La soberanía alimentaría como un rumbo

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Por Ricardo Pose(*)

El 8 de setiembre es el Día Nacional de la Agroecología y en el Parque Roosevelt convocado por un conjunto de organizaciones vinculadas a una forma de producción no agro empresarial.

Conversamos con Carlos Brasesco tallerista de huertas comunitarias que integra el proyecto Plantar Comunidad, sobre los desafíos de la agroecología, el acceso a la tierra, la certificación de productos ecológicos y la aprehensión por parte de la gente de la apuesta a una producción más natural y humana.

Contame un poco que tarea comunitaria desarrollas y como empieza.

Bueno, te cuento, nosotros trabajamos como talleristas, como orientadores de huerta y tenemos un proyecto que se llama Plantar Comunidad, donde asistimos, trabajamos, damos talleres, generamos seguimiento, apoyo a lo que son huertas urbana, ya sea comunitaria, educativa o familiares también en diferentes espacios, más que nada en este momento en la área metropolitana, Montevideo, Canelones, básicamente por un tema de recursos, pero lo que se hace básicamente son talleres y procesos de seguimiento y acompañamiento a lo que son huertas urbanas y después se hacen cursos, talleres para gente que está interesada en el tema de la agricultura urbana, de la agroecología en espacios urbanos o periurbanos.

¿Cuánto hace están trabajando?

Arrancamos formalmente en 2014 cuando se crea un programa llamado Plantar es Cultura, que lo creamos en el MEC, después pasó de un Programa del Ministerio centralmente desde la Dirección Secretaría, después pasó a la Dirección de Educación y ahí trabajamos apoyando huertas Comunitarias, básicamente la demanda que había en ese momento que era en Montevideo y en algunos puntos del Interior, y se conformó después a partir de eso, el trabajo que se desarrolló de capacitación, apoyo con herramientas, con semillas, con plantines, con insumos, para el fortalecimiento de las huertas, se conformó después la red de Huertas Comunitarias y este programa estuvo funcionando del 2014 hasta fines del 2022.
Ya en el 2023 arrancamos con este proyecto que se llama Plantar Comunidad con el Centro Martín Luther King de Uruguay, que es como una continuidad de lo anterior, pero realizado desde la sociedad civil, con el mismo objetivo que es fortalecer y apoyar emprendimientos o proyectos de huerta comunitaria, sobre todo en el arranque del sistema de producción, como en la parte también organizativa, en lo que tiene que ver con la organización del trabajo, sobre todo en las huertas que son de carácter comunitario, vecinal, etc.

¿Estamos hablando de aproximadamente con cuántos proyectos, cuántas huertas?

En este momento nosotros estamos trabajando en tres, cuatro territorios de Montevideo con huertas, y después en la red de huertas comunitarias hay unas 50 huertas en todo el país, en Montevideo, en Salto, en Canelones, en Maldonado, en diferentes departamentos del país, son unas 50 huertas comunitarias.
Después hay un montón de otras huertas que tienen como demanda más puntuales, donde hay que hacer un taller sobre tal tema. Ahora estamos trabajando bastante en Capra, Tres Ombúes, Piedras Blancas y ahí nosotros lo que hacemos es trabajar con colectivos o con instituciones que están vinculadas a la huerta del área educativa, desde la escuela, un CAIF, hay huertas en diferentes centros educativos, formales y no formales. Todo lo que es el sistema de INAU, por ejemplo, donde están los clubes de niños, los centros juveniles, que también hay varios proyectos de huerta, algunos se trabajan más cotidianamente con ellos y otros más puntualmente, más a demanda.

¿Cómo es este proceso, sobre todo en las comunitarias o familiares, no tanto las institucionales, que de alguna manera hay como si querés, un público cautivo, pero en las comunitarias, cómo es el proceso de apropiación del proyecto por parte de los vecinos? ¿Son solamente consumidores o forman parte del proceso productivo?

Es muy variable, pero en general se trata de vecinos, vecinas de determinado barrio o vinculado a determinado centro. Porque como yo te decía recién, a veces surge la huerta comunitaria vinculada a una institución, pero después trasciende a lo que esa institución realiza cotidianamente y la huerta funciona de forma autónoma. Son grupos de vecinas, vecinas vinculándose a la huerta de diferente manera, pero sobre todo vinculado al tema en primer lugar, de producir un alimento para el consumo directo de los participantes.

Con esta motivación de primero reducir el costo de lo que se gasta en la compra de alimentos frescos, frutas, verduras. Esa motivación está presente a partir de la pandemia y toda la crisis social y económica, eso se globaliza por un tema que hay menos ingresos, o que los ingresos rinden menos, o el precio.

Entonces hay una necesidad de poder de repente ahorrar algún dinero en lo que es el costo de los alimentos básicos a través de producir parte de ellos. Eso por un lado, pero también es la otra cuestión que tiene que ver con esto de que la gente visualiza la necesidad de producir su propio alimento, por conocer cómo se produce el alimento, saber qué alimento consume.

Ahí viene toda esta cuestión de que las huertas tienen esa inspiración agroecológica de entrada, porque hay una necesidad de consumir lo que produzco porque conozco qué es lo que estoy consumiendo. Entonces ahí entran cuestiones de calidad de la producción, que sea orgánica, que sea agroecológica, que esté libre de residuos, que sea un producto más fresco, porque lo puedo cosechar y consumir inmediatamente sin que pase por toda la cadena de distribución que lleva que el producto que yo consumo, comprado en los supermercados, ya tenga una serie de propiedades que no lo hacen un producto del todo fresco.

Y también hay necesidad de participar de procesos de producción agroecológica en la ciudad, por un acto también de difundir prácticas, de que la gente al juntarse logra compartir esa necesidad que tiene de poder cultivar en su casa, de poder aprender a vincularse de otra manera con la naturaleza, con la tierra, de poder también darle a los hijos la posibilidad de conocer cuál es el valor del alimento, el valor de la tierra, el valor del vínculo con lo natural. Y muchas veces en la inspiración de acercarse a una huerta comunitaria pesa mucho eso. A veces, más allá de la cuestión más de ahorrar en la compra del alimento a través de la producción directa, todos esos objetivos se articulan de determinada manera y hace que la gente participe, se vincule en la huerta comunitaria, y ahí se generan procesos de conocimiento.

En esta práctica también se “siembra” otra forma de vínculos humanos.

Es que a veces pesa mucho el tema de reactivar espacios en los barrios que están degradados, que están no utilizados, baldíos o casas que están desocupadas, por ejemplo. Entonces también pesa poner en valor un espacio barrial que no se está utilizando o que se está mal utilizando, y que bueno, a través de una huerta comunitaria es una forma también de ponerlo al servicio de la comunidad.

Ahí entran procesos de organización comunitaria que van asociados a la huerta, y que tienen que ver muchas con la identidad del barrio, con la identidad de la zona, con el vínculo entre los vecinos que se genera. La gente en el barrio no se conoce tanto, pero después cuando se junta en la huerta, se conoce desde otro lugar y puede compartir un hacer en común que muchas veces no se da, porque cada uno vuelve va y viene a su trabajo y a veces se han ido perdiendo espacio de socialización, y la huerta pasa a ser un espacio más de socialización, donde además conviven varias generaciones, porque de la huerta puede participar la persona más mayor hasta los gurises. Entonces es como un espacio ahí de interacción intergeneracional que también no se da en otro lado y en la huerta se logra dar en algunas ocasiones. Entonces se valora también bastante eso.

Pero las características de los procesos en particular, varían muchísimo con la zona, con el proceso histórico que tiene la huerta. También una característica importante es que varía mucho la participación, digamos, en la huerta a lo largo del tiempo.
¿Porque qué pasa? La participación es voluntaria y es no remunerada, y es una participación que se realiza muchas veces en los tiempos libres que tienen las personas para poder participar en esto., entonces muchas veces los cambios en la cuestión laboral o en cuestiones de estudios o cuestiones de vida familiar inciden mucho en la participación. Entonces lo que pasa con esto es que el colectivo de la huerta comunitaria no es un colectivo del todo estable, entonces hay como variaciones importantes. En algunos casos eso se sobrelleva con organización y en otros casos no. Entonces ahí también pasa que hay huertas que funcionan un tiempo, dejan de funcionar, vuelven a funcionar, y hay otras que logran una sustentabilidad en el tiempo.

Más allá de que uno supone que efectivamente la posibilidad de un espacio para poder realizar la huerta es una es una precondición para el proyecto, ¿Qué visión en general tienen, qué datos tienen en este último tiempo del acceso a la tierra para la producción agroecológica específicamente?

Es un problema estructural. En realidad la producción agroecológica en el Uruguay es una producción que no es mayoritaria, que es muy minoritaria en cuanto a volumen y en cuanto a tierra asignada. Si uno considera el total de la producción familiar en Uruguay, es el mayor número de explotaciones, pero la tierra que ocupa es menor, y es cada vez menor en el global de la tierra. Si consideramos dentro de la producción familiar a la producción agroecológica, es todavía menor en términos de superficie y en términos de volumen de producción. Entonces queda mucho por resolver ahí todo el tema del acceso a la tierra para la producción familiar en particular y para la producción agroecológica también como una parte, de la producción familiar.

Si ahondamos un poquito más y vamos a la agricultura urbana, la agricultura que se da en las ciudades, ahí la cuestión es más compleja, porque en realidad los espacios que se ocupan son muy menores en términos de superficie.
No son huertas de gran superficie. Lo que sí se da es que la mayoría, en abrumadora mayoría de los casos, la huerta comunitaria están funcionando en espacios públicos cedidos, una policlínica o un espacio municipal, que se cede para hacer esa huerta comunitaria. Son muy pocas las huertas, por ejemplo, que están funcionando en terrenos o en inmuebles que son privados.

Siempre estamos hablando de espacios públicos que se reorienta su uso. Muchas veces hay un estacionamiento que no se está usando, por ejemplo, o un espacio en una escuela que no se usa, o un espacio en una policlínica. En otros casos en una facultad, en otros casos puede ser en un espacio municipal, que hay muchos espacios, a veces baldíos municipales que se utilizan para esto., más que nada de Montevideo. Después en otros lugares del interior se han logrado acuerdos a veces con propietarios privados, pero es la menor cantidad de casos.

Entonces el problema de acceso a la tierra es un problema, no hay política, digamos, de acceso definida en torno a esto, porque no hay como puede haber en colonización para el acceso a la tierra a nivel rural, en áreas urbanas y suburbanas. No hay una política de acceso a la tierra en ese sentido.

Las únicas políticas que se han sostenido en el tiempo tienen que ver más con el uso de los padrones privados de las casas de familia para poder plantar, con algunos programas que hay. Hubo en Rocha, también hubo en 33, que eran los programas de padrón productivo, que la intendencia de cada departamento te da un incentivo, una bonificación en la contribución inmobiliaria si tú ocupabas parte de tu terreno en cultivarlo.

Eso funciona y eso generó un registro, pero siempre padrones privados. Entonces en el acceso a la tierra hay una falta de políticas muy clara en cuanto a que no hay dispositivos específicos para que la gente pueda acceder a los espacios, más allá de esto que se hace en muchas veces ante la demanda de los vecinos, de la vecina, habilitar espacios que no se están utilizando nuestros usos para destinar la huerta comunitaria.

En esta gestión de gobierno ha habido algunas dificultades o algunas trabas, sobre todo por un cambio de la visión desde el Ministerio de Ganadería con respecto a la implementación del Plan Nacional de Agroecología.

La ley se aprobó sobre finales del periodo anterior, la Ley de promoción de los sistemas de producción con base agroecológica, la Comisión de Implementación del Plan Nacional de Agroecología, que era como el plan que aterrizaba los contenidos de la ley, que iba a proponer políticas, acciones, estrategias de desarrollo para la agroecología a nivel nacional. Esa comisión siguió funcionando, cambió obviamente la presidencia porque en realidad eso lo presidía el Ministerio de Ganadería, entonces cambia la dirección de esa comisión, pero en realidad la comisión funciona, se elabora el Plan Nacional de Agroecología, que elabora el documento formal que se publica.

Hay varios desencuentros y discusiones en torno a lo que el plan debería contener y no debería contener, pero se llega, en términos de redacción, a un plan que se publica. Pero no se dota a ese plan de un presupuesto específico. Lo que sí se hace es conseguir algunos fondos de financiamiento externo, para hacer algunos llamados para apoyo a producción, pero algo muy limitado.

Y además se genera como una estrategia que se llamó como de Difusión de la agroecología o del Plan de Agroecología, que se hace en todo el país, como talleres de difusión de lo que es el plan y de lo que el plan implica en cuanto a la promoción de la agroecología. Pero ahí hay, como tú decías, una falta de apoyo concreto a lo medular del plan que era favorecer las transiciones, que es como cómo se logra que más cantidad de productores de sistemas de producción hagan un proceso de cambio desde la producción convencional, digamos, a la producción agroecológica.

Y esa transición requiere apoyo, requiere subsidio, requiere crédito, asistencia técnica, diferentes formas de financiamiento, tierra, por ejemplo, muchas veces acceso a la tierra y todo eso como que quedó bastante en el debe. Es un sentir bastante generalizado de todo el colectivo agroecológico y en particular un área que no fue atendida prácticamente en el área de la agricultura urbana, o sea que es un área que en realidad desde la política pública todavía falta mucho para poder incorporarla al apoyo estatal, digamos, el programa preventiva yo te comentaba no siguió funcionando, que era un programa que si bien bastante pequeño en términos de presupuesto, era un programa específico de apoyo para la agricultura urbana.
Han habido algunos apoyos desde OPP, pero han sido apoyos muy puntuales, y se entiende que la agricultura urbana debería estar incorporada dentro de este plan de promoción de la agroecología, el Plan Nacional de Agroecología, por un tema de que la agricultura urbana en general en el Uruguay ha seguido los principios de la agroecología por propia definición. La propia red de huertas comunitarias ha adoptado la agroecología como definición constitutiva desde su fundación, hay como una intención de las huertas comunitarias de adoptar la agroecología, por tanto se entiende que debería estar ahí en ese marco el apoyo a lo que es la agricultura urbana.

Falta institucionalidad, porque una cosa que pasa que la agroecología hoy no tiene una institucionalidad dentro del estado más allá de este Plan Nacional de agroecología, pero no hay un ámbito institucional concreto en el cual se pueda referir la producción agroecológica, no hay una secretaría de agroecología, no hay un programa nacional de apoyo a la agroecología, que es un tema sensible para pensar para adelante cuál es el anclaje institucional de la promoción la agroecología una vez que está el plan establecido en un documento. Creo que ese es un desafío importante para adelante.

¿Y vinculado a eso te quería preguntar, cómo viene el tema de la certificación de los productos agroecológicos?

Claro, ese es uno de los temas que la falta de ámbito institucional complejiza, porque en realidad la certificación hasta el 2020 se venía realizando básicamente mediante un sistema de garantías que lo realizaba la Red de Agroecología del Uruguay, que venía funcionando con sus problemas que tiene toda su certificación, pero venía funcionando en base a un Decreto del Poder Ejecutivo. Entonces a partir de ahí se empieza a desmontar todo ese proceso de certificación por parte del poder ejecutivo y hoy tenemos como una carencia y un vacío de certificación donde lo que yo desde mi punto de vista creo que se requiere primero tomar como definiciones de cuál es la certificación que se necesita para el Uruguay en materia de certificación agroecológica.

Soy un defensor de los sistemas de garantía participativo, o sea sistemas de no de tercera parte, una consultora a certificar al productor para que después el productor lo venda ese producto, que eso está muy vigente en muchas partes del mundo, pero no es un sistema que brinde demasiada garantía para el consumidor y que suele ser bastante oneroso para el productor. Entonces, en Uruguay, ya hace muchos años, la red Agroecología y el movimiento agroecológico había optado por el sistema de certificación participativa, que implica que en realidad, cuando se definen los criterios para ver qué certificar, qué criterios se utilizan, bueno, ahí participan no solamente participan los productores, participan los consumidores, participa la sociedad civil, sino hay una definición más política y no solamente técnica de los criterios de certificación.

Y después eso sí tiene una faz técnica, que es la ejecución, cuando se ejecuta y se observa si los criterios definidos se cumplen o no a nivel de campo, bueno, si realmente los procesos de producción son agroecológicos o no, qué productos utilizan, qué productos no se utilizan, qué procesos se llevan adelante, y ahí se establece la posibilidad de que estés dentro de los parámetros la certificación o no. Ahí hay una serie de normas que son internacionales, hay algunas normas que pueden ser nacionales también.

El ocho se van a juntar en esta actividad por el día nacional de la agroecología. ¿Cuáles son las expectativas de este encuentro?

Básicamente es una primera instancia de encuentro y celebración también de lo que es un día de la Agroecología, en esto de ayudar a visibilizar todo lo que es el movimiento agroecológico, que va más allá de la producción, que tiene que ver con el Mundo del Conocimiento, con el mundo de lo social también, de todo lo que implica entre colectivos que interactúan entre sí, poder visibilizar, poder poner en agenda también el tema de la agroecología, y poder mostrar también, poder mostrar lo que se hace, lo que se produce, tanto en términos de producción primaria, como en productos elaborados, como en cuestiones vinculadas a la gastronomía, a la cosmética natural, a la farmacia natural, a diferentes procesos que se dan en la agroecología, en lo productivo y también en lo social, territorial.                                    La agroecología también como ese enlace de territorios rurales y urbanos inspirados en la misma lógica.

(*) Ricardo Pose es Periodista en Caras y Caretas, Presidente sector Prensa Escrita (APU). Columnista en Mate Amargo, CX 40 Radio Fénix, Radio Gráfica, Tierra de periodistas Rocha FM, Notero en Telesur y tvg China

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