Por José Ernesto Novaez Guerrero (*)
La situación en Siria ha evolucionado hacia el peor escenario posible. Después de catorce años de heroica resistencia contra el terrorismo y los mercenarios financiados por Occidente y potencias locales como Turquía e Israel, del derramamiento de mucha sangre no solo siria, sino también libanesa, iraní e iraquí, el gobierno de Al Assad se ha desmoronado en una ofensiva de apenas diez días.
Los fundamentalistas de HTS (anterior Frente Al-Nusra, rama local siria de Al Qaeda), con apoyo de los mercenarios turcos, algunas milicias kurdas, operadores de drones ucranianos y la aviación israelí, lograron hacerse, en rápida sucesión, con algunas de las principales ciudades sirias: Aleppo, Hama, Homs y, finalmente, la mañana de este domingo 8 de diciembre entraron a Damasco.
A su entrada a la capital, los extremistas sirios asaltaron la embajada de Irán en el país, destruyendo los carteles de Suleimani y Nasrallah, símbolos de la resistencia antimperialista en la región, lo cual da una idea de las esencias que los mueven. También saquearon las reservas del Banco Central de Siria.
El líder de HTS, Muhammad Al-Jawlani, hoy presentado como un heroico luchador por la libertad y entrevistado por CNN, era apenas en 2017 considerado un terrorista peligroso por el Departamento de Estado norteamericano y se ofrecía una recompensa de hasta diez millones de dólares por su cabeza.
Con la huida del Al Assad y su familia a Moscú y el descalabro político de su gobierno, numerosas informaciones comienzan a salir a la luz. En medio del desconcierto de una catástrofe política como la que se ha verificado en Siria, mientras las aguas aún no se asientan y todo emerge con claridad, muchos dedos acusadores y sospechas se alzan contra amigos y enemigos, tratando de comprender la dimensión y las razones de lo ocurrido.
Es el caso de los iraníes, potencia clave del eje de la Resistencia y uno de los aliados centrales del derrotado gobierno sirio. Para Irán resulta clave la confianza de las organizaciones que componen el Eje de la Resistencia, de ahí que en las últimas horas han liberados una serie de informaciones de gran valor para entender lo que ha ocurrido en estas horas.
Así, la agencia de noticias iraní Fars destaca que uno de los principales factores que frenó la actuación de Irán en la última etapa del conflicto está en la actitud del gobierno de Al Assad. En una reunión en junio de 2024, el Ayatolá Jameini le advirtió al entonces presidente sirio sobre el fortalecimiento de los grupos terroristas, ofreciendo propuestas que fueron rechazadas. Aunque Irán continuó presionando a diferentes niveles, Al Assad optó por creer en las promesas de otros países árabes y de algunos gobiernos occidentales, que resultaron finalmente falsas.
Por su parte, el medio Middle East Spectator apunta que Irán, Hezbolá y otras fracciones chiíes pidieron permiso a Al Assad para abrir un frente en los Altos del Golán después del 7 de octubre para apoyar la resistencia en Gaza y Líbano, a lo cual el gobierno se negó, alegando que no quería arriesgar un conflicto abierto con Israel y poner en peligro los progresos de normalización diplomática con los Estados del Golfo.
El mismo Middle East Spectator se hace eco también de las declaraciones de un oficial iraní respecto a que su país advirtió al gobierno sirio, dos meses antes del inicio de la ofensiva del 27 de noviembre, que el grupo HTS se estaba preparando para hacer una movida, algo que el gobierno desestimó. Después de que HTS entrara en el oeste de Aleppo, Irán esperaba que Siria pidiera asistencia militar, y las tropas estaban listas para ello, pero dicha petición nunca ocurrió. Luego de la caída de Aleppo, cuando era evidente que ni Al Assad ni el ejército sirio tenían intenciones reales de luchar, Irán inició conversaciones diplomáticas con la oposición, para garantizar la salida segura de sus tropas de Siria.
Por su parte, según declaraciones de un oficial sirio refugiado en la base aérea rusa de Khmeinim, desde 2018 Rusia había hecho proposiciones al gobierno sirio para la modernización de su equipo militar y la reforma de sus fuerzas armadas, las cuales fueron rechazadas. Paralelamente, Turquía y otros miembros de la OTAN si fortalecieron a los grupos opositores, elevando significativamente su capacidad combativa. La situación se agravó con la destitución de oficiales sirios que habían luchado junto al ejército ruso desde 2015 y su sustitución en las zonas de combate por otros oficiales que se pasaron con facilidad al enemigo o se rindieron sin ofrecer resistencia.
Adicionalmente, el Ministerio de Exteriores ruso declaró que no tuvieron ninguna participación en la negociación de Al Assad con las partes en conflicto, marcando una clara distancia respecto a la vergonzosa capitulación del gobierno.
Apenas horas después del colapso, ya comienzan a verse los principales vencedores en esta situación. Netanhayu, junto a su plana mayor, declaró la caída del gobierno sirio como un resultado directo de los ataques aéreos de la aviación israelí. Inmediatamente ordenó a su ejército ocupar la zona desmilitarizada que separaba ambos países desde el fin de la guerra de Yom Kippur en 1974. Con la excusa de la seguridad, el régimen sionista ha ocupado durante las primeras 24 horas unos 20 kilómetros cuadrados de territorio sirio y bombardeado cientos de objetivos militares en el país, en un claro esfuerzo de desmantelar la estructura militar del otrora poderoso Ejército Árabe Sirio y garantizar que la nueva nación que emerja sea un enemigo mucho más débil, incapaz en la práctica de contener las apetencias territoriales sionistas.
Para la agenda norteamericana, la caída de Siria es no solo un golpe contra Irán y el Eje de la Resistencia, sino también contra Rusia, cuyos intereses en la región pueden verse muy afectados y, potencialmente, contra China, cuya influencia económica y diplomática en Asia Occidental puede verse muy disminuida por el ascenso de gobiernos pronorteamericanos en países claves. Adicionalmente, de estabilizar un régimen títere en Siria, podría lograrse el proyecto de un gasoducto desde los Estados del Golfo hasta Europa, disminuyendo drásticamente la dependencia del continente de los recursos energéticos rusos.
Turquía, quien también ha jugado sus cartas en todas las mesas, espera ganar de esta situación no solo anexiones territoriales, sino una solución definitiva al problema kurdo en el norte de Siria, donde los territorios controlados por el kurdo Ejército Democrático Sirio, han servido como base para el PKK en su lucha contra el estado turco. Es posible entonces que el tema kurdo gane relevancia en el futuro próximo tanto para Turquía como para toda la región.
Sin dudas la Siria que emergerá de este proceso será un estado más débil y fragmentado, con todos los ingredientes para el estallido de una guerra civil al estilo de la que ha azotado a Libia desde la invasión de la OTAN en 2011. El grupo en el poder es una organización fundamentalista islámica, uno de los monstruos creados y alimentados por Occidente desde los años setenta del siglo pasado. Y, a pesar de la operación de lavado de cara orquestada por los grandes medios cartelizados, es probable que veamos un retroceso en materia de derechos sociales y la emergencia de prácticas brutales, incluyendo linchamientos por cuestiones religiosas, políticas, de género, etc.
El Daesh y otros grupos fundamentalistas también permanecen activos en el país y es probable que, de darse una espiral de violencia como en el pasado, esta acabe extendiéndose también a países vecinos, como Iraq, Irán y El Líbano. El Eje de la Resistencia pierde un aliado con una ubicación territorial estratégica, dejando aislados a los heroicos militantes libaneses, que deberán reforzar aún más sus propias capacidades de producción militar internas, y dándole al imperialismo y sus testaferros locales una mayor capacidad para golpear a los países y organizaciones que adversan sus planes para la región.
(*) José Ernesto Novaes Guerrero, Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saiz (AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios de su país y el extranjero.