La construcción de una contra hegemonía popular en América Latina y el Caribe

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Por: Hugo Wilkins Méndez

Recientemente, en Santiago de Chile la reunión de más de una treintena de países de América Latina y el Caribe en el primer cónclave de la CELAC, demostró la voluntad política de nuestros pueblos de avanzar en la Unidad de los países al sur del Río Bravo.

Los retos son innumerables. Seguramente no bastará la voluntad y la visión de independencia de muchos de los gobernantes, sino que hará falta una permanente actividad de las organizaciones políticas y sociales que necesitan de esa Unidad. Son cientos de años de dominación de sectores que han construido instituciones para la defensa de sus intereses. Instituciones que dan soporte a injusticias históricas sobre nuestros pueblos.

En algunos países paso a paso, se comienza a tomar plena conciencia de la necesidad de construir un área de integración que le permita a la América Latina y el Caribe insertarse en la nueva era de globalización. Pero debemos de tener presente que históricamente este continente  ha estado dominado por potencias hegemónicas que no solo  la han mantenido dependiente, económica, financiera y  tecnológicamente de los centros de dominación capitalista mundial, sino que  esta  dependencia la han estructurado sobre la base de los intereses de una clase oligárquica aliada a sus intereses. Clase oligárquica que no quiere renunciar a sus beneficios y, a pesar de un repliegue político táctico, acentúa sus alianzas con los poderes hegemónicos.

Las décadas de dominación neoliberal en América Latina no solo acentuaron el predominio de una hegemonía transnacional sino que profundizaron la penetración de sus intereses. En el esquema de dominación mundial actualmente existente, nuestros países siguen manteniendo la dependencia estructural que los han caracterizado.

Los retos que se nos presentan son múltiples y lo hacen en todos los campos: político, económico, financiero, comercial, militar y cultural. Para lograr una independencia que nos permita en un primer momento controlar las acciones de las multinacionales y hacer replegar definitivamente a sus aliados nacionales debemos trabajar incansablemente, con la mirada en la felicidad del pueblo. En esta marcha hacia la Segunda Independencia, unos van más adelante que otros.

Pocos han logrado, a pesar de llevar adelante políticas que benefician a sus pueblos, romper definitivamente con las injusticias ancestrales que nos aquejan. El problema de la tenencia y explotación de la tierra es uno de los más acuciantes. Y no solamente para mantener soberanía sobre nuestros recursos, sino también para poder garantizar el futuro de nuestros hijos y nietos.

Hay experiencias alentadoras en muchos países. En aquellos en donde sus gobernantes han sido consecuentes con la defensa de los intereses populares, la renovación de la confianza en sus gobiernos los mantiene a pesar de los variados intentos por parte de las fuerzas reaccionarias de vulnerar la democracia. En otros debemos de retomar los programas históricos y avanzar.

Para aquellos en donde las vacilaciones, los errores y los cambios en las correlaciones de fuerza han hecho retroceder las conquistas logradas el reto es recuperar y profundizar lo perdido.

Parece no ser suficiente la actitud decidida de los gobiernos que realmente defienden los avances de los espacios democráticos conquistados. Si bien se han dado respuestas contundentes, el clima de persecución y represión que se mantiene para defender intereses políticos y económicos son una mala señal para la recuperación democrática. Si bien son las fuerzas populares las que deben recuperar esos espacios, las fuerzas del cambio de nuestra América deben permanecer con ojo crítico y reclamar por los derechos vulnerados.

Pero la toma de conciencia es cada vez mayor.  La necesidad de constituirse como un organismo único que sea capaz de tener un espacio en esta era globalizada ha permitido que hoy se reconozcan en las mesas de diálogo diferentes maneras de pensar y diferentes intereses.

Todo esto es necesario pero no suficiente. Lograr un repliegue de los intereses de las transnacionales (y dentro de ellos se incluyen las llamadas “trans latinas”) y los centros de poder internacional, nos pide mucho más.

Permanentemente se producen escaramuzas para no perder terreno. Amenazas, conspiraciones, acuerdos policiales y militares de poca transparencia, construcción de bases, chantajes, etc. ONGs que pululan por los pueblos generando confrontaciones con las políticas de los gobiernos, etc. etc. Tienen como único objetivo mantener a nuestros pueblos en permanente estado de inseguridad y mantener el estado de cosas existente.

En nuestros países los nuevos fenómenos que genera la expansión de los capitales para explotar los recursos naturales requiere de políticas y leyes claras, preparación profesional, recursos técnicos y presupuestos para controlar que el objetivo de multiplicar sus ganancias no conviertan en páramos nuestras riquezas. Las nuevas tecnologías pueden ser auxiliares importantes para ello.

Y también capacidad de negociar. No es suficiente promover la inversión extranjera. Si bien es necesaria, también es determinante que dicha inversión sea promovida para los intereses de nuestros países. Es necesario diseñar nuestras políticas de desarrollo y establecer los límites y garantías para la explotación de los recursos. Como señala Rafael Correa “Nosotros imponemos las condiciones sobre ese capital transnacional… Si negociamos en conjunto con el capital internacional, nosotros ponemos las condiciones”. Y ese es el reto. La unidad de nuestros pueblos para tener capacidad de negociar lo que vaya en interés de nuestro desarrollo.

Las conquistas democráticas logradas en la mayoría de nuestros países todavía no son completas para beneficiar a los sectores populares. No solo seguimos siendo un continente con tremendas desigualdades, sino que mantenemos una dependencia estructural. Dependencia tecnológica, financiera, comercial y cultural.

El sistema capitalista mundial vive hoy una de sus más profundas crisis. Las renovadas recetas neoliberales que se aplicaron en América Latina hoy son aplicadas a los países de la de la Unión Europea. También allí, se desatan las fuerzas populares luchando para mantener sus derechos. Lo que demuestra la vida es que solamente manteniendo una permanente movilización de las fuerzas políticas y sociales que luchan por los cambios, es posible profundizar los procesos democráticos.

Como decía ese gran pensador latinoamericano, José Martí, hijo de América, la Nuestra…

“Es la hora del recuento y de la marcha unida y hemos de andar, en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”

Habrá Patria para Todos!

La Habana, 22 de febrero del 2013

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