Belela Herrera. Una Semblanza agradecida

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Por Gabriela Cultelli(*)

Era fines de julio de 1972. Habíamos salido desde Montevideo un par de semanas antes, literalmente con lo puesto y en mi caso con mi muñeco preferido, tenía 9 años, mis hermanas 12 y 14 las mellizas. Había caído la célula del MLN- Tupamaros donde militaba mi madre, Isabel Delfino. Tenía que irse.

Ella tenía todos los derechos sobre nosotras desde 1969, cedidos por mi padre, el Tupamaro Andrés Cultelli, y luego del fusilamiento de mi hermano mayor: Alfredo, en Pando.

Llegó a casa aquel medio día de fines de junio del 72’, cerrar la puerta fue muy duro. Nos fuimos a Buenos Aires después de que nos detuvieran en la estación interdepartamental de la Onda y en el Puerto de Colonia del barco “Aliscafo”. Las manos amigas se extendían, al ómnibus subió Daniel Viglietti y Amalia siguió con nosotros hasta Colonia.

Había que llevarnos con nuestro padre que ya se encontraba en Chile, pudiera pasar o no mi madre. Desde Buenos Aires viajamos hasta Mendoza y en Mendoza tuvimos que quedarnos 15 días porque la nieve no daba paso en la Cordillera, y no puedo dejar de recordar las manos solidarias que se nos tendieron no solo en Buenos Aires sino también en Mendoza, por personas del pueblo, aun sin conocernos.

Finalmente conseguimos pasajes en avión para Santiago de Chile, eran tiempos del gobierno popular de Salvador Allende (Chile), pero de la dictadura cívico militar del general Lanusse (Argentina), y sin dudas, esta es una prueba más de que la represión se vinculaba en la región antes incluso del Plan Cóndor.

Cuando subimos al avión, recuerda mi hermana Rita, que llaman a mi madre y la hacen bajar, que siga viaje y nos lleve con mi padre, le encomienda. Mi madre contaba que demoraron incluso la salida del avión, pero por fin la dejaron seguir vuelo.

Muchos años después, le hacen un homenaje a Belela Herrera en el Museo de la Memoria, y cuenta a manera de ejemplo que, en julio de 1972, la llaman desde la aduana argentina a la embajada de Uruguay en Chile, donde se encontraba como esposa del entonces jefe de negocios en esa embajada, Cesar Charlone Ortega, y le preguntan si dejan pasar a una mujer con 4 niñas. Cuenta que ella no sabía ni quienes éramos, pero que inmediatamente ordena que la dejen pasar. Desde el público se levanta mi madre y, abrazándola, le dice “esa mujer era yo”.

Como ésta, hay tantas y tantas historias que se funden en un abrazo por la vida. Esa era María Bernabela Herrera Sanguinetti: Belela.

Nació en Montevideo en 1927 y hacía poco más de un mes había cumplido sus 98 años solidarios. Fue funcionaria del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) en países varios de América Latina y el Caribe, así como en España, subdirectora de la División de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en misión en El Salvador, observadora también por la ONU y los DDHH en Haití y Sudáfrica.

Cuando regresa a Uruguay a la caída de la dictadura, preside la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio, integró la comisión pro referéndum contra la ley de caducidad, en la IMM luego fue directora de Cooperación y Relaciones Internacionales y a partir de marzo de 2005 fue vicecanciller junto a Gargano en el primer gobierno frenteamplista.

Fue múltiples veces premiada por su labor en torno a los derechos humanos, tanto por diversas instituciones nacionales como internacionales, pero sin duda el premio mayor se lo dará la historia al guardarla para siempre.

Y desde aquí, desde este Mate Amargo agradecido y su colectivo, en los albores de un nuevo 20 de mayo, Salú compañera Belela y gracias nuevamente por la vida.

(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y co- Directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH), miembro del Comité Central del MLN-Tupamaros.

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