Prosa poética cubana y alamareña

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Por Gabriela Cultelli (*)
Dibujos Adán Iglesias Toledo (**)

Hoy traemos los escritos de Daniel Iglesias García. Cubano, el hijo de Adán, nuestro dibujante, y de Julieta García también periodista, hermosa y resiliente familia cubana. De esas familias que, como tantas y tantas otras, todos sus integrantes tienen menos edad que el bloqueo impuesto por su vecino imperial, EEUU.

Viven en el populoso barrio de Alamar (La Habana), y David es el menor de todos, también martiano y revolucionario. Ella, la madre y todos tan porfiadamente cubanos como aquel líder suyo (nuestro Fidel), que los muchachos mucho no conocieron, pero los padres sí y al que Eduardo Galeano refería destacando su “tozuda voluntad” y su “anticuado sentido del honor” de “caballero que siempre se batió por los perdedores, como aquel famoso colega suyo de los campos de Castilla”.

¿Será que el mismo sentido del honor late en sangre joven? ¿Será que Daniel y la pasión de adolescente que se observan en estos, sus escritos, son aleteos de tiempos que pasaron y que vendrán? Tan joven como alguna vez lo fuimos todos, todas, Daniel descubre su alma apasionada que palpita en la Cuba que quiso ser y de alguna manera lo fue y lo seguirá siendo, siempre que continúe susurrándonos vida de esta manera.

Y para que el lector aprecie la convivencia tierna, pacífica y fogosa en una Isla de la cual se dicen tantas cosas, pero pocas veces se deja traslucir su alma enamorada, porque lo personal siempre es político, presentamos a continuación la prosa poética de este joven de tan solo 15 años, del amigo, de Daniel, en el marco de esta política nuestra de impulsar y presentar lo nuevo:

I

Ella… ella no quería ser salvada pero sus ojos gritaban ayuda. No era una princesa de las que buscan ser rescatadas, pero estaba atada a las yagas producidas por armas agudas. El filo de santas palabras que en el pasado ignoró tanto marcó en el presente su llanto escondido en el de una chica ruda. Y era romántica, más romántica desnuda pero el verla desnuda pasó tanto que ya en amar caía la duda. Había pasado por tanto y sufrido por tan poco que los hombres ya le daban asco y les respondía con frases cortantes y crudas. Pero ese chico… no era especial, más bien diferente y su falta de habilidad lo hacía hábil entre la gente. Carecía de agilidad para leer entre labios y dientes, pero si algo pudo notar es que pedía ayuda la chica de enfrente. Él buscó la rosa donde ella veía, donde ella veía un callejón él encontró la salida. Para ella él fue pasajero, para él ella duró una vida; uno la sacó de su llanto y otra dejó una herida.

II

Dentro de lo basto y diverso de este universo inmenso divisé una galaxia lejana, vi la explosión de una supernova, el nacimiento de una estrella enana, vi nebulosas y vi cometas; pero cuando volví a la Tierra me di cuenta que eres la cosa más hermosa del planeta. Y si en México le dicen a la verdad la neta, pues la neta es que mi alma de poeta tú la completas. Mi meta, tú y yo viendo una lluvia de cometas e ir contando meteoros, de un momento a otro mirarte a los ojos y decirte que eres oro. Al verte me di cuenta que me enamoré de un astro, porque brillas con luz propia en mi cielo dejaste rastro. Y podrán decir que he vuelto a caer y que pensando en ti he escrito, yo respondería un “puede ser”, pero sería mi porque el que tendría que volver a nacer para olvidar lo que en tu rostro he visto.

III

Amante de la espina más que de la rosa, dedicando todo el verso a la flor, pero enfocándose sólo en una cosa: el dolor. Maldigo a aquella flor, imposible olvidar como desgarra mi piel, pero me encanta su olor, es capaz de mi prosa volverla canción. Aquella ocasión, que venía del parque y la encontré en el jardín, pude haber mirado un clavel o quizás enfocarme en un jazmín, pero si ese hubiera sido el caso a lo mejor sería más feliz. Pero no es fácil, el rojo en sus pétalos se hace suficientemente atractivo como para que solo hablen de ellos mis papiros. Aguanto el aire que cerca de ti respiro, sólo para que mi nariz aguante todo el polen y soltarlo en un suspiro. Lo lamento, pero fue mi error, quise quedarme con ella, pero no vi la espina, y entonces junto con el pinchazo, mordiéndome los labios mi sangre cayó. A pesar de la roncha y en el tiempo aún guardo la marca. Esa rosa no quería mi florero, ni quería más agua. Y yo no necesitaba de sangre, necesitaba culpable, maldita rosa que plantó un día alguien, por hacerla tan bella y a mi piel tan vulnerable.

 

(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y co- Directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH)

(**) Adán Iglesias Toledo, Profesor y dibujante gráfico. Director del Medio humorístico DEDETE del Periódico Juventud Rebelde, miembro de la UNEAC. Colabora con varios medios de prensa en su país y en el extranjero.

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