Por Carlos Pereira das Neves(*)
El clima electoral en nuestro país sigue templado. De a ratos pareciera asomarse una brisa, pero es tan solo la primavera. Alguno podría decir que era previsible, teniendo en cuenta lo que fue la campaña hacia octubre y que siempre “aquellos vientos trajeron estas tempestades”. Mucho más previsible si se acepta que el voto que se busca ahora es de “centro” o incluso votos que fueron a una parte de la derecha pero que perfectamente podrían elegir una versión frenteamplista moderada.
Como esa versión frenteamplista moderada ya la vimos en acción, difícilmente el contenido político varíe, se cambiará la estética y la simbología, pero el centro del mensaje va a seguir siendo el mismo. Y cuando me refiero a contenido político, aún sabiendo que en campaña nadie discute a profundidad ningún tema, estoy hablando de esos mensajes generales, que a grandes rasgos uno podría sintetizar en “vamos a hacer las cosas de otra manera, mejor”.
Por lo tanto, no habría que esperar ningún chaparrón. Capaz llueva un poco en el debate, lo mínimo indispensable para que se pueda generar algo de barro, que ojalá sirviera para la construcción pero está bastante claro que es parte del show. Un show redituable, en tanto producto y en tanto concepto. Una nueva instancia con la que se amortigua, se adoctrina, el pensamiento. Porque sería bastante ingenuo, y hasta maleducado, pensar que podemos ir a dar vuelta la mesa que nos armaron, que ayudamos a armar.
Una nueva misa en la que volvemos a profesar nuestra devoción por la normalidad, el sentido común impuesto, el diálogo. Un buen empate, firmado de antemano, para que después cada equipo puntualice en los goles que hizo o en las pifias de sus rivales. Y aun así, luego de prestarnos enteramente al juego, hasta podríamos salir perdiendo sabiendo que los programas deportivos que vendrán son todos de ellos.
Y es que nos han acostumbrado a transcurrir las campañas políticas sin hablar de política, reduciendo la discusión a frases que se puedan estampar en una placa. Pero lo perverso es que esto mismo es política, la no política es la política fundamental de los que trabajan para que nada cambie, para que nadie pida que algo cambie. Porque el problema no es la certeza de que el elegido pueda cumplir o no, pueda cambiar o no, el problema es que de hecho se borre la idea de transformación, la necesidad de transformación. Individualizando y generalizando la acción política en la suerte electoral de un individuo.
“Son todos iguales” opinan los que ya tienen su elección definida y “son todos iguales” también piensan los que no les convence ninguna opción, por eso la definición va a ser pareja. En un país con una concentración de riqueza cada vez mayor, con una amplísima población objetivo de un cambio económico profundo, con una sociedad que ha visto la denigración de la política y del bien común en los últimos 5 años…¿cómo es posible que la elección sea tan pareja? ¿cómo es posible que a los ojos de los electores no haya tanta diferencia? ¿por qué, justamente, la estrategia, los discursos, las opiniones y hasta los posibles ministros propuestos no son tan diferentes? ¿por qué se negó la diferencia? ¿por qué se luchó para que la diferencia pase lo menos desapercibida posible?
El triunfo del Frente Amplio parece ser muy posible, pasada la dinámica electoral – y yendo a contra corriente de la idea de una campaña continua- tendremos que seguir o empezar a proponer discusiones que sacudan esta calma chicha. Porque es intolerable y porque es derechizante, todas las opiniones que nos guardamos desaparecen y crece aún más la política del gesto, que de política no tiene nada. Porque incluso es contraproducente en el propio plano electoral, los Lacalle Pou, los Ojeda, y otros musculosos facheros que seguirán apareciendo, no son producto de una buena estrategia o de disparidad de recursos sino del vaciamiento de debate al que hemos contribuido.
El ejercicio de gobierno es una gran herramienta, pero si la política está ausente, si en el seno del pueblo no germinan las ideas de cambio, la herramienta va a obedecer finalmente a su amo, a la clase que la forjó, sin importar los actores de turno, por más firmes que en esos lugares se sientan.
Entonces, ni por estrategia electoral ni por planificación política hacia la transformación de las relaciones sociales de producción, va a ser un buen camino la ausencia de discusión, el planteo de ideas radicalmente distintas a las hegemónicas. Porque la única manera de correr el centro no es correrse hacia el centro, sino ubicarse en un lugar distinto, ser -al fin- referentes, representantes, pero de ideas que tengan que ver más con el 99% de la población que del 1% más rico.
Por lo que no esperen, no esperemos, un lago o un mar sin olas. Generemos las tormentas, las rachas fuertes de viento, como sean y desde donde sean, para no terminar atragantándonos con nuestro último soplido.
(*) Carlos Pereira das Neves es escritor, columnista y co-Director de Mate Amargo. Coordinador del Colectivo Histórico “Las Chirusas” y miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)