Trabajar por la cuenta en Montevideo

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Insertarse en el mundo del trabajo puede dar lugares a casi infinitos caminos. Cada uno, de acuerdo a sus propias decisiones y a las condiciones que otros le imponen, va construyendo una trayectoria propia, va transitando un sendero que, si bien puede parecerse a otros, constituye un anecdotario propio que responde a lo complejo del mundo laboral de la posmodernidad.

En ese devenir, muchos montevideanos encuentran en las Ferias Especiales un lugar. Para algunos es el complemento del fin de semana, para otros una opción de vida, para algunos la salida que queda.

Diversas realidades para los miles de trabajadores que cada mañana dan vida a las Ferias de Parque Rodó, de Villa Biarritz, del Prado, de Buceo y de Carrasco.

Empezamos aquí una serie de artículos que, además de ilustrarnos sobre una realidad que no siempre podemos imaginar (sobre todo quienes estamos bajo el yugo de un solo empleador o somos empleados estatales), busca interpelarnos sobre el concepto de trabajador y la idea de ciudad que tenemos. Pretendemos, con la excusa de analizar un fenómeno en particular, cuestionarnos qué modelo, qué ideas y qué caminos estamos eligiendo (por acción y omisión) para los trabajadores y la ciudad de futuro.

Capítulo 1
Las Ferias y los feriantes
¿Qué es una Feria Especial?

Hay varios tipos de ferias en Montevideo. Las más numerosas son las de frutas y verduras, con sus correspondientes peri – ferias. Está la tradicional feria de Tristán Narvaja y las ferias especiales. Todas aparecen en la página de la IM, y estas últimas en particular están señaladas como paseo turístico.

Según el Digesto Municipal, “Las ferias especiales y periódicas están conformadas por un conjunto de personas que debidamente autorizadas comercian productos en los rubros que se indican en el artículo R.1171.82, de la presente reglamentación en espacios especialmente determinados por la Intendencia de Montevideo.” La intendencia lleva un registro de vendedores, les pasa lista, les da licencia, controla que estén en regla y otros aspectos de contralor.

Es también la comuna quien brinda los permisos de ingreso a las ferias: “La Intendencia de Montevideo adjudicará los puestos en las distintas ferias especiales y periódicas por sorteo. Para el caso de las ferias que ya están funcionando, la adjudicación se hará mediante el acuerdo entre los involucrados. En caso de que no se llegara a tal acuerdo se procederá al sorteo correspondiente.” Hay excepciones para el caso del ingreso con personas con capacidades diferentes.

Cada feriante perteneciente a estas ferias, paga por su “derecho a piso” un monto según la tabla 1. Esto es algo así como una retribución por el uso del espacio público.
 
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Tabla 1: Precio de «piso» según metraje y día de la semana
 
Iniciando el debate

Luego de la dictadura, poco a poco, se han ido modificando las reglas de juego y debieron, muchas veces sin otra opción, acomodarse a nuevas normas municipales y estatales. Esta forma de vida tiene muchos más vericuetos de los que muchos de los usuales compradores de las ferias podemos imaginar. Solamente con repasar la descripción anterior, vemos que la temática es bastante más compleja de lo que se puede creer a simple vista.

Por tanto, los feriantes de hoy en día distan mucho de ser realmente trabajadores informales. Aunque muchos lo desconozcan o se afirmen en profundos prejuicios, la mayor parte de la actividad de venta callejera y particularmente la de estas ferias está sujeta a pautas claras, reglamentos de funcionamiento y en general a las normas de la seguridad social, igual que los que somos dependientes.

Caben estas aclaraciones, porque muchas veces nos encontramos con vecinos, empresarios y compañeros de la militancia política que no ven con buenos ojos la actividad callejera, en particular la instalación y desarrollo de las ferias. Algunas veces, en el debate, se escuchan argumentos que aluden al desconocimiento de los puntos anteriores.

Se evidencia en el intercambio que existen diversas concepciones en torno al concepto de  trabajo, al trabajo independiente, al uso de los espacios públicos, al manejo de poder y a la idea de ciudad que tenemos (o justamente, que a veces no existe) de aquí a unos cuantos años.

La ciudad es un derecho de todos, es una construcción colectiva que responde a nuestras decisiones, a nuestras omisiones, a la cultura que vamos forjando. Tenemos una propuesta clara de qué ciudad, con qué relaciones y con qué trabajadores estamos soñando? Preguntémonos, por ejemplo, cuál es el modelo que estamos siguiendo cuando aprobamos la instalación de grandes superficies comerciales, cuando prohibimos la venta de helados en una playa en plena temporada, cuando demoramos la adjudicación de lugares de venta en espacios públicos.

Todos tenemos seguramente elementos para asumir un juicio de valor. Lo que a veces parece faltar es el abordaje concreto de las temáticas poniendo sobre la mesa las diferentes concepciones que fundamentan nuestras convicciones. Intentaremos en los próximos artículos tender elementos para sumar a uno de estos debates, donde el espacio público, el derecho a la ciudad, el derecho al trabajo y a elegir nuestro trabajo, así como la idea de futuro que tenemos para nuestra capital sean los temas de fondo.

Por: Gabriela Dobal

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