La rebeldía como punto de Inflexión

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@mateamargouy

Ricardo Pose

Quitándose los cristales del universo electoral por los que viene enfocándose con 2,75 de aumento cierta parte de la izquierda cuyos militantes se definían como luchadores sociales, esto es, el compromiso con la causa y las peripecias de los mas jodidos por encima del cálculo de los lugares a ocupar en el legislativo, se vuelven a percibir nuevamente, las viejas injusticias que en algún momento ameritaron evolucionar del grito destemplado a un proceso de acumulación política cuestionadora del sistema.

Cierto es que desde las trágicas experiencias de las derrotas, cuartelazos mediante, nadie se anima a aventurarse a sostener que hay que salir a romper los cimientos de la sociedad burguesa para terminar acordando como ya lo argumentaba el revolucionario ruso Vladimir Ilich Lenin, que la democracia representativa burguesa es preferible a cualquier dictadura.

Pero no es menos cierto que cambiadas las banderas por las satinadas listas electorales y coloridos afiches de candidatos sonrientes, la suerte d ellos mas jodidos y las injusticias que afectan por igual aún dentro de las clases medias, siguen estando allí, e incluso y a pesar de las mejores intenciones de administrar el capitalismo.

La legión de los nadies

Para los mas afectados por un sistema basado en una injusta distribución de la riqueza y los ingresos, la percepción de lo injusto no es siempre perceptible.

Abonan en esa “ceguera” fundamentos místicos, religiosos, políticos y de meritocracia.

Sin embargo existen y están allí, por cientos, por miles y en contadas ocasiones sintiéndose parte de una clase en si y para si.

De poder conceptualizar su situación, su planteo sería superador incluso del economicismo que suele caracterizar al movimiento obrero y trabajador, organizado sindicalmente para disputar los ingresos y las condiciones de trabajo.

Tomemos por ejemplo a las miles de familias asentadas.

Si bien la causa principal se basa en la necesidad de resolver la vivienda por haber sido expulsados del mercado formal de viviendas, de no tener acceso a sistema de ahorros o dejar de compartir el espacio habitacional con el resto de la familia, colocan el dedo en la llaga de uno de los pilares básicos del sistema capitalista: la Propiedad Privada.

Este “arrebato territorial” que hace poner el grito en el cielo a propietarios privados e incluso a los administradores de la propiedad privada de los entes públicos, es claramente consecuencia de un sistema injusto y que en los últimos tiempos, los apóstoles de la barbarie, están por configurar un cambio en la Constitución Uruguaya que consagraba por la galerie el derecho al acceso a la vivienda.

La ocupación de ese espacio territorial no solo cuestiona y desnuda el concepto de propiedad, sino que expone el derecho a otros servicios básicos mercantilizados, como los servicios de saneamiento, energía, agua potable, salud, alimentación.

Los asentados son los “expulsados” del sistema, los excluidos y los que parten del punto cero en la carrera de postas del sistema capitalista.

Embanderan un acto de rebeldía que no llega a convertirse en punto de inflexión para transformarse en un programa superador, a pesar de que las experiencias de auto construcción, organización en comisiones vecinales, ollas populares, formas de autoabastecimiento, daría lugar para ello.

La otra legión son los que se debieron inventar un trabajo no formal, los que apuntaron a generarse un espacio de supervivencia dentro de las lógicas del sistema de mercado pero independizados a su manera de las relaciones laborales.

Productores de materias primas y de servicios, cuentapropistas y trabajadores free lance, artistas, educadores, intelectuales, los que se fueron a construir comunidades alternativas entre las sierras.

El punto de inflexión de su rebeldía tampoco llega porque a su manera, han creído llegar a la orilla del “sálvese quién pueda”, aunque puedan caminar detrás de utopías colectivas.

La gran masa rebelde y organizada del movimiento sindical esta techada por la preservación de las fuentes de trabajo, las condiciones del empleo y la mejora cuando no, el simple mantenimiento del salario.

Exigir su participación en las decisiones productivas y financieras de sus empresas ya sería un salto de calidad, un quiebre en el punto de inflexión aun sin llegar a cuestionar la propiedad privada de los medios de producción, pero la acumulación actual y el peso de las experiencias fracasadas son un lastre importante.

El otro tema es que ese potencial hervidero no ha encontrado una organización política que lo sintetice (sintetice que no es lo mismo que conducir), y como hemos visto en otras regiones, cuando el hervor rompe y se manifiesta como en la olla a presión, todo vuelve al casillero inicial.

Quizás hay que volver a valorar la capacidad creativa y superadora de estos sectores, sin tomar como elemento central de su peripecia el uso de su credencial.

Al tiempo que la pandemia empieza a ceder, las llagas sociales volverán a doler y habrá que ser capaz un horizonte mas lejano que el 2024.

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