Comentarios en torno a la rebelión de Wagner

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Por José Ernesto Novaes

 

Sin dudas la noticia más mediática de los últimos días ha sido el conato de rebelión protagonizado por la PMC Wagner, perteneciente al oligarca Yevgueni Prigozhin. Esta empresa militar ha sido parte central de la guerra en Ucrania y, desde 2014, ha estado asociada al accionar privado y gubernamental ruso en África y el Oriente Medio, particularmente en Siria.

Las implicaciones de este hecho para la política interna y la estructura de poder rusa, así como sus implicaciones en el contexto de la guerra de Ucrania, la pugna Este-Oeste y las tensiones en torno a la nueva hegemonía que se está configurando a nivel global hacen que el análisis desde la izquierda resulte sumamente pertinente.

Los hechos

El día 24 de junio Yevgueni Prigozhin, líder del grupo Wagner, lanzó en redes sociales un vídeo y un conjunto de declaraciones en las que, además de cuestionar la narrativa oficial rusa en torno a la guerra del Donbás y la Operación Militar Especial en Ucrania, acusaba al Ejército ruso, y particularmente al Ministro de Defensa Serguei Shoigú y al jefe del Estado Mayor General del Ejército, Valeri Guerásimov, de bombardear intencionadamente las posiciones del grupo causando numerosas bajas.

Prigozhin llamó a sus tropas a iniciar una “marcha de la justicia” sobre Moscú y pidió a los soldados del ejército de la Federación Rusa no resistirse. Advirtió también que Wagner contaba con 25 mil hombres activos en sus filas.

De inmediato comenzaron a verse en redes sociales imágenes de vehículos y mercenarios del grupo entrado en la ciudad de Rostov del Don, la cual ocuparon sin dificultades. Esta ciudad era, en cierta forma, una de las bases de operaciones del grupo durante la guerra en Ucrania. Inmediatamente continuaron el avance y nuevos reportes hablaron del derribo de uno o dos helicópteros de las Fuerzas Aeroespaciales de la Federación rusa y, al menos, un vehículo blindado. La ciudad de Vorónezh también fue “tomada” y el avance se prolongó hasta llegar a 200 km de Moscú.

El Ministerio de Defensa de Rusia negó las acusaciones de Prigozhin y uno de los viceministros sostuvo un encuentro con este en la ciudad de Rostov, sin obtener resultados visibles. El Procurador General de la Federación Rusa, por su parte, abrió un proceso criminal en su contra por el delito de “organización de una rebelión militar”.

Altos mandos del ejército, como Surovikin, actual comandante del Grupo de Ejército “Sur” de las Fuerzas Armadas rusas en Ucrania, llamaron a resolver el conflicto de manera pacífica y ratificaron su apoyo al presidente Putin.

En varias importantes ciudades rusas se activaron operativos antiterroristas y se llamó a la población a no viajar y dejar despejadas determinadas vías y líneas de comunicación. Incluso se declaró el lunes 26 de junio como día no laborable.

Unas horas después de iniciados los hechos, el presidente Putin se dirigió a la nación y el mundo. En su breve alocución resaltó los inmensos retos de la situación actual en el país, cuando Rusia se encuentra “rechazando los ataques de los neonazis y sus amos”.  En ese contexto la situación del país, sostuvo el líder ruso, demanda “la unidad de todas las fuerzas, cohesión, consolidación y responsabilidad”. Califica las acciones de Wagner como un “golpe por la espalda” y las compara con el golpe que “le fue asestado a Rusia en 1917 cuando el país desarrollaba la Primera Guerra Mundial, pero le robaron la victoria” y esto condujo a la Guerra Civil.

Putin acusa a las ambiciones desmedidas y los intereses personales como los principales responsables de la traición en curso. Traición a su país, a su pueblo e incluso al sacrificio de los oficiales y soldados que murieron en las batallas de Soledar y Arteomovsk (Bakmut para los ucranianos). Y añade:

“Pelearon y dieron su vida por Novorossía, por la unidad del mundo ruso: sus nombres y gloria también fueron traicionados por aquellos que intentan organizar una rebelión, empujando al país a la anarquía y la matanza entre hermanos, a la derrota y a fin de cuentas, a la capitulación”.

El presidente ruso concluyó su intervención afirmando que haría todo lo posible para mantener la unidad y devolver la tranquilidad a las regiones afectadas. También afirmó que los responsables responderían por sus actos.

Simultáneamente varias movilizaciones de tropas se informaron hacia las regiones desestabilizadas por Wagner. El líder de Chechenia Ramzán Kadírov ratificó su apoyo al presidente Putin y tuvo fuertes palabras para Prigozhin y su grupo.

Finalmente, la oficina de la Presidencia bielorrusa anunció que luego de varias horas de diálogo, el presidente Aleksander Lukashenko había logrado persuadir a Prigozhin de detener su avance y retirarse. Los acuerdos incluyen la retirada de Prigozhin a Bielorrusia y la desestimación de las causas penales abiertas en su contra y en contra del grupo Wagner. Asimismo, los combatientes del grupo que no se rebelaron podrán firmar contratos con el Ministerio de Defensa.

Algunos comentarios de los acontecimientos recientes

Muchos se ha escrito en las últimas horas sobre los inusitados hechos ocurridos en Rusia. Los grandes medios occidentales han privilegiado una visión donde por un lado se entienden como manifestaciones de crisis y conflictos terminales en la Rusia actual y, por otra, se presentan como un elaborado plan de Prigozhin ya sea para respaldar a Putin en una supuesta pugna interna con el Ministerio de Defensa y otros actores políticos, ya sea para salirse de una guerra cuyo costo comienza a ser ominoso para la población rusa y ganar, en el proceso, legitimidad y apoyo popular, aprovechables en un futuro próximo.

Ante tantas explicaciones, la mejor opción parece ser aplicar el famoso principio metodológico de economía del pensamiento atribuido al pensador medieval Guillermo de Ockhan y que se conoce como “la navaja de Ockahm”. Dicha posición estipula que ante dos o más teorías con iguales consecuencias, la más simple tiene mayores posibilidades de ser correcta. Esto no es aplicar una visión simplificadora al análisis de procesos complejos, sino intentar entender del modo más claro y directo los hechos sin perderse en retruécanos explicativos que nos puedan llevar por el siempre sinuoso camino de las teorías conspirativas.

En ese sentido es posible afirmar que los hechos recientes en Rusia son el resultado de contradicciones que ya eran visibles en el entramado político ruso desde el inicio de la guerra en Ucrania. Prigozhin, con un pasado cuando menos complejo, fue una de las figuras que se benefició con el derrumbe de la URSS y que supo aprovechar su relativa cercanía al gobierno de Putin para amasar una fortuna. Fortuna que le permitió diversificar sus ingresos y crear el grupo militar privado Wagner.

La figura de Prigozhin fue ganando predominio comunicativo luego del inicio de la guerra y pronto sus declaraciones y vídeos acapararon titulares en diversos medios. Su grupo acumuló un poder combativo importante y fue la punta de lanza de varias operaciones en el pasado reciente, destacando la exitosa toma de Bakmuth/Artiomovks. Su influencia política, los resultados obtenidos en el frente y sus propios anhelos lo llevaron a entrar en contradicción con un Ministerio de Defensa que empezó a ver con creciente recelo el crecimiento del grupo. Pronto se hicieron notorias las acusaciones en ambas direcciones, sobre todo los reclamos crecientes del líder de Wagner referentes a mayores suministros militares. Este conflicto estalló definitivamente este 24 de junio, siguiendo la sucesión de acontecimiento que en apretada síntesis hemos descrito. En ese sentido, Prigozhin es la expresión de una concepción de la política predominante en Rusia donde el liderazgo individual y los intereses personales se mezclan con agendas nacionales. Y que, en momentos de crisis, pueden sobreponerse a los intereses de la nación.

Las acciones de Prigozhin pueden verse desde la perspectiva de un sector del poder político y militar en Rusia que se siente insatisfecho con el actual ordenamiento del poder en torno al presidente Putin. Y, sin cuestionar a Putin, y en eso Prigozhin ha sido muy cuidadoso, emprendieron un pulso que a la larga se frustró por la falta de un apoyo decidido, con el cual seguramente creían contar. Su intención, a mi juicio más simbólica que militar, buscaba presionar en el sentido de un cambio en la cúpula del poder siguiendo agendas e intereses chovinistas y, seguramente, muy personales.

En el proceso no solo evidenció la fractura puntual, sino que hizo visibles estas tensiones que atraviesan el eje del poder en Rusia hoy y señaló una de las brechas que pudieran aprovecharse por la diversidad de actores extranjeros interesados en fracturar la unidad nacional del país.

El problema de fondo tiene que ver, sin embargo, con la propia naturaleza del poder político en la Rusia contemporánea.

El gobierno de Putin es una configuración heterogénea en cuyo seno confluyen diversidad de actores y posiciones, marcados todos por un nacionalismo más o menos militante, asociado a la idea de recuperar el papel predominante del país en la geopolítica internacional, perdido luego del colapso de la URSS. Esta configuración contiene fuerzas socialdemócratas, militares, oligarcas, políticos, líderes locales con peso a nivel nacional y un etcétera de fuerzas donde no está excluida la izquierda comunista y de nuevo tipo. Aunque las relaciones y el peso de cada uno de estos factores puede variar, y no todos tienen una relación fluida con el actual mandatario. El inicio de la guerra de Ucrania parece haber dado un peso mayor en el debate a los nacionalistas, los cuales apelando a nociones como la de Novorrosiya, estipulan la expansión del país a los territorios de histórico predominio de la lengua y cultura rusa.

Sin adentrarnos demasiado en las complejidades de naciones cuyo proceso de constitución como estados no solo ha sido dilatado en el tiempo sino también conflictivo, parece predominar en muchos de estos sectores una glorificación del espíritu Gran Ruso, que con tanta fuerza combatieron en su momento Lenin y otros líderes bolcheviques. Este espíritu es el de la identidad opresora, la rusa, la cual se extendió por sobre una amplia diversidad de pueblos en los sucesivos ciclos de expansión hasta llegar a la Rusia zarista y que tenía en la base de su proyecto civilizatorio la rusificación de los pueblos sometidos. Esto explica, sin justificar, muchos de los conflictos que emergieron luego de la desintegración de la URSS, el odio cultural que no pocas veces se transfiguró, se transfigura o puede transfigurarse en actitudes fascistas o protofascistas de algunos pueblos no rusos en relación con los rusos en el marco de conflictos como el del Donbáss, que se extiende desde 2014 hasta el presente. Otros conflictos tienen su raíz en la arbitraria  y en cierta forma un tanto inevitable, división política de un país tan grande y complejo. El problema de las nacionalidades sigue latente en el interior de Rusia, en muchas de las exrepúblicas soviéticas y en los Balcanes, regiones por demás donde las dinámicas demográficas a través del tiempo han modificado la estructura social de determinadas regiones y nacionalidades.

El ultranacionalismo que ha ido ganando espacio en Rusia no es tampoco un bloque homogéneo y pasa por una gran cantidad de determinaciones. Putin es un líder fuerte, al estilo de la tradición rusa, que ha sabido subordinar los principales actores económicos y políticos a un plan de fortalecimiento de la nación en la arena nacional e internacional. Bajo su liderazgo Rusia salió de la profunda crisis en que la sumió el colapso soviético y el desgobierno de Boris Yeltsin. Putin han rescatado muchos de los símbolos que sustentan el orgullo nacional ruso, desde el águila bicéfala de los zares como escudo del estado hasta los desfiles del Día de la Victoria en homenaje a las tropas soviéticas vencedoras en mayo de 1945 sobre la Alemania Nazi.

Además bajo su liderazgo la economía rusa ha ido recuperándose y la presencia internacional del país se ha fortalecido de modo indiscutible, hasta llegar a ser uno de los grandes actores que disputan hoy la hegemonía occidental y apuestan por un mundo multipolar.

El miedo a esta reemergencia de Rusia como potencia está en la base de la política de expansión sostenida de la OTAN y de las numerosas provocaciones que llevaron a la situación actual en Europa del Este. Explica también la matriz de opinión satanizadora y antirusa con la cual se intenta cancelar simbólicamente al país. La moderna Europa se ha configurado teniendo a Rusia como uno de los grandes poderes con los cuáles debía entenderse inevitablemente su geopolítica. Una Rusia débil es una fuente de materias primas económicas y, por lo tanto, es algo deseable.

Queda por ver cómo evoluciona la reconfiguración interna en la política rusa. Los usos que desde Occidente se puedan hacer de Wagner y sobre todo de su líder (en torno a los cuáles han tenido una postura comunicativa bastante variable que van desde tratarlos como mercenarios hasta freedom figthers durante la rebelión). La propia evolución de la guerra de Ucrania, cuya prolongación puede tener repercusiones cada vez mayores a escala global, tanto para los afectados como para toda la comunidad internacional. En ese sentido, los resultados de la actual ofensiva en curso por la parte ucraniana pueden ser determinantes.

Las acciones de Wagner también han demostrado que, si bien la solidez de la estructura militar y política de Rusia no es tal como sostiene su propaganda, la figura de Putin si mantiene un liderazgo indisputado y uno de los factores aglutinantes del actual proyecto hegemónico de nación en Rusia.

Por último solo apuntar que si bien Rusia y Putin son actores esenciales en el proyecto de un mundo alternativo, conviene no romantizar la realidad ni querer ver en la Rusia actual la continuación de una Unión Soviética desafortunadamente traicionada y desaparecida. La Rusia actual es lo que es, con sus contradicciones, fortalezas y debilidades. Una gran nación con una gran cultura, que disputa en igualdad su peso en la escena internacional y abre puertas para una arquitectura política diferente, pero a la cual acosan los mismos monstruos de un mundo en crisis donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer.

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