Convirtiendo la lástima en oportunidades

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@mateamargouy

“Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,

ella pondrá dos piedras de futura mirada

y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan

en la carne talada.” – Miguel Hernandez

David Graña

¿Cuántas historias de resiliencia humana conocemos? Seguramente muchas. Algunas son inspiradoras según que tan de cerca nos toquen y otras simplemente pasan ante nuestros ojos sin más, porque como las vacunas, los medios y las redes nos inoculan historias de vida de todo tipo y color, logrando a veces el efecto adverso al que supuestamente apuntan que es inspirarnos.

Ahora la posta está en nuestras manos, ya que la pandemia por ser una situación atípica nos deja parados en un punto de inflexión histórico, donde las soluciones claramente no vienen -ni vendrán, al parecer- del poder político.

Es por eso que somos nosotros, el pueblo, quién debe apuntalarse a sí mismo para salir del pozo, uniéndose, empatizando, juntando corazones para generar concordia.

«Porque nada podemos esperar sino de nosotros mismos» como dijo un gaucho rebelde hace tiempo y siento que esta frase escalda la verdad de los tristes y grises días que nos toca vivir.

Hace poco, conocí la historia de Jessica Lauser, una ajedrecista norteamericana que lucha contra la discriminación silenciosa de un sistema que premia el éxito y la brillantez siempre y cuando el fin sea la fama y el dinero; la letra chica explica que si no entramos dentro de ciertos cánones no escritos, tocaremos un techo de cristal que nos impedirá alcanzar logros destinados a los que recorren el camino marcado como hegemónico.

Claramente Jessica no entra dentro de esos cánones: es una mujer de 40 años, con una discapacidad visual severa que perfeccionó su ajedrez -sobre todo en blitz- en las calles de San Francisco, San José y Washington y no en alguna encumbrada academia. Pero aún así, su espíritu de lucha se abre paso ante la adversidad y sueña con ir a las olimpiadas de ajedrez de Rusia 2022.

Lauser, que ahora vive en Kansas City y trabaja para el Servicio de Impuestos Internos, ha vivido en un número asombroso de lugares, ya que su ceguera le ha dificultado conseguir un trabajo estable a pesar de tener dos licenciaturas (una en historia y otra en idioma ruso).

Jessica ha estado sin hogar durante el último año. Es un tema muy delicado para ella.

“Es frustrante no tener una oportunidad justa por cómo nací”, dice y para mantener su elegibilidad para el Seguro de Discapacidad del Seguro Social no puede ganar más de 2110 dólares al mes.

“El límite es difícil y rápido”, señala. “Me he mantenido en la pobreza a pesar de que siempre he trabajado. Por eso juego al ajedrez, porque me ayuda a sobrellevar todas estas cosas que no puedo cambiar”.

Más tarde, agregó: “No quiero lástima, sino oportunidades. Solo quiero ser igual”.

Como Jessica, muchas y muchos viven a la sombra de las condiciones con las que les tocó nacer, para ellos la esperanza no es la meritocracia, la esperanza somos nosotros, porque ellos son parte de nosotros y será nuestro vivo reflejo las acciones que tomemos para torcer el destino a su favor.


Fuentes:

Fuente 1

Fuente 2

Fuente 3

Fuente 4

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