Generaciones distintas, la misma cárcel (Cuartel de Dragones y “La Carlos Nery”)

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Por Lauro Meléndez(*)

Foto de Álvaro Salas(**)

Mujeres y niños charrúas fueron traídos desde Salsipuedes y fueron llevados a Montevideo, luego de la encerrona (matanza, genocidio, traición o perfidia), una acción realizada por “El Estado” en una relación desigual de poder.

Para con mujeres y niños fue un intento civilizatorio, los hombres no servían para eso, no parecían “domesticables” para servir en las “Familias de bien”, salvo los ancianos.

El Superior Gobierno decidió la encerrona en el Potrero de Salsipuedes, allí murieron centenares de Charrúas pero muchos otros lograron escapar, incluso “adivinando” previamente las intenciones. Muchos quedaron desperdigados en el territorio de la Banda Oriental, el sur de Brasil y se supone que otros fueron al norte argentino.

El parte oficial marca cerca de 300 prisioneros, 40 muertos, pero al Cuartel de Dragones llegaron 94 mujeres y 43 niñas y niños, más 29 hombres. No dice que los hombres eran casi exclusivamente ancianos, tampoco habla de los tantos que fueron desperdigados por las Estancias del lugar o dejados en el trayecto.

300 salieron de Salsipuedes pero solo 166 llegaron a ser repartidos entre “Familias de bien”. Hay mucho eufemismo porque venta de esclavos, asesinatos y desapariciones no se verían bien en un parte oficial, pienso mirando al día de hoy que todavía tenemos desaparecidas y muertas en nuestra historia reciente. Hablo en femenino porque es lo que más intentaron invisibilizar, a las más vulnerables, doblemente vulneradas, es parte de lo más cruel y enfermizo que aún repiten y justifican los admiradores de Rivera.

Pero si olvidamos o dejamos de luchar, las causas se detienen, y aquellas mujeres, niñas y niños secuestrados por el «Superior Gobierno» y entregados a las «Familias de bien» del momento para que fueran esclavizados en sus casas, como decía una canción del grupo español Aguaviva “lo hacemos por tu bien”.

Los organizadores nos convocan con lo siguiente “Este 30 de abril se cumplen 194 años de la llegada de las 166 personas prisioneras de la Masacre de Salsipuedes a la ciudad de Montevideo. Las 166 personas, en su mayoría mujeres y niños, fueron detenidas en el antiguo Cuartel de Dragones, en las actuales calles Sarandí, entre Lindolfo Cuestas y Guaraní, Ciudad Vieja”.

El reconocimiento realizado este 30 de abril es parte de la deuda histórica, el Cuartel de Dragones devenido luego en la “Carlos Nery” que vuelve a ser prisión de mujeres, da cuenta de los olvidos, pensados, ejecutados y legitimados por gobiernos que no tienen intención de cuidar a su población con la premisa artiguista de que “los más infelices sean los más privilegiados”.

En adelante vendrá una lucha unificada de la gente con memoria y ganas, la reparación en la «construcción de la historia nacional» donde se mostraría el lugar que ocuparon Indios, Mujeres, Negros y Gauchos pobres, en la gesta artiguista.

En torno a esto, no puedo dejar de contar esa historia que en el living de la casa de mi Tía Amelita me contaba Eugenio Petitt Muñoz “cuenta la leyenda que El Protector de los Pueblos Libres tenía en la alforja derecha de su caballo la Declaración de Independencia de Estados unidos y en su alforja izquierda El Pacto Social de Rousseau, de allí saca la idea de federalismo y la baja a tierra en las tolderías donde se juntaban los vulnerables o infelices de la época, Indios, Mujeres, Negros y Gauchos pobres, por eso la idea tiene sabor a pueblo, a cosa concreta”.

Luego descubrí que era cierto, conocí a gente que venía, técnicos y políticos, desde Europa, a conocer en Uruguay de primera mano esa concepción de Artigas que tanto tiempo estuvo escondida, que no dejaron incluir en el Archivo Artigas por orden del responsable “político” del equipo de investigación, luego notorio integrante de la última dictadura Cívico-Militar.

Otra cosa, de las cosas que escuché en esas conversas, luego refrendada por algunos historiadores, fue sobre la intención principal de un etnocidio, de la sumisión y destrucción de una cultura a sangre y fuego. Un punto en común que tenían con la última dictadura cívico-militar, querer generar terror, miedo a definirse como indígena charrúa o por pensar distinto y pelear por no ocultar su identidad para sobrevivir.

Ser mercancía pasible de ser entregada a las “Familias de Bien” de la época, es comparable con los bebés secuestrados y repartidos entre los represores o sus familias.

Seguiremos luchando por la verdad histórica, contra la invisibilización de parte de nuestro pueblo, de una nación que ni más ni menos eligió seguir a Artigas en la lucha por la liberación de la banda oriental, la patria grande latinoamericana y en definitiva por la “pública felicidad”, los invisibilizados, los nadies. Los desaparecidos de todas las épocas de éste, nuestro lugar en el mundo, merecen que sigamos gritando sus nombres, rememorando hechos que se intentaron olvidar, en definitiva nos une la misma consigna, lo mínimo que se merecen nuestros antepasados, “Memoria, Verdad, Justicia y reparación histórica”.

Un Charrúa, integrante de la Asociación de Descendiente de la Nación Charrúa (ADENCH) asevera que “por poco que parezca fue importante institucionalmente estar, el respeto con el que nos convocaron a decir unas palabras, colocar la bandera de la Asociación junto a las de las otras organizaciones, el reencuentro, una foto colectiva” y no debemos olvidar el aplazamiento una y otra vez de la firma del Convenio 169 de la OIT.

Finalizamos con un tramo de la proclama leída.

No somos historia, las y los Charrúas somos presente. Somos un pueblo que sigue en pie, Exigimos verdad, memoria y justicia”.

(*) Lauro Meléndez Cadiac es escritor y activista social e integrante de ADENCH (Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa), ex Vice Ministro de Desarrollo Social, ex Director de Salud en Cárceles (SAI-PPL-ASSE), Senador (s) (MPP – Frente Amplio)

(**) Álvaro Salas es fotoperiodista, trabaja las temáticas gubernamentales y sociales

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