Marisa Adano (*)
Claudia Suárez (**)
“En tiempos de incertidumbre y desesperanza, es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros” Enrique Pichón Riviere
Visitamos el Hospital Vilardebó, y de la mano de Selva Tabeira y Magela Fein, conocimos el taller Sala 12 y el Espacio de recuperación patrimonial. Nos acercamos al trabajo de la Cooperativa social DODICI y a los esfuerzos para el logro de la cooperativa de viviendas HAMABI, ambas organizaciones conformadas por personas usuarias del Vilardebó.
El trabajo colectivo sana decía Pichón Riviere, todo aprendizaje es un camino a la sanación y los grupos son el espacio de aprendizaje por excelencia.
Al preguntarle a Selva qué herramienta utiliza para cuidarse a sí misma en medio de los relatos de situaciones muy dolorosas que viven los pacientes de Vilardebó nos responde: “El arte. El arte desplaza el delirio”. Una de las herramientas más utilizadas en el Taller de la Sala 12 es la creatividad, podemos ver retratos generados con botones, piezas realizadas de material médico en desuso, mobiliario hecho de tapitas de refresco. Este arte permite practicar la creatividad, esa misma que posibilita crear nuevos caminos de vida. Sumar herramientas para lidiar con el mundo que no siempre ni a todas las personas les muestra su cara más amable. En esta nota compartiremos parte de los intercambios, reflexiones y fotografías surgidas a partir de la visita, buscamos compartir miradas para dar a conocer los procesos que allí suceden.
En el Taller Sala 12, el colectivo trabaja reparando mobiliario y creando arte con objetos de desecho, convierte aquello que “ya no sirve” en objetos que homenajean personas, expresan o encuentran utilidad en una segunda vida. Así como van apareciendo lentamente las caras, de la sumatoria de botones, también los otros grandes proyectos se gestan de la sumatoria de pequeños esfuerzos.
Nos cuenta Selva que para poder iniciar el lavadero, espacio de trabajo de la cooperativa social DODICI, fue necesario primero generar las gestiones para tener las máquinas, una persona donó las cerámicas y hubo que hacer el pozo, “me hice el pozo de agua a mano, le enseñé a ellos, que mi padre sabía hacer, pasamos los caños para arriba, dele que te dele y lo hicimos. Somos un país rico, a 80 centímetros está la aguada y agua, agua, agua.” Recuerda el apoyo de las compañeras del comité Jacinto Vera que acercaban comida y agua.
Nos relata cómo fueron aumentando la capacidad de lavado, pasaron de 3000 kilos a 8000 kilos y al día de hoy ya están en 11 mil kilos y 8 cooperativistas trabajando, resalta que el 100 por ciento son usuarios de salud mental. Nos cuenta la sorpresa durante la visita de especialistas italianos en cooperativismo, le planteaban: “¿cómo podés hacer? Porque allá es una menor cantidad las personas con problemas vulnerables o de salud mental”, cabe aclarar que en Italia hay una fuerte tradición de trabajo en cooperativas sociales para inserción laboral de personas con problemas de salud mental, pero las cooperativas tienen un porcentaje menor de usuarios de los centros de salud y mayor integración de profesionales.
Recorriendo las instalaciones se hace notorio el trabajo en el embellecimiento del espacio, lograr dignificar a través del trabajo el espacio que se habita. Ellos van reparando el local, interviniendo pero también poniendo su gusto, creatividad y de esta forma se va acrecentando la pertenencia, el espacio se va alejando del lugar ascético, neutral, del hospital para irse convirtiendo en su lugar. Vamos viendo también en los diferentes espacios que se da reconocimiento al trabajo, en cada sala intervenida se van agregando carteles con los nombres de las personas que trabajaron en los mismos, así deja de ser invisible.
Por otro lado, el colectivo viene realizando la tarea titánica de recuperación de la memoria “yo hace más de 10 años que estoy con una computadorita que es de Ceibal, una pobreza absoluta”.
El hospital cuenta con un espacio de recuperación patrimonial que además de algunos objetos que formaron parte del mobiliario e instrumental de otras épocas, tiene los archivos de historias clínicas de los y las pacientes. Para este trabajo no cuentan con personal contratado y se realiza a partir del voluntariado en algunos casos más estables y otros por pasantía.
Estas historias clínicas muchas veces son solicitadas por BPS u otros organismos del estado, a su vez son especialmente interesantes para investigación a nivel de las historias individuales como de los tratamientos y comprensiones de las concepciones de salud mental de cada época.
Nos cuentan por ejemplo cómo lograron que se pudiera tener en el archivo de imágenes de Madres y Familiares de detenidos desaparecidos la imagen más actualizada de un paciente de Vilardebó que en una de sus salidas es desaparecido junto a su familia. En los archivos de familiares contaban solamente con una foto de cuando era niño y se pudo no solo verificar la historia según sus salidas y entradas sino también brindar una foto más cercana a su imagen a la hora de su desaparición.
Del trabajo con las historias médicas se desprenden modalidades de tratamiento que se parecen más a la tortura que a prácticas médicas, dejando registro de la misoginia, discriminación y falta de cuidado que recibían las personas que llegaban a estos centros. Por ejemplo, detectaron que a las mujeres se les inyectaba insulina cuando no era necesario, eso las dejaba en un “pre coma” con poca posibilidad de reacción, como en sedación, cuando la baja en azúcar ponía en riesgo sus vidas les aplicaban electroshock para reanimarlas fluctuando entre ambos estados.
También han encontrado registros de inyecciones de trementina intramuscular o sea inyecciones de aguarrás, se encuentran investigando las coincidencias entre las formas de tratamiento y las formas de tortura utlizadas en la cárcel de mujeres, en el mismo período (años 60’) ya que los médicos podrían coincidir.
Quienes trabajan en este lugar parecieran guardianes de tesoros, dando valor a aquello que fue descartado, salvando del olvido la memoria, brindando nuevas oportunidades “Es pulmón, pulmón, pulmón. Y como dijo mi hijo, nadie da el tiempo y tú das tu tiempo”.
Al escucharlas una puede ver el compromiso más allá de lo laboral, el amor puesto en la tarea. Esta tarea realizada en medio del desamparo y el abandono, con muy pocos recursos disponibles, tanto humanos como materiales y compartiendo con personas cuyas historias de vidas implican mucha complejidad y dificultades.
Trabajar diariamente con la tristeza, el dolor, la estigmatización de las personas con problemas de salud mental, el aislamiento y la violencia de la institucionalización.
“Hay una cosa, en esta gente, en este proyecto, yo tengo que contar cuántas manos tengo para agarrar un cajón. Porque a veces no tengo”.
Les agradecemos profundamente habernos recibido y el trabajo día a día.
(*) Marisa Adano, fotógrafa uruguaya, colaboradora de Mate Amargo, es autora de múltiples publicaciones, miembro de la REDH y de su colectivo local LibertadorasAntifascistas.uy
(**) Claudia Suárez Delgado, licenciada en Psicología especialista en Gestión Cultural en UDELAR, integrante de la Red de intelectuales y artistas en defensa de la humanidad (REDH), ceramista.