Por Colectivo Histórico “Las Chirusas”(*)
Joaquín Andrade Irisity(**)
Hace ya 90 años, Uruguay vivió un episodio que quedó marcado en la memoria de quienes lo protagonizaron, aunque hoy ha caído en el olvido colectivo.
El país de los años treinta, del siglo pasado, se encontraba sumergido en un clima de crisis económica y una profunda transformación política. La Gran Depresión de 1929 había golpeado duramente la economía uruguaya, afectado las exportaciones de carne y lana, generando un aumento del desempleo y pobreza tanto en las ciudades como en el campo (Nahum, 1999; Instituto de Economía, 2001). El poder ejecutivo, dividido entre el Presidente de la República y el Consejo Nacional de Administración según la Constitución de 1918, comenzaba a mostrar sus limitaciones para enfrentar la crisis y canalizar la protesta social (Nahum, 1999).
En este contexto, Gabriel Terra, líder colorado y presidente desde 1931, consolidó su figura mediante un autogolpe el 31 de marzo de 1933. La represión política fue inmediata: sectores batllistas, blancos independientes y fuerzas de izquierda quedaron marginados, mientras que la represión cobró varias víctimas como el expresidente Baltasar Brum y el político colorado Julio César Grauert.
A finales de enero del año 1935 el país enfrentó lo que se conoce como la Revolución de Enero o “Revolución Tricolor”, denominación que el filósofo e historiador Arturo Ardao (1996) adoptó para vincular esta sublevación con la histórica Revolución de 1875. Como entonces, la bandera de los Treinta y Tres Orientales se alzó por encima de las divisas tradicionales, simbolizando un intento de unidad frente a un gobierno percibido como autoritario.
Paso Morlán, ubicado sobre el arroyo Colla, en el departamento de Colonia, se convirtió en el escenario de los enfrentamientos más decisivos. Allí se concentraron insurgentes de distintas corrientes políticas: no solo Basilio Muñoz, veterano militar blanco de múltiples contiendas, sino también batllistas, blancos, independientes y algunos militantes de izquierda – entre ellos comunistas, algunos simpatizantes de ideas socialistas- unidos bajo la bandera tricolor.

La llegada de los insurgentes al lugar estuvo marcada por tensión y nerviosismo. Con fusiles, carabinas y ametralladoras de calibre 7mm, similares a las usadas en conflictos anteriores, se organizaban patrullas nocturnas para vigilar los movimientos del ejército, mientras que los mensajeros corrían por senderos y potreros para transmitir las órdenes de los grupos dispersos. Se registraron pequeños combates iniciales, en los que los rebeldes lograron capturar algunos puestos de avanzada y provisiones menores, lo que generó un breve entusiasmo.
Sin embargo, la ventaja inicial fue efímera. El ejército profesionalizado, equipado con fusiles de retrocarga y artillería ligera, avanzó coordinadamente a lo largo de los días 24 y 25 de enero, mientras que las escaramuzas se intensificaban y los disparos resonaban entre los barrancos y campos cercanos. Algunos testigos recuerdan a Muñoz reorganizando a su gente entre cargas y repliegues, intentando evitar la dispersión total, mientras otros combatientes improvisaban barricadas y defendían con coraje cada centímetro del terreno.
A pesar de estos esfuerzos, la falta de coordinación, la inferioridad armamentística y la dispersión de los grupos insurgentes resultaron fatales. Muchos combatientes fueron capturados, otros huyeron hacia zonas rurales cercanas y varios murieron en los enfrentamientos.
El ejército gubernamental logró desbaratar la insurrección en menos de una semana, demostrando la superioridad técnica y estratégica de las fuerzas de Terra.
La experiencia dejó una huella simbólica que evidencia la posibilidad de unidad interpartidaria frente a un régimen autoritario. Décadas más tarde, este suceso inspiraría a futuro, la articulación entre sectores progresistas de los partidos tradicionales con fuerzas marxistas de izquierdas, como en algún momento lo había hecho el Semanario Marcha dirigido por el periodista Carlos Quijano.
Paso Morlán, aunque breve y fallida, se inscribe en un hilo histórico que va de los levantamientos del siglo XIX a los esfuerzos por la unidad política de las izquierdas del siglo XX. Su legado no es solo militar, sino político y cultural. La memoria de enero de 1935 sigue siendo espejo para la política contemporánea, recordándonos la importancia de la pluralidad entre distintos actores políticos y sociales para sostenerse y resistir ante desafíos autoritarios.
(*) Colectivo Histórico «Las Chirusas» está constituido por estudiantes y docentes, investigadores/as de historia
(**) Joaquín Andrade Irisity es estudiante avanzado del Profesorado de Historia en el IPA y de Comunicación Social en UTU, escritor y periodista en formación
Referencias
– Ardao, A. (1996). La Tricolor: Revolución de Enero. Recuerdos personales y documentos olvidados. Biblioteca de Marcha, FCU.
– Ardao, A. Castro,J. (1937). Basilio Muñoz: hombre de ayer, de hoy y de mañana Acción.
– Frugoni, E. (2007). La revolución del machete. Letrasné Ediciones.
– Hobsbawm, E. (1998). Historia del siglo XX. Editorial Crítica, Grupo Editorial Planeta. (Primera edición 1994).
– Luzuriaga Contrera, J.C. (1994). Paso Morlán: la protesta armada de 1S35.Ediciones Banda Oriental
– Instituto de Economía. (2001). El Uruguay del siglo XX: Economía. Banda Oriental.
– Nahum, B. (1999). Breve historia del Uruguay independiente. Lectores de Banda Oriental, Ediciones Banda Oriental.
– Solari, A. E. (1965). Estudios sobre la sociedad uruguaya. Arca Ediciones