Cuando la política se convierte en recinto de la violencia.

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Por Colectivo Mate Amargo (*)

Para regocijo de los medios que miden la utilidad de su función según el número de personas que le prestan atención, y también para revuelo de las redes sociales, el 13 de agosto el Parlamento se convirtió en un espacio para la comunicación chabacana, la agresión, la violencia, la falta de respeto y hasta la ilegalidad. En un recinto regulado por pomposos mandatos de comunicación indirecta, donde la palabra solo se refiere al presidente o presidenta, los legisladores -por momento- parecieran olvidar que le hablan a la ciudadanía toda y no sólo eso, sino que también tendrían que hablar por toda la ciudadanía que los pone en ese lugar para representarla.

La impunidad protegida por los fueros pero también por una política en la que el agravio y la conducta payasesca parecieran ganar cada vez más adeptos. En definitiva, la banalización de la política, que comunicacionalmente parece haber logrado algún objetivo oculto (posiblemente desdibujar el centro de la discusión enmarcada, nada más y nada menos que en la situación y perspectiva del agro con una interpelación frustrada al ministro Fratti)

Decía Orwell en su novela, 1984, “Cada año habrá menos palabras, así el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño”. Esto nos recuerda cómo la banalización, el bastardeo de la política, es también la pérdida de esperanza y confianza, para grandes masas de la ciudadanía, en el poder político partidario.

Y seamos claros, es interés de algunos colectivos que esto suceda, porque la política puede poner uno de los pocos límites o cotos al capital, como por ejemplo las regulaciones a nivel laboral, las que protegen nuestros recursos naturales, en definitiva regulación y límites que deben salir de estos espacios. De allí la necesidad de generar un desprendimiento que anule la confianza y la legitimidad en estos poderes. Convertir, entonces, la cámara de Senadores en un espacio en el que el intercambio se centre en los agravios y en las características de las personas, empobrece y saca la función legislativa de su centro.

Este tipo de situaciones genera que se multiplique el barullo en las redes, así aparecen personas ofendidas recordándonos: ¿Qué pasaría si alguno de nosotros tuviera ese tipo de actitud en su trabajo?, otros que defienden al legislador atacante, redoblando la apuesta haciendo gala de homofobia, racismo, aporofobia y multiplicando el odio, alguno se anima a reclamar que vuelva la ley de duelo, relamiéndose en la posibilidad de la espectacularización de uno de estos eventos transmitido en directo bajo la mirada y la charla con poco pienso que genera la inmediatez de la comunicación hegemónica.

Es que cada uno de estos eventos funciona como modelo, si aquellas personas que votamos para que nos representen eligen gestionar sus diferencias de esta forma, entonces la población podría adquirir el derecho a gestionar sus diferencias de la misma manera.

Entonces: ¿cómo recalcar que el insulto que recae sobre la orientación sexual de una persona es ilegal?, ¿Cómo, si quiénes generan las leyes no las respetan?

Y comienzan a oírse las voces reclamando la aplicación del artículo N° 115 de la constitución que plantea que: “Cada Cámara puede corregir a cualquiera de sus miembros por desorden de conducta en el desempeño de sus funciones y hasta suspenderlo en el ejercicio de las mismas, por dos tercios de votos del total de sus componentes”, pero algo dice que se trataría de una pérdida de tiempo y energía, vericuetos burocráticos que no harían más que continuar banalizando la política y sacándola de los debates sobre las problemáticas que acucian a la mayoría de la población.

Con estas formas perdemos en capacidad de construcción de un mejor lugar para todas las personas. Mientras sigamos viendo la política como un espacio de ganadores y perdedores, difícilmente gane la población.

¡La esperanza de la gente exige soluciones! ¡Ladran Sancho! ¡Carajean! Y muestran dedito, también,… a quién se le ocurre meterse con la tierra! Tomémoslo como señal.    

(*) Colectivo Mate Amargo es un Colectivo integrado por las y los compañeros que construimos a diario este medio de comunicación popular y alternativo.

Fotografía Claudia Suárez Delgado, licenciada en Psicología especialista en Gestión Cultural en UDELAR, integrante de la Red de intelectuales y artistas en defensa de la humanidad (REDH), ceramista.

 

 

 

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