David Graña
Los jóvenes Klara y Lazslo tenían muy claro que su amor iba a cambiar el mundo, ya desde el principio de la relación comenzaron a trabajar en la esperanzadora idea de que un mundo mejor basado en el amor y el conocimiento era posible.
Ese amor, no era solamente de uno hacia el otro, era una construcción de amor futuro, que cambiaría el rumbo de la historia del ajedrez para siempre.
Sus tres hijas y sus ganas por cambiar los paradigmas educativos establecidos fueron el motor para darle un giro revolucionario a una de las estructuras educativas más sólidas de Europa, la húngara.
Susan, Sofia y Judit fueron educadas en su casa, jamás pisaron una escuela ni un liceo salvo una vez por año para rendir – y aprobar con brillantez- sus exámenes, claro que esto no significaba una negligencia de sus padres -ambos pedagogos- que habían planificado minuciosamente la educación de sus hijas para que estas tuvieran una educación integral, completa y fuera de lo común.
Arte, filosofía, música, historia, idiomas y demás ramas del conocimiento fueron hilvanadas por ambos padres con un hilo poco común: el ajedrez.
Efectivamente, a través de un juego las hermanas Polgar aprendieron durante su infancia y juventud ciencias y disciplinas que las llevaron a ser -entre otras cosas- tres de las más brillantes ajedrecistas de la historia, además de políglotas y conocedoras de la cultura global.
Las tres son grandes ajedrecistas, convirtiéndose en competidoras de élite desde muy temprana edad, rompiendo el cerco invisible que los hombres le habían puesto a las mujeres en el juego ciencia, ya que, no participaban casi en campeonatos femeninos sino que se integraban a los campeonatos absolutos para destronar a los ajedrecistas que consideraban ese su espacio hegemónico y por tanto, desataron una revolución con rostro de mujer en la década de los 80.
Las hermanas Polgar, Susan, Judit y Sofía, representando a su país ganaron las medallas doradas en las Olimpíadas de Ajedrez en Tesalónica (1988) y Novi Sad (1990) relegando a la segunda colocación a las jugadoras soviéticas que acumulaban 25 años de reinado ininterrumpidos en las competencias femeninas. El logro de las niñas fue acompañado por la prensa especializada que tituló “El equipo Polgaria” como sinónimo de Hungría.
La más pequeña, Judit (quien hoy cuenta con tan solo 44 años) logró derrotar a 10 campeones mundiales, siendo su victoria más trascendente la obtenida frente a Garry Kasparov quien habría dicho antes de la partida que una mujer no lograría vencerlo y aceptando luego de su derrota su terrible equivocación reflejo de la cultura machista imperante en el deporte de las 64 casillas.
Las tres hermanas, criadas en su casa, alejan también los prejuicios de que su socialización fuera afectada por su crianza: extrovertidas, cultas, de mente abierta y enemigas de producir noticias chirriantes a pesar de su fama.
En esta partida, Judit juega Dxf8+ y las negras abandonaron. Seguramente cuando descubran el por qué disfrutaran como lo hice yo de una de las mentes más brillantes del ajedrez.
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