“La magia de los caminos”(1)

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Por Juana Francisca Gómez(*)

 

La lechería es uno de los rubros de exportación más importantes en Uruguay. Estuvimos conversando con productores familiares integrantes de la Sociedad de Fomento Rural “La Casilla” de Flores, para conocer su visión sobre la producción, acceso a tierra, la tecnología, el conocimiento, el recambio generacional entre otros temas que atañen a su labor.

 

Mate Amargo – ¿Qué se hace actualmente en la Sociedad de Fomento La Casilla?

Jorge Altuna – De las actividades principales, en el momento, es el campo recría. Las terneras de los socios (la mayoría de los tambos de Flores son socios) ingresan al campo con unos 120 kilos, máximo 220. Cuando llegan a los 300 kilos se inseminan y cuando están llegando a los 500 kilos, un mes antes de parir, se le entrega a los productores. Eso tiene un costo, se busca la vuelta para que sea lo más económico posible para el socio.

Eso es una de las cosas. Hay partes del campo que no está apto para el ganado lechero pero hay un rodeo de carne que ayuda a pagar el arrendamiento. También se cuenta con un sistema de riego por superficie y un pivot central, que también es para el campo. En el riego por pivot ahora hay semillero de festuca implantada. Pero se usa también para pastorear con la recría. La semilla se vende y se pagan insumos, todo es beneficio del campo recría.

M.A. – ¿Cómo se compone la Sociedad?

J.A. – La gran mayoría son particulares, con campo propio o campo arrendado. De los tamberos, el 70% son colonos. El fuerte de la lechería son campos de Colonización y en la zona de la Ruta 23 también.

 

M.A. – La Sociedad tiene muchos años, ¿cuántos integrantes tiene ahora?

J.A. – Socios de “La Casilla” hay 140, hay ganaderos, socios adherentes, que ya se jubilaron pero siguen aportando como socios y después todos los lecheros. Somos unos 60 tambos.

 

M.A. – ¿Qué hacen en estos tambos?

J.A. – Producen leche que, en su mayoría, remite leche fresca a Conaprole. La gran mayoría son familiares, medianos y chicos.

 

M.A. – Y un tambo chico, ¿cuánto produce?

J.A. – En mi caso nomás, ando en unos 3 mil litros diarios más o menos, pero tengo un vecino acá, que es un tambo chico con unas 40 vacas, anda en unos mil litros por día. Los tambos grandes de 1200 vacas está como en 35 mil litros por día, pero son solo tres.

Otro fuerte que tenemos nosotros como socios es, además del campo de recría, el acarreo de la leche porque somos socios de Trale que es una empresa que reúne todos los transportes de leche. Tenemos como cinco viajes por día. Ese es otro de los fuertes de la Sociedad de Fomento.

M.A. – Esta actividad genera unos cuantos puestos de trabajo ¿no?

J.A. – Y bueno, ahí tenés por ejemplo: el chofer, el mecánico, está el encargado de los viajes, ahí ya estamos hablando de siete personas ahí nomás para eso, y después en cada tambo, en mi caso yo tengo un empleado, pero por ejemplo, en los tambos grandes (trabajan) 15 o 20 personas más, además de técnicos, veterinarios, etc. La leche genera fuentes de trabajo, es una cosa impresionante, es una cadena larguísima.

Estamos hablando de 400 puestos de trabajo nomás sin mirar mucho, Después lo que son proveedores, gomería, estación del servicio y otros que se enganchan. Es imponente.

 

M.A. – Y la vida en comunidad ¿cómo es?

J.A. – Ha cambiado mucho en los últimos años, sí, se ha generado mucha fuente de trabajo, hay mucho movimiento. El campo ha movido mucho. En Trinidad se ha movido.

El tema de la educación de los chiquilines, creo que bien también se ha mejorado, pero falta mucho. En la Sociedad de Fomento coordinamos también dar una mano para hacer un CAIF en la zona de la Ruta 23, que funciona al lado de la Escuela 32.

 

M.A. – ¿Y a nivel de tecnología? Tengo entendido que cuando el Instituto de Colonización entrega tierras hay un proyecto de fomento y seguimiento que acompaña.

J.A. – Sí, hay varias modalidades, por ejemplo había campos que había gente que prácticamente no lo usaba, que no vivían en ellos, empezaron a hacer seguimiento y se los sacaron a cantidad, pero gente que no vivía en el campo, lo tenían como pasatiempo.

Entonces se le entregaron a colonos nuevos y se le hizo el proyecto de seguimiento. Creo que se devolvió una sola fracción, después todos los otros están funcionando bien.

Faltan cosas para ajustar, indiscutible, como la entrega rápida de los campos para que los campos no se llenen de malezas, bichos, etc., porque están vacíos. Hay mucha gente que necesita tierra para trabajar.

 

M.A. – Respecto a lo tecnológico ¿ustedes se plantean algunos desafíos?

J.A. – Viste ahí el tema es el riego, hacer algún banco de forraje. Hace muchos años se hizo el pivot con un proyecto del Ministerio. Entonces la idea es tratar de avanzar en la otra parte del riego, por el tema de como viene el clima. Lo bueno de hacerlo en la sociedad es que se beneficien varios productores, sobre todo los más chicos.

Por ejemplo, estamos hablando de 30 productores chicos que puedan sacar un banco de forra que te dé para plantar, para hacer fardo o hacer un silo para la comida de las vacas, para tener en las épocas críticas. Tienes que ir avanzando, irte poniendo al día e ir incorporando tecnología, para hacerle frente a lo que se viene.

 

M.A. – Con respecto al futuro, ¿cómo están viendo el tema de la juventud?

J.A. – Eso es un problema no menor, el recambio generacional que hay en los tambos es horrible porque los pocos hijos que hay no agarran para el tambo, la gran mayoría se van a estudiar y a hacer otra cosa. Es un problema grave, el cierre a veces –también- de empresa agropecuaria se debe a que no hay quien la siga. Es un problema que se viene que no sabemos cómo atenderlo porque si no le gusta vos no podés obligar a nadie a que trabaje eso, te tiene que gustar.

De mi punto de vista, la gran mayoría no se quedan, no es porque no le guste sino porque hay trabajos más cómodos y bien pagos. Es duro y sacrificado el tambo, no es que sean mal pago pero ¿qué pasa después de todos estos avatares del clima o de baja de precios de la leche? te pega y te pega muy duro. Pasás viviendo con lo justo y necesario. Entonces la muchachada no quiere pasar mal.

En la Sociedad siempre estamos pensando en tratar de avanzar, de crecer y de acompañar también en la parte social. Buscándole la vuelta, siempre, con esas cosas. También apoyar a alguna cosa, un proyecto de colonización. Por ejemplo el mantenimiento de algún campo para que el colono que venía lo encontrara en condiciones. Eso se hizo varias veces. Siempre pensando en cuidar al productor, vamos y le damos una mano, porque es una Sociedad de Fomento sin fines de lucro. Los directivos trabajamos gratis, siempre con el fin de dar una mano y que esto siga marchando y creciendo.

 

M.A. – ¿Cómo es tu vivencia como productor y colono?

Juan Ignacio Bugani – Nosotros venimos de familia de colonos. Mamá y papá accedieron a una fracción de 93 hectáreas cuando yo tenía 12 años. Ahí estuvimos desarrollando la lechería hasta que ellos se jubilaron y le pasaron la fracción a mi hermano. Yo arrendé a un tercero, una fracción pegada y seguimos trabajando juntos. Por el 2019 salió un llamado para 194 hectáreas a 18 kilómetros de la fracción y nos anotamos con mi señora. Era una fracción pelada, no había tambo, no había nada, era todo un abandono total. Yo tenía el pequeño capital de la mitad de las vacas del tambo familiar. Hice un proyecto para el Banco República, con esas vacas de garantía y me dieron los fondos para armar una sala, arreglé las casas, hice caminería, puse agua en la parcela que no había. Yo iba y venía. En dos años ya empezamos a ordeñar ahí en la fracción nueva, pero siempre trabajamos en conjunto, compartiendo maquinaria, etc., si no era imposible.

 

M.A. – ¿Y la recría la hacen con la Sociedad de Fomento?

J.I.B. – La recría se hace en “La Casilla”. En nuestra área es todo vaca en ordeñe.

 

M.A. – ¿Cómo se ven ustedes siendo colonos?

J.I.B. – Mi hermano es solo, está con mis viejos. A ellos le pasamos una mensualidad porque la jubilación rural es muy poca y no les da. En sí lo que faltaría es tierra, ahora estamos estabilizados para seguir creciendo, lo que falta es tierra. Conseguimos algunos campos cerca para sembrar maíz pero no hay nada estable. Lo estable es lo de Colonización.

 

M.A. – Y ¿cómo ven el tema del recambio generacional?

J.I.B. – Los que dejan el tambo, los hijos no quieren seguir, no tienen quiénes sigan, porque se van para el pueblo y agarran otro trabajo y ya no vuelven. Si les gusta, siguen, pero la mayoría si consiguen otro trabajo ya no vuelven. Está complicado hasta para conseguir gente para trabajar en el tambo y eso que la lechería es uno de los rubros de campo con los mejores sueldos.

 

M.A. – ¿Y los temas tecnológicos cómo los van procesando?

J.I.B. – Hay tecnología y se va adaptando a medida que se puede. Nosotros, por ejemplo, ahora estamos por hacer un techo con el sistema Cama Caliente. La idea, para adelante, es poner un robot.

 

M.A. – ¿Y eso qué inversión requiere?

J.I.B. – El robot sale $120,000, pero es limitada la capacidad que tiene, porque un robot da para 70 vacas. La vaca va a comer y el robot ordeña. Es todo un sistema. Después hay un sistema de collar y te mide todos los parámetros de la vaca en el día. Eso no está muy lejano porque los collares, cada vez valen menos. Para eso necesitamos personas calificadas. Es como con los tractores de ahora, que andan con una sembradora con sensores. La lechería va por el mismo camino.

 

M.A. – Porque hay cosas del campo que igual no se pueden tecnologizar, hay saberes que no lo están en la máquina.

J.I.B. – Claro. La práctica es todo, pero se van agregando cosas que ya hay que tener cierta capacitación, porque no es como antes.

 

M.A. – ¿Cuán importante es una Sociedad de Fomento?

J.I.B. – Yo me siento orgulloso de ser colono. Para el productor chico es bárbaro, porque ahí tenés la opción de juntarte con otro y conseguir cosas grandes en conjunto. El campo de recría, el servicio de maquinaria, capacitación porque se arman cursos y todo eso para el productor chico es fundamental.

  • Fragmento de “El arriero va” Canción de Atahualpa Yupanqui

(*) Juana Francisca Gómez es escritora y miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)

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