Por Gabriela Cultelli (*)
¡UTAA, UTAA, por la tierra y con Sendic! Gritábamos a coro con mis amigas y amigos, niñas y niños que venían en la marcha. Al cumplirse por estos días aniversario de parte de aquellos sucesos, de las marchas cañeras y la represión de que fueron objeto, quisimos traer a Olga Almada Castro, la hija del “Chancho” Almada y de Doña Eva, hermana del Cacho, de la Telo, Adán, Raul, Gil y Graciela Almada. Aquella niñita que Handler en su documental muestra con sus pies descalzos. Y nos juntamos también con Rita, mi hermana mayor y de alguna manera también la de Olga, para que nos ayudara a rememorar un poco, aquella historia que fue también una historia de niñas y niños.
Olga Almada: Tengo cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Me llamo Olga Violeta Almada Castro. Ahora vivo en Punta del Diablo, antes en La Coronilla, pero nací el 23 de julio de 1958 en Bella Unión. En la gran pobreza de mis padres de aquella época, la pobreza de todos los cañeros. Papi trabajaba en Cainsa por aquellos años.
Gabriela Cultelli: El nacimiento de Olga, nos recuerda aquel que dicen que nació en un pesebre. ¿Te acuerdas lo que contaban tus padres?
Olga Almada: (ríe con franqueza) Cuando mi madre empezó con dolores, tuvo que parir sobre un cuero de oveja. No llegó al pueblo donde podría haberme atendido alguien. Y el partero fue mi padre y un amigo de papá que estaba ahí y ayudó. Mi padre me cortó el ombligo. Después de eso para protegerme, me envolvió en una hamaca.
Gabriela Cultelli: Hubo también otro Almada pequeñito que murió de bebé por eso que llaman “enfermedades de la pobreza”. Cuéntanos un poco más de Bella Unión, de la marcha. ¿Recuerdas?
Olga Almada: El bebé que murió antes, fue entre yo y la Telo, entre nosotras dos. Ahí hubo un fallecido que se llamaba Gil también.
Recuerdo poco, yo era muy chica. Después de la marcha del 64’/65’ nos vinimos a vivir a la Coronilla porque mi padre quedó en las listas negras y ya no conseguía trabajo.
En Bella Unión vivíamos en una casita que tenía unos árboles adelante, de dos piezas. Y ahí, cuando nos fuimos quedó. Lo que recuerdo más fue cuando nos fuimos caminando de nuestra casa hacia el ferrocarril. Después miramos, recuerdo que miramos con mami hacia atrás y se nos hizo largo ese pasaje.
Llegamos a Montevideo. En la marcha cañera, hasta el palacio. Íbamos por una calle larga.
Gabriela Cultelli: Yo recuerdo una noche que mi padre nos llevó al campamento cañero, luces tenues y fogones, mi hermana era más grande y recuerda que se quedaban a dormir allí, las cercanías del Palacio Leislativo donde nació, y hasta el día de hoy, esa amistad con Olga.
La represión agarró a Olga, su madre y hermanos protegidas en un local sindical, pero otras niñas sufrieron las consecuencias directas, por ejemplo, Ana María Silva que con solo 14 años recibió un balazo en la pierna que la dejó lisiada para el resto de su vida, o Matilde Severo, que con 4 o 5 años, cuenta que “Empecé a llorar, no paraba, quería ir con mi madre y me acuerdo que los chiquilines se pusieron nerviosos y me llevaron al Palacio [Legislativo]. Cuando quise [acordar]estaba entremedio de las patas de los milicos de la republicana, cuando vi a mi madre me prendí de la pollera, porque usaba pollera larga, y ahí podía haber quedado ahí nomás porque… el impacto que te causaba la violencia que había ahí, yo andaba entremedio de las patas de los caballos de los milicos. [Después] siempre me generó ver la republicana como que te queda, te choca un poco. Fue una represión muy grande” (“Memorias a la intemperie: la primera marcha por la tierra en Uruguay” de Agustín Juncal Pérez). Y si, te “queda” como dice Matilde, yo tendría tambien 5 años y recuerdo, y allí rememoramos con Rita, la represión a la marcha cañera del 68’, mi angustia al oír las detonaciones, gritos y el nerviosismo de los locutores radiales sabiendo que allí estaban mis padres, y la alegría eufórica de mi hermana que pensaba que “los cañeros estaban ganando”, el regreso con mucho nerviosismo de mi madre (Isabel Delfino) que relataba haber perdido a mi padre (Andrés Cultelli), que la última vez que lo había visto, él corría saltando una valla delante de un caballo que por suerte detuvo un cañero de una pedrada, que ella se había tratado de resguardar al lado de un muñeco gigante que representaba a un chancho con un cartel de Oligarquía Latifundista y un gorro yanqui, pero que de pronto empezó a estallar con los petardos que tenía dentro, y se vino con todo la represión.
Olga, ¿qué pasó después de esas luchas?
Olga Almada: Después de ahí, me acuerdo que fuimos con tu padre y Raúl (Sendic) y nos llevaron a un ómnibus, la Onda se llamaba en aquellos tiempos, para La Coronilla, y allí tu viejo y Raúl habían preparado un ranchito para papá y nosotros. Ahí pasamos las de Caín. Pasamos muy mal porque no teníamos dinero. Entonces lo que hacían tu padre y Raúl con papá, era trabajar, juntaban mejillones y nos hacían sopas de mejillones con rabanitos, con de todo, verduras que ponían a la comida. Nosotros no teníamos ni cucharas, agarrábamos las ostras grandes de mejillón y con eso comíamos.
Y bueno, pasamos ahí las mil peripecias. Después se llevaron preso a papá por más de un año. Y nos ayudó la gente del Parador de La Coronilla (Rubén Pereyra), nos mantuvieron mucho tiempo hasta que papi salió. Yo era muy chica y no fui, no pudimos ir a ver a papi. Pobre papi. Mami tenía a todos nosotros por delante y no tenía plata. Y bueno, se la jugó solo papá. Te repito, nos ayudó muchísimo, muchísimo el que tenía el hotel del Parador de La Coronilla, no hizo faltar la comida, nada. Comíamos como ricos, no teníamos falta de nada. Íbamos a la escuela. Faltamos la mitad de las veces porque nos decían cosas de papi y no queríamos ir a la escuela. Y mami, pobre mami, no podía hacer nada. Solamente nos mandaba a la escuela, nosotros íbamos y volvíamos llorando porque en aquel entonces éramos hijos de “sediciosos”, nos decían de todo en la escuela, me acuerdo.
Gabriela Cultelli: Si, nos decían de todo, que eran asesinos, ladrones, pero en mi caso mi abuela me enseñó a responderles “mi papá es tupamaro y a mucha honra”, y tenía un primo grandote, aunque también niño, que nos defendía a piñazos. Pero sigue contando, ¿qué pasó después?
Olga Almada: Bueno, volvimos a pasar otra etapa de la vida enfrentando la situación en La Coronilla, allí en el pesquero, hasta que papi salió, que lo sacó Rubén Pereyra bajo fianza, pero estuvo un año y medio preso y luego volvimos a la normalidad. Después volvió a caer Papi. Yo ya tenía 13 años y ya empecé a trabajar y ayudar a mami a mantenernos, junto con mis hermanos Adam y el Cacho. Le dábamos el dinero a mami para que mantuviera a todos, el resto eran muy chicos. Graciela, mi hermana, tenía dos años y Gil tenía unos añitos más, además Raúl y la Telo, que ayudaban en la casa.
Vimos otra vez caer a papá. Sin saber, un día X, papi andaba en la vuelta. Entonces, de repente llegaba la noche, papi seguía caminando, volvió y nos acostó. Fue la vez que lo llevaron por última vez. Papi le dice a mamá “Acuéstate, vieja” porque no se quería acostar. Papá estaba parado en la puerta. Me acuerdo como el día de hoy. De repente dice. “¿Qué hacen acá?” y ahí entró la represión. Un cabo de La Coronilla, no dejó entrar al rancho al ejército, yo sentí que dijo: “No entren, por favor, que hay niños” Y no entraron. Quedaron afuera esos perros. Y papi dijo “¿Qué quieren conmigo?” Y mami le dijo “¿Qué, viejo? ¿Qué pasó, viejo?” Ahí lo hicieron esperar un poquito, mientras papá nos miraba de la puerta del cuarto y no nos decía nada. Dio media vuelta y lo llevaron y nosotros salimos atrás de él, pero los milicos no nos dejaron acercar. Entonces lo vimos desde casa hasta que llegó a la camioneta que estaba en la playa porque vivíamos pegado a la playa. Ahí lo llevaron, ahí le pusieron una capucha en la cabeza y lo llevaron.
Nosotros quedamos desesperados, desesperados. Pero antes de eso ya teníamos todos los milicos contra las ventanas, con las metralletas contra nosotros y nosotros con miedo. Me acuerdo como el día de hoy que miraba por la ventana y veías a esos perros, dos, tres o cuatro perros, lleno de milicos, los verdes. Y eso nos dio un poco de fuerza, de miedo que no se nos pasó hasta que se fueron. No nos acostamos más.
Cuando amaneció salí hasta el pueblo de La coronilla, a la comisaría, a preguntar por papi y ahí me dieron el cinto y el sombrero de él, y yo dije “¿lo mataron?”, “No te podemos decir nada”, me dijo y me mandaron para casa. Me fui para casa, le llevé el gorro y el cinto a mami y ahí empezamos la lucha nuevamente y hasta el resto de los diez años que estuvo. Mucho trabajo, nos discriminaron muchísimo la gente. Pasamos mucha hambre porque no teníamos dinero. Si no trabajábamos nosotros no podíamos sobrevivir. Y bueno, así fue la lucha hasta que empezamos a ir a verlo a Montevideo.
Primero salí yo sola con 14 años a buscarlo, porque no nos decían dónde estaba hasta que lo encontré. Y después de ahí siempre íbamos con mami a verlo. Y vivimos peripecias en la entrada (del Penal de Libertad) porque nos hacían estar bajo el sol, por ejemplo, a mí se me partían de dolor las muelas. La verdad que con lo que yo escucho a las otras personas, no pasamos mucho nosotros. Había una chica, me acuerdo que era la peor y agarraba a la Graciela mi hermana, cuando le tocaba llevarla a mami y le decía a papi riéndose “no te quiere a vos, no te quiere” y le tomaba el pelo y la arrimaba a papá y la Graciela no lo quería porque tenía dos años, no sabía quién era aquel hombre de mameluco. Nosotros, ya sabiendo cómo era la cosa, no podíamos hacer nada.
De a poco se va recuperando todo eso, esas cosas… recordando, hablando con uno y otro, los que saben o vivieron esas cosas. ¿Viste qué lindo? cómo vuelve a la mente.
https://agu.udelar.edu.uy/cine-y-sociedad-las-marchas-caneras-de-los-sesenta/
http://archivosdocumentales.udelar.edu.uy/index.php/en-marcha
http://archivosdocumentales.udelar.edu.uy/index.php/aih-3-se-070
(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y co- Directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH)
Foto de Portada es Olga Almada de pequeña, tomada del documental “Cañeros” del cineasta uruguayo Mario Handler, 1965
Composición fotográfica del cuerpo del artículo es a la derecha Almada (padre de Olga) y Adán Almada (hermano de Olga) y a la izquierda Eva Castro (madre de Olga) tomada del documental “Cañeros” del cineasta uruguayo Mario Handler, 1965.