Mate Amargo: memorias de medio siglo

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Por José López Mercao

El abordaje de los 50 años de Mate Amargo puede realizase de diferentes maneras. Ya sea -como se ha hecho- recordando las plumas de los diferentes protagonistas que escribieron en sus páginas desde 1973 (con las inevitables omisiones a las que tal ejercicio predispone). También transitando por las diferentes épocas a las que habitualmente se remite (división que puede ser engañosa) o procurando tener una mirada donde se adscriba cada período del último medio siglo.

De esta manera, podemos incorporar una mirada histórica, jalonada por las turbulencias de los tiempos en los que se editó, y también -particularmente en las últimas décadas- por la revolución tecnológica, que dejó en un segundo plano a la prensa escrita, reemplazándola por el formato digital.

En lo personal, puedo hablar de lo que me tocó vivir entre 1989 y 1998, primero como secretario de Redacción y entre junio de 1993 y junio de 1994 como director de la misma. En todo ese período me desempeñé además como periodista y columnista.

La primera época del Mate Amargo en papel, se remonta al 13 de marzo de 1973, es decir, tres meses y medio antes del golpe de Estado, lo que obliga a rescatar esa historia, la identidad de sus protagonistas (muchos de los cuales ya no están), el terreno social en el que se asentó esa publicación y los contenidos de sus artículos. Sin duda que se trata de un trabajo periodístico histórico y cuasi antropológico en virtud del tiempo transcurrido. Pero es ineludible saber más acerca de esos precursores, cuya memoria ha sido devorada por el tiempo.

Deberían transcurrir trece años para que esa emblemática primera época, diera lugar a la más conocida segunda época, en la que Mate Amargo se transformó primero en un quincenario y luego en un semanario de enorme difusión (decenas de miles de ejemplares, aunque la cifra exacta habría que estimarla con más precisión) y con una fuerte inserción en barrios y centros fabriles.

En el plantel periodístico de esta segunda época, es necesario mencionar -sin desmedro de otros compañeros-, a Luciana Possamay, periodista experimentada, que fue orientadora de un plantel predominantemente joven y con escasa experiencia en el oficio.

Se salía de la dictadura y Mate Amargo (como en su momento lo hizo “la Treinta”, bajo la dirección del prematuramente desaparecido Germán Araújo) comenzó a transformarse en “la voz de los sin voz”. De alguna manera, la publicación ejercitó una suerte de periodismo de nuevo tipo, que llevó a la letra impresa las demandas de los sectores más invisibilizados y priorizó el trabajo de campo, a menudo sobreponiéndose a insuficiencias estilísticas.

Carlos Núñez, el periodista más experimentado con que contó Mate Amargo en toda su historia, y que ingresó al semanario en 1989 como secretario de redacción, fue decisivo en ese aspecto, por la labor docente que realizó, fusionando su natural benevolencia con la estricta exigencia de corrección periodística y cumplimiento de las normas deontológicas del oficio. Sus componentes son variados y remiten a la creciente polarización que comenzó a tomar forma orgánica en la sociedad, en el sistema político y en el propio Mate Amargo, órgano oficioso del MLN.

Otros aspectos se deben destacar de la publicación. Por ejemplo, los “Prontuarios” de su contratapa, en los que se consignaba la naturaleza y las identidades de los grupos empresariales que controlaban el poder. Y por supuesto, los columnistas, entre los cuales tenían lugar relevante Raúl Sendic y Fernández Huidobro, que en general opinaban en sintonía, pero a veces tenían opiniones divergentes, como, pongamos por caso, en la actitud a tomar ante el asalto del cuartel de la Tablada, en la República Argentina. En otras palabras, se respetaba la diversidad de ideas y la identidad de cada columnista.

En ese período, coinciden un conjunto de hechos que marcan una nueva época para Mate Amargo, aunque no esté consignada como tal. La reorganización de los partidos políticos del campo popular, que en el período de salida de la dictadura aún era incipiente, comienzan a dibujar el cuadro político que se conforma hasta el día de hoy.

Mil novecientos ochenta y nueve fue un año clave para la cronología política del Uruguay. Para destacar sólo algunos de los mojones que la jalonaron: la izquierda llega por primera vez en la historia al gobierno departamental de Montevideo y emerge la figura de Tabaré Vázquez como aglutinador del Frente Amplio; el Partido Nacional llega al gobierno, poniendo en marcha el paquete neoliberal del cual Luis Alberto Lacalle fue a la vez doctrinario y ejecutor; el MLN da impulso a la formación del Movimiento de Participación Popular (MPP); se somete a referéndum la Ley de Caducidad (más conocida como “ley de impunidad”); la prédica que había sostenido Mate Amargo desde su fundación se potencia y amplifica con la adquisición de CX 44; Hugo Batalla consuma su separación del FA, y en París, muere tempranamente Raúl Sendic, líder histórico del MLN y propulsor de la idea de Frente Grande.

Demasiados cambios en un corto período de tiempo para que no repercutieran en Mate Amargo. El trabajo de campo en los barrios, en los espacios marginales, en los centros de trabajo, sin decrecer en intensidad, cedió el terreno al periodismo político. Por otra parte, al tiempo que se incrementaba la presión sobre el campo popular, se planteaban urgencias perentorias que no admitían dilaciones. Por ejemplo, el referéndum por Verdad y Justicia y la campaña contra la Ley de Empresas Públicas, se transformaron en prioridad absoluta.

A su vez, la desaparición de Raúl Sendic y su énfasis en la necesidad de aglutinar a las grandes mayorías a partir de puntos programáticos precisos (“tierra, banca, deuda y salarios”) sin reparar en pertenencias políticas, se sintió y se sigue sintiendo al cabo de 34 años de su partida.

Sin menoscabo de que otros períodos hayan tenido enorme importancia en la prédica de Mate Amargo, creo que la tarea periodística de esos años fue la más intensa y rica en contenidos.

A partir de allí, los énfasis cambiaron. Por primera vez se avizoraba que la izquierda podía llegar al gobierno -lo que efectivamente sucedió en 2005- y nuevos problemas aparecían en el horizonte, como el desmantelamiento progresivo del aparato productivo y del Estado, pero también otras variables que pronto se acelerarían, como la irrupción de las nuevas tecnologías que operaban en desmedro de la edición en papel.

Desconozco cómo se procesó el tránsito a esta nueva etapa, pero creo que el pasaje a la edición digital es un tributo indispensable a los nuevos tiempos, que se está procesando de manera honrada y consecuente, con un plantel que pone todo de sí para dar esa lucha.

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