Por Gabriela Cultelli (*)
Sus ojitos nos interpelan… me hacen recordar a los de la pequeña Mariana Zaffaroni, aquella niña nacida en Argentina en 1975 y que fue secuestrada por el fascismo en 1976 junto a sus padres uruguayos Emilia Gatti y Jorge Zaffaroni. Sus ojitos nos interpelan, llaman al grito, al desespero.
Maikelys Espinosa, es una pequeñita de solo 2 años, cuyo “crimen” es ser venezolana (nacida en Perú), hija de migrantes. Fue separada de su madre, Yorely Bernal, por funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional de EEUU. Y esa expresión fascista fue ahora, en el 2025.
Los padres cometieron el “delito” también de ser venezolanos y migrantes en EEUU. Su padre fue secuestrado e ilegalmente deportado al Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) de El Salvador, algo así como un campo de concentración, mientras que su madre, fue perseguida en EEUU antes de ser repatriada. No es este el único atropello, son más de 250 los venezolanos deportados y prisioneros en El Salvador ante el silencio cómplice de los medios de comunicación y la mayoría de los gobiernos del continente y el mundo. Por ejemplo, en el vuelo que arribó el 2 de mayo a Venezuela con 174 migrantes procedentes de EEUU, viajó una adolescente de 17 años, quien informó que tanto ella como sus dos hermanos menores fueron separados de sus padres y que no tiene noticias de su núcleo familiar. Tal es la barbarie
Se viola así toda la legislación internacional vigente, y citamos al respecto:
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Con la separación de menores del núcleo familiar, el gobierno estadounidense viola la Convención sobre los Derechos del Niño, norma refrendada por 196 países, siendo el tratado sobre derechos humanos más avalado de la historia. Incluso EEUU, aunque no la ha refrendado, la firmó en 1995. La Convención refiere en su artículo 8 que “los Estados Partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares de conformidad con la ley sin injerencias ilícitas” (https://www.un.org/es/events/childrenday/pdf/derechos.pdf)
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La criminalización de migrantes, tanto por parte de EEUU como de El Salvador, se inscribe en un esquema de agresión contra la ciudadanía venezolana, que no distingue entre niños y adultos, y constituye una violación masiva de derechos humanos, que vulnera no sólo los principios más elementales del derecho internacional humanitario en el sentido más amplio, sino también normas específicas de protección a migrantes. Las violaciones a la presunción de inocencia y a toda norma que debe ser observada al detener a una persona, así como a la prohibición expresa de deportación y desaparición forzada configuran un expediente de delitos de lesa humanidad.
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Viola asimismo, y por citar algunos, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo 5 “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” (https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights), la Carta de las Naciones Unidas y principios básicos del debido proceso, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares y el Convenio N° 143 de la Organización Internacional del Trabajo.
El caso de la niña Maikelys y según relata la propia CNN, data del año pasado. Le quitaron la niña y sus padres solo pudieron visitarla entre octubre y marzo, pero “en la era del presidente Donald Trump se les acusó de pertenecer a una banda delictiva, lo que derivó en su deportación a Venezuela, la detención de su esposo en una megaprisión en El Salvador y la niña Maikelys bajo el cuidado del gobierno estadounidense.” La niña pasó ya por 4 hogares de acogida por supuesta “protección” según declara el gobierno de EEUU.
La madre declaraba que “Es falso todo lo que están diciendo. Están tapando el secuestro de mi hija con esas acusaciones para (hacer) pensar que soy una mala madre, pero eso es mentira, aquí estoy” … “Lo único que pienso ahorita es tenerla, recuperarla, luchar hasta el fondo, eso es lo único que pienso” …. “Que me muestren las pruebas, entonces, que me las muestren de que yo soy una delincuente”. Dicen que tenían unos tatuajes “sospechosos”, por eso le robaron a su hija. Le dijeron que la mandarían en el mismo avión de retorno, pero la niña nunca llegó.
Sus ojitos nos interpelan ¿dónde está la humanidad? ¿dónde está América Latina? El movimiento feminista y social del continente tendrá que tomar la bandera, reclamar la libertad para esta niñita nuestra, y el regreso con su madre y familiares.
(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y co- Directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH)