Por Javier Gómez Sánchez (*)
Dibujo Adán Iglesias Toledo (**)
¿Quién se acuerda hoy de Juan Guaidó? Si acaso se le ha mencionado en estos días, es gracias al actual montaje internacional con trasfondo estadounidense en torno a la figura de María Corina Machado, pensado para hacer de ella un objeto de utilidad como antes se hizo con aquel.
En ese entonces, la idea de fabricar un presidente “legítimo” de Venezuela autoproclamado, organizándole giras, recepciones y recibimientos oficiales por otros jefes de Estado no funcionó, y hoy no lo recuerdan posiblemente ni aquellos que lo recibieron.
Las pasadas elecciones y el plan premeditado de iniciar una campaña mediática de fraude si ganaba nuevamente el gobierno chavista, fue el inicio de una escalada en la construcción internacional en torno a María Corina Machado, de la que el galardón del Comité Noruego ha sido el recurso escénico más rutilante y conveniente. Para los obligados por compromiso las cosas se hacen más fáciles, no es lo mismo recibir a alguien que se autoproclamó presidente de su país que a una figura reconocida con el Premio Nobel de la Paz

Cabe mencionar que la primera proyección internacional que recibió Machado no vino pensada desde Washington, sino que se la otorgó Hugo Chávez cuando en una sesión del parlamento venezolano este le dijo que estaba “fuera de ranking”.
Desde ese momento, cuando no era más que una figura local en la política venezolana, fue en aumento una carrera de más de diez años por convertirla a empujones en una figura mundial. Con anterioridad al Premio Nobel, ya había sido apuntalada por otros galardones con función política, como la lista de 100 Mujeres de la BBC en 2018, el Premio Sájarov del Parlamento Europeo y el Premio Václav Havel de Derechos Humanos del Consejo de Europa, en 2024.
El tema que llevó a Machado a su momento más mediático contra Chávez -la calificación de las nacionalizaciones de empresas privadas venezolanas como un “robo”- era también una cuestión de clase, ya que proviene la familia Zuloaga por línea de su padre, quienes estuvieron entre los mayores hacendados y propietarios de esclavos en Venezuela desde el siglo XVIII. Su padre era accionista principal de empresas venezolanas como la Corporación Electricidad de Caracas -que vendieron posteriormente a una empresa estadounidense-, la empresa metalúrgica Sivensa, el Banco Mercantil, e Inversiones Tacoa. También la aerolínea VIASA, que tras su quiebra vendieron a la española Iberia.
Esto le daba a Machado una identidad que la unía a la oligarquía venezolana, pero la separaba de la clase media venezolana, y más aún de la población humilde, que la veían como alguien que defendía sus intereses y asociada con la vieja elite política y económica venezolana. De ahí el trabajo posterior con su imagen, que la hicieron cambiar las chaquetas de diputada por un vestuario deportivo con los colores de la bandera nacional, pulseras y collares con cuentas y crucifijos de madera, buscando incorporar elementos que le dieran una imagen más cercana a lo popular.
En su encontronazo verbal con Chávez, que desató las risas entre los parlamentarios, este -consciente de que dentro de las propias filas de la oposición no era una figura relevante-, la instó a que al menos ganara las elecciones primarias de su partido. En ese entonces, Machado se presentó a las primarias opositoras de 2012 buscando ser candidata a la Presidencia. Solo obtuvo el 3,81 por ciento de los votos. Una década después, en 2023, logró obtener el 90 por ciento. Pero ese mismo proceso evidencia que si hoy es la principal apuesta opositora de Estados Unidos contra el chavismo, se debe a la lista de personajes que anteriormente ha debido desechar: Enrique Capriles, Leopoldo López, y el propio Juan Guaidó.
El objetivo utilitario es tan evidente, que una vez otorgado el Premio Nobel se priorizó que este fuera entregado “en ausencia”. Ni siquiera pudo posponerse unas horas la ceremonia cuando se sabía que la homenajeada ya estaba fuera de Venezuela y se encontraba en camino hacia la capital noruega. La presencia de su hija y su madre en su lugar reforzaban la imagen familiar y femenina como parte de su construcción política, al tiempo que mantener la ausencia apuntalaba el simbolismo de luchadora perseguida que no debía desecharse.
Tal vez el montaje de invitados era tan complicado de sincronizar que hicieron imposible siquiera pensar en posponerlo, así que como una extraña versión de Cenicienta la protagonista llegó a Oslo cuando la fiesta había pasado.
Finalmente, María Corina Machado está en el ranking, no en el de Chávez, pero sí al que pertenece: Entre los que asistieron a su premiación estaban la senadora cubanoamericana María Elvira Salazar, periodista y expresentadora de televisión miamense, cuya obsesión con la Revolución Cubana quizás sea solo comparada a la del actual Secretario de Estado Marco Rubio. También el presidente argentino Javier Milei, a quien posiblemente entusiasme la idea de recibir un Premio Nobel de Economía.
La asistencia de otros presidentes da muestra del alineamiento con la agenda estadounidense en el mapa político latinoamericano: José Raúl Mulino (Panamá), Santiago Peña (Paraguay), y Daniel Noboa (Ecuador). Con anterioridad, la presión desde Washington hizo a Panamá cerrar su acuerdo comercial con China, y Paraguay votó a favor de mantener el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, mientras Ecuador se abstuvo.
El presidente dominicano Luis Abinader, cuya presencia estaba anunciada, finalmente no asistió a la ceremonia alegando compromisos con la agenda gubernamental en su país, pero envió un mensaje de felicitación calificando a Machado como “un faro de esperanza”. Recientemente, República Dominicana brindó al gobierno estadounidense sus aeropuertos para el reabastecimiento de aviones participantes en la operación aeronaval contra Venezuela.
Según la prensa estadounidense, el encargo directo de la extracción de Machado del territorio venezolano estuvo en manos de una empresa privada dedicada a operaciones de este tipo en territorios hostiles, que actuó en coordinación con las fuerzas militares desplegadas en el Mar Caribe.
Aunque la opositora aseguró que regresará al país- donde tiene una orden de arresto-, “pasará un tiempo en el extranjero, aprovechando el tirón del galardón para poner a Venezuela en el centro del tablero mundial”, como comentaba el periódico español El País. Lo más probable es que sea recibida por mandatarios, ofrezca conferencias y entrevistas, participe en diversos eventos, e incluso, no se descarta una visita a los Estados Unidos, ni tendría por qué sorprender un encuentro en la Casa Blanca con Donald Trump como años atrás lo tuvo con George W. Bush.
Ya su inclusión sorpresiva en el Hay Festival en Colombia, provocó el rechazo de otros participantes, como la escritora Laura Restrepo, quien canceló públicamente su participación, alegando que no se puede “dar tarima y facilitar audiencia a quien promueve posturas y actividades a favor del sometimiento de nuestros pueblos y contra la soberanía de nuestros países”. Esto adelanta que validar a Machado vinculándola con el panorama cultural, intelectual, e incluso político latinoamericano no será tarea fácil, aunque escenarios no le faltarán.
Sin embargo, por estos días varios observadores señalan el peligro de una “guaidoización” de María Corina Machado, o sea, su conversión en un personaje errante internacionalmente, perdiendo conexión con los venezolanos.
Mantenerse fuera del país demasiado tiempo la llevaría a ir perdiendo arraigo dentro de este, por tanto, al declive por desgaste de su ensalzamiento internacional. Por otro lado, el regreso en las condiciones actuales la llevaría a la situación anterior. Solo quedaría apostar por un retorno a una hipotética “Venezuela sin Maduro”, lo que depende de que Estados Unidos logre sus objetivos militares.
Pero la operación ya lleva varios meses y no se vislumbra el resultado. Si la situación se dilata más, Machado corre el riesgo de pasar su existencia como una ilustre girovagante, dependiente de los compromisos protocolares. Esto significa quedar políticamente “en ninguna parte”: Ni como líder rebelde dentro de Venezuela, ni como figura triunfante tras la caída del gobierno chavista. Solo le quedaría el brillo fatuo de la medalla del Premio Nobel.
(*) Javier Gómez Sánchez (La Habana, 1983) Periodista, profesor e investigador. Máster en Ciencias Políticas en Estudios sobre Estados Unidos y Geopolítica Hemisférica por la Universidad de La Habana. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de las Artes de Cuba. Ha escrito numerosos artículos sobre comunicación política, guerra mediática y cultural, redes sociales e internet. Es autor de los libros Las Flautas de Hamelin. Una batalla en internet por la mente de los cubanos (2020), La Dictadura del Algoritmo. Guerra mediática y redes sociales en Cuba (2021), Los que curan y los que envenenan. Páginas de una pandemia mediática (2023). Realizó los documentales La Dictadura del Algoritmo (2020) y El insomnio del Hombre Nuevo (2024). Profesor de Comunicación Transmedia y Documental en la Universidad de las Artes de Cuba.
(**) Prof. Adán Iglesias Toledo, Director del Medio humorístico DEDETE del Periódico Juventud Rebelde, miembro de la UNEAC. Colabora con varios medios de prensa en su país y en el extranjero.