto de posmemoria para hacer referencia a las formas y mecanismos de producción y apropiación de la memoria puestos en juego por las generaciones posteriores a aquellas que experimentaron traumas colectivos de grandes dimensiones. Para Hirsch el término posmemoria refiere a una relación entre las ‘generaciones del después’ con los traumas personales, colectivos y culturales de las generaciones previas. Esta forma de recuerdo se constituye a partir de la inmersión de las nuevas generaciones en -relatos, imágenes y comportamientos en medio de los que crecieron-”.

La tercera generación, los nietos, tratamos de hacer narrativas imaginarias y simbólicas de memoria por medio de la figura de la experiencia traumática de nuestros abuelos. Reconocer la pérdida y habilitar una elaboración de un duelo tardío que sigue una lógica psicoanalítica, algunas amigas más místicas dirían “biodeco”. Pero retomando un análisis más profundo, la particularidad de los traumas psicosociales es que sus consecuencias no son sufridas únicamente por quienes los experimentaron directamente. Según esos estudios chilenos “existe diversa evidencia de la propagación de los efectos de los traumas colectivos por violencia política a las generaciones siguientes. Estudios transgeneracionales sobre trauma y memoria colectiva, cómo construir la memoria entre nietos de víctimas de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura con el propósito de identificar e interpretar estrategias de trabajo posmemorial relacionadas con la elaboración de la memoria traumática de la que han sido legatarios”.

Según Freud: “las fantasías histéricas […] por lo general se remontan a las cosas que los niños oyeron en época temprana y solo con posterioridad entendieron”.

A tus hijos Rosa y José Pedro, por ende a tus nietos Lucía y Sebastián, nos quitaron tu apellido: Noguera, que en vasco significa “un árbol que da nueces”, nueces todas desperdigadas en el Uruguay. A nosotros nos toca, como tercera generación, nombrarte. Darle luz a lo que fue tu sendero, tocar la tierra y recordarte, mirar tus fotos, pedirle a tus hijos vivos que nos sigan contando historias.

En democracia cantamos tu nombre, te recordamos entre los olvidados y en estas líneas dejamos presente que naciste, fuiste Tupamaro, fuiste revolucionario, tuviste descendencia y fuiste un gran compañero según narran los tuyos: “el viejo”.

 

(*) Lucía Sigales es Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de la República y Técnica en Gerencia Turística por la Universidad ORT

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