De regreso

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Por Rolando W. Sasso (*)

 

Hace algunos días tuve la oportunidad de regresar (en una visita relámpago) a mi ciudad natal, Dolores, en el departamento de Soriano que bien pudo haber sido la fundada en el año 1574 con el nombre de San Salvador, la población más antigua de Uruguay. Pero los acontecimientos (enfrentamientos con los indígenas) quisieron que fuera la urbe fundada en setiembre de 1801 la que se quedara con el galardón de más antigua.

Ya habían pasado algunos años desde mi última visita al pago y ello me trajo recuerdos a la mente, recuerdos que sumados a las experiencias vividas, reclaman que las escriba para que no se borren definitivamente del conocimiento de nuestros jóvenes descendientes. Seleccioné entonces algunas imágenes producidas entre mi liberación de la cárcel en tiempos de dictadura y mi posterior salida para el exilio europeo; si el amable lector nos concede un tiempito lo llenaré con historias verdaderas.

Eran tiempos en que no había celulares ni computadoras portables, no había comunicación por internet ni cámaras incorporadas a otros aparatos que hoy nos muestra el comercio mundial para comprar o quedar a la vera del camino. El mundo digital aún no nos había colonizado. La Inteligencia artificial (IA) no nos había penetrado el cerebro ni ocupado nuestros puestos de trabajo.

Eran tiempos en los que para conseguir un trabajo había que trillar con el diario de los avisos clasificados bajo el brazo y gastando las suelas de los zapatos. Aún así no era fácil, sobre todo si estabas fichado por las Fuerzas Conjuntas. Y para ir a firmar la planilla de permanencia en el país, una o dos veces al mes en el cuartel, había que perder un jornal que resentía el presupuesto familiar. Eran tiempos de comer arroz con atún peruano comprado en la feria vecinal y de proteínas ni qué hablar.

Eran tiempos de despidos arbitrarios, de ciudadanos categorizados por la dictadura en A, B y C; y al que protestara para afuera, eran días del dolor de ver a los niños descalzos y con la túnica heredada de los hermanos mayores y a su maestra destituida por antidemocrática como cantaba el petizo Daniel.

Eran tiempos de aguantar el chaparrón, las razias que levantaban gente por la mala pinta o por el color de la piel, de chanchitas verdes o azules (según de dónde vinieran y donde te llevaran). La autoridad con o sin uniforme decidía tu destino que podía ser desde la golpiza y otros refinados métodos de tortura, hasta la desaparición forzada.

Otros afrontamos el camino del exilio político hasta poder volver, aunque algunos ya no volverían. Hubo un tiempo en que se salía a Buenos Aires, era cerca y relativamente cómodo mientras no se volvió peligroso. Luego se transitó por Santiago de Chile hasta que se cortó dicha ruta con el golpe de Pinochet. Seguidamente se ensayó la salida por el Chuy para seguir a Río de Janeiro con protección de la ONU, ruta más segura aunque con excepciones como el secuestro en el marco del Plan Cóndor de Universindo Rodríguez Díaz y Lilián Celiberti Rosas (noviembre de 1978) y trasladados al Uruguay para la correspondiente tortura y encarcelamiento.

Tardamos un tiempito en enterarnos del secuestro porque las noticias boca a boca no tenían la llegada de la radio y ese tipo de información no era posible (ni pensable) escucharla o leerla por los medios. Lo cierto es que cuando nos enteramos, los que estábamos planeando nuestra salida pusimos las barbas en remojo. Aunque no era mucho lo que se podía hacer: un compañero que nos acompañara en el viaje hasta la frontera, pasarla caminando y aguardar un llamado telefónico de larga distancia avisando la llegada sin inconvenientes.

Recuerdo que para viajar me afeité la barba, dejando solamente el bigote, estábamos en los primeros días de octubre y teníamos un largo camino por delante para llegar a la oficina de la ONU que nos proporcionó un salvoconducto y los trámites para la residencia en Suecia. Al llegar a nuestro destino europeo nos encontramos con otros uruguayos que habían hecho el mismo camino, con bolivianos que habían abordado el avión en Copenhague, un paraguayo, algunos argentinos y varios chilenos que estaban de antes que nosotros. Había que cambiar la ficha y enfrentar una nueva realidad, sería otra vida, otro mundo que nos acogía y nos formaba para el trabajo en la nueva (para nosotros) sociedad. La socialdemocracia cumplía su tarea de asilar a los sudamericanos y encaminarnos hacia una nueva vida.

Este regreso a mis raíces simbólicamente es un regreso a mi trayectoria con tantos aciertos y más errores, que vistos en la perspectiva histórica me doy cuenta que he caminado. En la ruta fue quedando mi trabajo de guarda en el ómnibus, mi trabajo como fotógrafo de prensa, mis recorridas por el mundo, los libros que escribí, los artículos que redacté, los archivos a los que aporté, los libros que leí, los amigos que tuve y que tengo…Tengo que agradecerle a la vida por todo lo que me dejó hacer, vivir y existir junto a tantos luchadores hermanos del alma.

 

(*) Rolando Sasso es fotógrafo, Periodista y escritor. Tiene en su haber varios libros de profunda investigación periodística sobre el accionar histórico del MLN-T

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