“En el nombre y en la Sangre”. Entrevista a Marina Cultelli

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Por Colectivo Mate Amargo (*)

 

Marina Cultelli (M.C.D.), es una de las artistas uruguayas contemporáneas más versátiles. Ella es integrante de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH) y de su colectivo feminista Libertadoras. Es Licenciada en Artes Escénicas, Magíster y fue Profesora en la Facultad de Artes (UDELAR) donde integró órganos directivos, además de dictar cursos en otras universidades latinoamericanas. Recibió premios nacionales e internacionales. Fue asesora en Educación y Arte, desarrolló una gran trayectoria teatral y es autora de varias publicaciones individuales y colectivas. Realizó exposiciones de pintura y performances. Nació en esta capital y es hija de Isabel Delfino y Andrés Cultelli (“el Viejo”), pasando su infancia y primera juventud en aquellos años duros. Vivió exilios cuando el Chile de Allende y por muchos años Cuba le abrió los brazos. Después desexilios. En definitiva, Marina es tantas y tantas cosas.

Mate Amargo (M.A.) se encontró con ella, pues una nueva obra será estrenada en estos días: “En el nombre y en la Sangre”. El espectáculo contará con la actuación de Yasser Arias Kasen y la música de Guillermo García, y Marina vuelve a escena en la adaptación, producción, dirección teatral y ambientación de esta obra, el miércoles 22 de octubre en el Centro Cultural Simón Bolívar sito en Rincón 745, Ciudad Vieja y a la hora 19. Se basa en un poemario de la venezolana- palestina Miriam Kasen y es una puesta auspiciada por la sección consular de la hermana República Bolivariana de Venezuela, la REDH, la Internacional Antifascista, Espacios Libres de Aparheid, Libertadoras Antifascistas.uy, en estos cuatro casos por sus Capítulos Uruguay, sumándose la Secretaría de Derechos Humanos y Políticas Sociales del PIT-CNT, y por supuesto que este, nuestro medio Mate Amargo, con el apoyo por la Coordinación por Palestina.

 

M.A.: ¿Qué nos puedes decir de la obra que se presenta este miércoles?

M.C.D.: En medio del diálogo con Yasser Arias, me dio a conocer el poemario de su madre, también palestina venezolana, titulado «En el nombre y en la sangre». Fue así que hice una adaptación teatral donde incluí versos del poeta palestino Darwish. Ensayamos todos los días. Hubo, como en todo proceso teatral, dudas, aciertos y desaciertos, conflictos creativos. Me encontré frente a un dilema, que en principio fue una dificultad, pero luego se convirtió en aliado. Estábamos trabajando con la memoria corporal de un ser humano que narraba en primera persona la historia de su propia familia en medio de la guerra de hoy y de siempre. La guerra es un dolor anclado en el alma. Fue duro. En el medio de los ensayos sucede Venezuela, más guerra, más dolor. Estamos hablando del hoy. Los ancestros resurgen y se presentan a nuestra mirada.

Puedo hablar de los nudos dramáticos que técnicamente se traducen en acción teatral, de identificación Stanislavskiana y del necesario distanciamiento de Brecht, pero la frase de Atahualpa del Cioppo, resuena paradójicamente: «El teatro no es la vida, es teatro», pero desaprendí al maestro ya que en esta obra, el teatro es la vida.

Proponemos un espacio de vida que visite al público, lo emocione, lo convoque, lo desafíe y lo comprometa.

M.A.:  Sabemos de varias obras tuyas (poema, pinturas y ahora teatro) sobre el genocidio contra Palestina. ¿Cómo expresarías la necesidad del arte militante para detener este crimen de lesa humanidad? ¿cuál es su importancia?

M.C.D.: Por un lado, está la necesidad de la militante y por otro la necesidad como artista. La artista no es ajena.  Mi sentido está en el otro extremo. Esa fuente inagotable de sentido, infinita, sigue pariendo. Es un parto natural. No funciona desde la contención emocional, ni desde la racionalidad, ni desde la reflexión. Se naturaliza desde la cotidianidad de una emocionalidad aumentada que rompe el corazón, que completa la corporalidad, que se alimenta de crear; y para crear es necesario comprometerse.

Militante es esa otredad que ayuda, que compensa, que sostiene.  El eco no tiene eco, pero el arte se emancipa con arte. A través de la identificación que provoca una catarsis liberadora con militancia colectiva, convoca el pensar. La emoción es un eje central de mi corporalidad, de la memoria reciente y de la memoria ancestral.  Se puede criticar el uso que producen los medios hegemónicos a través de ella, pero no se puede olvidar el rol que positivamente ejerce la corporalidad de la emoción en el arte. Ella se dibuja en el espacio íntimo y multiforme, se ensancha, se ruboriza dando lugar a insospechables espectros que debajo del iceberg dan luz a las sombras. Esta acción de encender hasta las piedras nos hace portadores de una responsabilidad que se transforma y es transformadora, eminentemente pedagógica y una convocatoria permanente a la producción de conocimientos.

Cuando digo que mi corazón artístico es multiforme, estoy situando mi universo poético, teatral, pictórico y performático en el centro. No hay un arte más importante que otro. Todos lo son. La poesía dialoga con la escena, la pintura con lo infinito da color a la performance; y Palestina no es un tema, es una opción de vida y de amor. Es la lucha por la vida.

He conocido gente palestina. Primero en Cuba: estudiantes becados con los cuales compartimos el disfrute de la juventud y una canción de mi esposo cubano, el poeta Ángel Escobar. Hoy mi compañero es de origen palestino, y me puso la vida en una esquina humana donde recientemente conocí a más gente de este origen. Están aquí. Son nosotros y nosotros ellos. Su sentido radica en ser. Es entonces que el poema se siente situado, el teatro echa de menos la rapsodia de los antiguos huyendo de occidente, y las pinturas de los genocidios de antes se convierten en los de ahora.  En la pretensión de que el arte sea transformador, su profanación radica no sólo en que lo sea, sino en el intento y en el querer serlo; sobre todo cuando puedo ser eco de mi padre: «amo en ti a la humanidad».

M.A.: El arte también necesita de la Paz, y los vientos de guerra se respiran ahora en nuestra América Latina, en el Caribe y contra Venezuela. Tú que viviste situaciones similares en la Cuba Revolucionaria de fines de la década del 70, ¿qué tienes para decirnos al respecto?

M.C.D.: Una gran parte del arte, de los artistas que lo producen, de los luchadores por la paz, nunca tuvieron paz.

Martí escribió Nuestra América en la miseria del exilio. No podría asegurar semejanzas, pero las noticias que traen mis hermanas, así como la mundanal familia latinoamericana de REDH, cuyo combate ante los medios hegemónicos en la guerra cultural es permanente, ameritan una comparación. Parafraseando a Martí en su carta a Manuel Mercado diré que ya estábamos todos los días en peligro de dar la vida por nuestro país y por nuestro deber- puesto que lo entendíamos junto al pueblo cubano y teníamos ánimo con que realizarlo-, «de impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América.»

Ayer y hoy, la colonialidad del poder del imperio Yanqui da testimonio de la violencia terrorista de su poderío militar. Recuerdo uno de los históricos discursos de Fidel en la Plaza de la Revolución que concluyó con los versos de Bonifacio Byrne, como antes lo había hecho Camilo Cienfuegos: «Si deshecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día/ nuestros muertos alzando los brazos/la sabrán defender todavía».  Mientras los estudiantes, movimientos sociales como los CDR, la CNT, ciudadanos a los que Martí llamaría «con los pobres de la tierra/quiero yo mi suerte echar»: convocaban, vigilaban, decidían alistarse en la nueva creación de Milicias de Tropas Territoriales. A nadie le gustaban los apagones, ni esconderse, ni las alarmas antiaéreas, ni nada de los simulacros de invasión de EEUU, y no creo que se trate de un hecho del gusto de nadie ni en Venezuela ni en ningún lugar: pero había que hacerlo. La molestia de los apagones, de la tarea interrumpida o la jornada de trabajo que tanto cuesta su necesario paro a la economía, no eran para degustar como caviar de ninguna aristocracia, pero cobraron el sentido de la defensa y de la entrega por la Revolución, que se encarnó en cada cuerpo vibrante de cotidianidad cubana, con el potente ritmo ontológico de la fiesta del primero de enero, del triunfo de la revolución. Los sentidos eran entonces contradictorios, pero para festejar la victoria siempre hay tiempo.

M.A.: ¿En qué fechas y lugares se continuará presentando «En el nombre y en la Sangre»?

M.C.D.: El día 4 de diciembre a las 19 horas nos presentamos en la Fundación Mario Benedetti. El 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos,  estaríamos cerrando el ciclo de este año probablemente en Facultad de Artes en horario a confirmar. El año próximo continuaremos con las funciones.

Agradeciendo el tiempo, ese de todos los tiempos, Mate Amargo se despidió de Marina, para volverse a encontrar este miércoles, con ella y con todos y todas.

(*) Colectivo Mate Amargo es un Colectivo integrado por las y los compañeros que construimos a diario este medio de comunicación popular y alternativo.

Nota: Las pinturas expuestas son autoría de Marina Cultelli.

 

 

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