Por Gabriela Cultelli (*)
A la negra Inés la conocí en La Habana, en aquellos años duros y gloriosos, o tal vez antes. Compañera entrañable, segura, fiel. En realidad no se llamaba Inés, se llamaba María Lilia Castro, de eso me enteré hace poco, la Chata le decían, aunque yo siguiera nombrando a Inés, la guerrillera del alba o de aquel atardecer en los jardines de la Escuela Nacional de Arte donde paseamos un día.
Venía de Paysandú, y atravesó el siglo con las marchas cañeras porque como ella misma dice era un camino nuevo, diferente. Era tupamara y fue una de las 13 palomas que encontraron la libertad tras la primera fuga de mujeres prisioneras. Luego seguir, siempre seguir, la clandestinidad, el exilio, los conflictos, Europa, Latinoamérica y el retorno.
La volví a ver en Montevideo en las movilizaciones del Filtro, y luego en las luchas de CO.NA.CHA reviviendo su historia, esa historia que es nuestra aunque muchos no la vean.
“Buen camino a tu descanso, a través del fuego, gran guerrera estás con las y los ancestros” rezan sus hermana/os y con razón. “Ayer con la salida de la luna llena a sus casi 90 años falleció Lilia «Ñata» Castro”, decían refiriendo a su partida física el jueves 4 de diciembre a los 85 años de edad y siempre con los humildes. Llegue a su familia y compañeros este abrazo que viene desde lejos, pero apretado.
(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH).
