Por Carlos Novoa (*)
Portada Marina Cultelli, Tinta China (**)
El catastrófico huracán Melissa, a su paso por el Caribe este pasado mes de octubre, dejó tras de sí la triste cifra de 49 fallecidos y daños materiales por miles de millones de dólares, que aún no han sido cuantificados del todo. Sin embargo, ninguna de las víctimas registradas era cubana, y esto a pesar de que la región oriental de la isla fue terriblemente azotada por este fenómeno natural. Más de 700 mil personas fueron evacuadas, en un despliegue masivo que involucró a todas las estructuras del estado cubano, incluyendo las fuerzas armadas.
La clave para el éxito cubano en materia de protección a las personas, reside en el efectivo sistema de Defensa Civil creado y desarrollado por la Revolución cubana.
Antes del triunfo revolucionario, la protección frente a huracanes y otros eventos naturales era limitada. Las autoridades emitían avisos meteorológicos y coordinaban acciones básicas de auxilio, pero no existía una estructura nacional capaz de organizar la prevención, la evacuación y la recuperación. Las respuestas, casi siempre insuficientes, dependían de iniciativas locales o de esfuerzos caritativos y carecían de un enfoque sistemático. La vulnerabilidad de amplios sectores, especialmente en zonas rurales y en barriadas pobres, hacía que cada desastre se convirtiera en una tragedia de gran escala.
El cambio comenzó a gestarse en la década de 1960, cuando el país asumió la necesidad de establecer mecanismos permanentes de defensa frente a amenazas tanto militares como naturales. En un contexto marcado por tensiones externas, se implementaron medidas de protección de la población, se impulsó la educación para situaciones de emergencia y se organizaron las primeras brigadas voluntarias. La experiencia adquirida durante esos años reveló la importancia de integrar a organismos civiles, fuerzas armadas y comunidades bajo una misma estrategia.
Fue clave en el desarrollo de este sistema el poderoso huracán Flora, el cual golpeó a Cuba en octubre de 1963, causando más de 1150 muertes y la destrucción masiva de viviendas, ganado e infraestructura. Fidel vivenció estas jornadas terribles sobre el terreno. Pudo constatar la inmensa desorganización reinante y como muchas vidas se perdieron por falta de previsión. Él mismo casi pierde la vida durante una operación de rescate en medio de una crecida de un río.
Esta experiencia agilizó la creación, en 1966, del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil. Desde entonces se estableció un sistema único, jerarquizado y con presencia en todo el territorio, capaz de coordinar acciones desde el nivel nacional hasta el barrio más pequeño. La nueva estructura incorporó principios que aún hoy la caracterizan: planificación anticipada, participación popular, comunicación directa con la ciudadanía y un fuerte énfasis en la prevención.

Durante las décadas de 1970 y 1980 se consolidó un modelo que combinó la ciencia, la organización social y la preparación constante. La estrecha colaboración con el Instituto de Meteorología, el desarrollo de estudios de peligros y vulnerabilidades, y la creación de sistemas de alerta temprana marcaron una etapa de modernización. Paralelamente, los ejercicios Meteoro, iniciados en 1986, se convirtieron en un espacio anual de entrenamiento masivo que permitió evaluar y perfeccionar los mecanismos de respuesta ante huracanes, incendios, accidentes químicos y otros escenarios de riesgo.
Tras el derrumbe del campo socialista, la defensa civil cubana enfrentó un nuevo desafío: mantener su efectividad en medio de limitaciones económicas. Pese a las dificultades, el sistema demostró resiliencia y capacidad de adaptación. La prioridad se centró en proteger vidas, fortalecer la educación comunitaria y aprovechar al máximo los recursos disponibles. La llegada de fenómenos extremos como los huracanes Michelle, Paloma, Irma o Ian confirmó que la respuesta organizada seguía siendo una de las fortalezas del país.
En la actualidad, la Defensa Civil en Cuba se desarrolla en un escenario complejo, marcado por el cambio climático, la urbanización creciente y la aparición de nuevos riesgos tecnológicos. También las numerosas crisis que afectan a la isla, comenzando por el terrible Bloqueo norteamericano, cobran su factura en este campo, impidiendo el acceso a equipamientos y recursos que resultan fundamentales para enfrentar más efectivamente cualquier catástrofe natural. La actualización de los estudios de peligro, las acciones para reducir vulnerabilidades y el trabajo permanente en comunidades continúan siendo pilares esenciales. A ello se suman la incorporación de tecnologías de monitoreo, la capacitación especializada y un enfoque cada vez más integral de gestión del riesgo.
Más de medio siglo después de su institucionalización, la defensa civil cubana mantiene una premisa que define su historia: la protección de la vida como prioridad nacional. Su origen responde a la necesidad de organizar al país frente a amenazas diversas, y su desarrollo demuestra que la preparación colectiva y la participación social son herramientas decisivas para enfrentar los desastres con eficacia y unidad.
(*) Por Carlos Novoa, periodista y escritor venezolano
(**) Marina Cultelli: Es una de las artistas uruguayas contemporáneas más versátiles, integrante de la RedH y de su colectivo feminista Libertadoras. Es Licenciada en Artes Escénicas, Magister y fue Profesora en Facultad de Artes (UDELAR), donde integró órganos directivos además de dictar cursos en otras universidades latinoamericanas. Recibió premios nacionales e internacionales. Fue Asesora en Educación y Arte. Desarrolló trayectoria teatral y es autora de varias publicaciones individuales y colectivas. Realizó exposiciones de pintura y performances.