Por Odalis Acosta Góngora (*)
Por la furia con que batían los vientos, Yaddiel sabía que al amanecer del siete de noviembre, su casita ya no estaría.
El joven de 26 años de edad, decidió, junto a su numerosa familia, evacuarse donde unos vecinos cuya vivienda ofrecía mayor seguridad. Se anunciaba que Rafael entraría por el occidente cubano siendo un huracán de gran envergadura, y así fue.
Yaddiel es de pocas palabras, pero su dedo índice, apunta derechito por la guardarraya, hasta que la vista choca con cuatro postes de madera clavados en la tierra, y de extremo a extremo de estos horcones, paredes improvisadas con tela, pedazos de plástico, madera vieja o trozos de metal, levantadas como pudo para que su mamá, sus hermanas y sobrinos, tuviesen, al menos, un techo para protegerse del sereno de las frías noches y los caluroso rayos del sol.
Así pinta el panorama en Finca San José, un barrio cuyos habitantes viven en condiciones de vulnerabilidad, ubicado a las afueras de San Antonio de los Baños, en la provincia de Artemisa, donde el huracán Rafael no hizo visita de cortesía.
En San José, más de 30 viviendas sufrieron derrumbe parcial o total, y algunos de sus convivientes permanecen evacuados en casas de familiares y amigos, porque eso sí, gente pobre pero muy solidaria.
Ayuda con sabor a mate
Apenas habían transcurrido horas del destrozo ocasionado por Rafael, y un huracán aun mayor tocaba la puerta de los artemiseños, solo que esta vez, las rachas en lugar de vientos venían cargadas de cariño y hermandad.
Julieta García me hizo la primera llamada y tras mi consentimiento, Gabriela Cultelli toma el control del diálogo.
Solo sabía que me escribía desde Uruguay y que tenía la intención de juntar algo de dinero para comprar, de manera online, algunos alimentos como leche en polvo, cosa que también hicieron cuando el huracán Óscar se ensañó en las tierras orientales de Baracoa.
Supe entonces de la existencia de la publicación Mate Amargo, y de estos grupos geniales que se hace llaman Creadores por Cuba y Libertadoras.uy del capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, y claro está, la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) con su habitual altruismo para servir de mediadora.
Todo ocurrió muy rápido: la colecta monetaria, la compra de varios tipos de leche, atún, huevos, aceite y compota para los más pequeños, la entrega segura y eficiente por parte de la agencia, y hasta la gestión del transporte por del Consejo de Defensa Municipal, para trasladar la mercancía a los damnificados.
En total, se confeccionaron 92 módulos (canastas o bolsas de alimentos) que beneficiaron a 30 núcleos familiares, 43 menores de edad y 19 personas de la tercera edad.
No todas las princesas viven en un cuento de hadas
Como casi todo el vecindario, Josefa Alcolea, nació en el oriente cubano, específicamente en Santiago de Cuba, aunque en Finca San José lleva el tiempo suficiente para que todos la respeten y admiren.
Le dicen Muñe, y el día de nuestra visita, permaneció encerrada en su humilde vivienda, porque un mal gesto le provocó un fuerte dolor muscular que le impidió acudir, de manera personal, a recibir su módulo de alimentos, fruto de la solidaridad con hermanos uruguayos.
Su casa también fue dañada por los embates de Rafael. Nos muestra la pared que le arrancó, justo donde se encuentra la cama y el colchón que aún huele a humedad, a tantos días del evento.
Cuenta entonces que Modesta le dio abrigo en su casa mientras Rafael destruía todo a su paso. “A toda esta, yo le pedía a mi Dios que me resguardara lo mío, que no me llevara mi casita, porque después, dónde me meto”, cuenta ya más animada.
Y es que la Muñe no es mujer de tirarse a llorar en un rincón, así que ella misma, con sus 70 años cumplidos, levantó paredes, escurrió sus pertenencias y se dispuso a reparar los daños.
Todavía sin fluido eléctrico, no sabe si podrá volver a ver las novelas que tanto le gustan porque el televisor se le mojó, y es tan extrema la humildad de esta cubana, que al interior de la vivienda, dos piedras y pequeñas ramitas de los árboles, sirven de fogón para cocer los alimentos que consume, por estos días de incertidumbre, donde aún duele el panorama desolador dejado por Rafael.
Agradecimiento infinito
Cada gesto, por pequeño que parezca, es motivo de agradecimiento, dice Yarelis Cáceres Lemus, mientras recibe la ayuda alimentaria que se distribuye entre los damnificados de la Finca San José.
Es joven aun pero conoce, por tercera vez, la elevada responsabilidad que implica ser madre.
Observa a su alrededor para describir en qué condiciones quedaron las plantaciones de plátano y de otros alimentos agrícolas que se perdieron de manera total, entonces, “la ayuda que hoy estamos recibiendo viene muy bien para alimentar a nuestros hijos”, puntualiza.
Al lado de Yarelis, está la mamá de Bryan, un niño de 10 años que presenta retardo en el aprendizaje y ahora debe consumir “haloperidol”, un medicamento que está en falta, porque las consecuencias del bloqueo económico, comercial y financiero a Cuba, también se observa en la red de farmacias.
Bryan tiene un hermanito de cuatro meses y una hermana que ya cumplió 13 años de edad, también por ellos, su mamá agradece, de manera infinita, la entrega de los módulos que ayudarán a la alimentación de sus hijos.
La Finca San José, es una de las 48 comunidades que en la cubana provincia de Artemisa, intenta modificar sus condiciones de vulnerabilidad. Muy próximo a las márgenes del Río Ariguanabo, su gente trabaja en diversos sectores, entre ellos, la agricultura. Es un asentamiento rural, con un número significativo de viviendas precarias, familias de numerosos integrantes y un poder adquisitivo que no cubre las necesidades.
La sencillez de sus habitantes, mayoritariamente orientales, dejó escapar el deseo de regresar para degustar el rico aroma de una taza de café, o hacer, quién sabe, el tradicional ritual del mate uruguayo.
(*) Odalis Acosta Góngora, Periodista cubana. Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba en Artemisa. Fue merecedora del Premio Joaquín Nicolás Aramburu en la especialidad de radio, por tres ocasiones y posee la Distinción Félix Elmusa. Es miembro del ejecutivo provincial de la UPEC. Relevante ha sido su trayectoria como redactora reportera de prensa en Radio Ariguanabo, Radio Artemisa, así también como corresponsal de Radio Reloj, Radio Progreso y Corresponsal Jefa de la Agencia Cubana de Noticias.
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