Por Jenny Segovia (*)
Resumen
Este artículo, desde una perspectiva sociológica, profundiza en las complejas interacciones entre el patriarcado y la trata de personas, expandiendo el análisis más allá de la explotación sexual para incluir el trabajo forzado y las prácticas análogas a la esclavitud. Se argumenta que las estructuras patriarcales, al asignar roles de género desiguales y desvalorizar ciertas labores, especialmente aquellas históricamente feminizadas o asociadas a grupos marginalizados, generan y perpetúan condiciones de extrema vulnerabilidad. Se examinará cómo la dominación masculina y la subordinación de mujeres, niñas, y en ocasiones, hombres y niños que no se ajustan a los ideales de masculinidad hegemónica, contribuyen a la captación, el control y la explotación de individuos en diversas industrias. A través de la incorporación de voces de sociólogas latinoamericanas, se buscará ilustrar la especificidad de estas dinámicas en la región, donde la pobreza, la migración forzada y la violencia estructural se entrelazan con las lógicas patriarcales para consolidar un sistema de explotación.
Introducción
La trata de personas es una compleja violación de los derechos humanos que, en la contemporaneidad, abarca un espectro amplio de finalidades de explotación, incluyendo la explotación sexual, el trabajo forzado, la servidumbre, la mendicidad forzada, la extracción de órganos y otras prácticas análogas a la esclavitud (Protocolo de Palermo, 2000). Si bien la explotación sexual ha recibido una considerable atención, es crucial reconocer que el trabajo forzado y la esclavitud moderna constituyen una faceta igualmente devastadora y, a menudo, menos visibilizada de este delito. Desde una perspectiva sociológica y feminista, el patriarcado emerge como una fuerza estructural y cultural que no solo alimenta la trata con fines de explotación sexual, sino que también es intrínseco a la reproducción de la trata para el trabajo esclavo. Este artículo busca desglosar las implicaciones del patriarcado en esta segunda modalidad, prestando especial atención a las contribuciones de sociólogas latinoamericanas que han estudiado estas dinámicas en nuestra región.
El patriarcado, entendido como un sistema de relaciones sociales de poder en el que los hombres, y la masculinidad hegemónica, ejercen dominación sobre las mujeres y otras identidades de género, así como sobre ciertos grupos masculinos subordinados, no solo se manifiesta en la esfera privada, sino que impregna las instituciones públicas, las normas culturales y las estructuras económicas. Es esta omnipresencia lo que lo convierte en un caldo de cultivo para la trata de personas en sus múltiples expresiones.
El Patriarcado como Generador de Vulnerabilidades para el Trabajo Forzado
La vinculación del patriarcado con la trata para el trabajo forzado es multifacética y se manifiesta a través de diversas vías:
- La división sexual del trabajo y la desvalorización de labores femeninas: El patriarcado asigna roles y tareas específicas a hombres y mujeres, desvalorizando sistemáticamente aquellas labores asociadas a lo femenino, como el trabajo doméstico, el cuidado, y ciertas actividades agrícolas o manufactureras de baja remuneración. Esta división sexual del trabajo crea nichos de empleo precarizados, a menudo informales y sin protección legal, donde las mujeres (y en ocasiones, los hombres que realizan estas tareas) son particularmente vulnerables a la explotación laboral. Autoras latinoamericanas han destacado cómo la «feminización de la pobreza» y la dependencia económica de las mujeres, exacerbadas por la desigualdad de género, las empujan hacia condiciones laborales de alto riesgo. Como señala Marta Lamas (si bien su foco principal ha sido la sexualidad, su análisis de la subordinación femenina es pertinente aquí), la construcción social del género y la distribución desigual del poder económico crean condiciones de vulnerabilidad (Lamas, 1996). La trata laboral, en este contexto, aprovecha la desesperación económica y la falta de alternativas dignas para someter a individuos a condiciones de servidumbre por deudas o trabajo forzado en sectores como el textil, la agricultura, la construcción o el servicio doméstico.
- La subordinación de género como estrategia de control: El control patriarcal sobre los cuerpos y la vida de las mujeres no se limita al ámbito sexual. La idea de que las mujeres son propiedades o que su fuerza de trabajo es inherentemente menos valiosa, las hace blanco fácil para la trata con fines de trabajo forzado. Los tratantes se aprovechan de esta lógica para someter a las víctimas a un control total, confiscando documentos, imponiendo deudas impagables, restringiendo su movilidad y ejerciendo violencia física y psicológica. La amenaza de la violencia sexual, aunque no sea el fin último, puede ser una herramienta de control constante en la trata laboral de mujeres y niñas. Rita Segato (2003), con su análisis de las estructuras de poder que sostienen la violencia de género, ofrecen un marco crucial para entender cómo esta violencia se instrumentaliza en las redes de trata para mantener a las víctimas bajo control, tanto en la explotación sexual como en la laboral
- Vulnerabilidad de masculinidades subordinadas: Si bien la trata para trabajo forzado afecta desproporcionadamente a mujeres y niñas, es fundamental reconocer que hombres y niños también son víctimas. En este caso, el patriarcado ejerce su influencia al establecer jerarquías de masculinidad. Aquellos hombres que no cumplen con los ideales hegemónicos de masculinidad (por ejemplo, hombres de minorías étnicas, con discapacidad, migrantes o en situación de extrema pobreza) son a menudo desvalorizados y considerados «descartables» por el sistema. Esta desvalorización los hace susceptibles a la trata laboral en sectores como la minería, la pesca, la agricultura o la construcción, donde las condiciones de trabajo son 2 extremas y la explotación es sistemática. La socióloga María Inés Pacecca (2012) ha investigado las categorías de trabajo, explotación laboral y trata de personas en las trayectorias migratorias, destacando cómo las vulnerabilidades se imbrican con las dinámicas de género y clase en la región.
- La migración como contexto de vulnerabilidad acentuada: En América Latina, los flujos migratorios, a menudo impulsados por la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades, constituyen un contexto propicio para la trata. Las estructuras patriarcales influyen en los patrones migratorios, donde las mujeres pueden migrar buscando trabajo doméstico o de cuidados, y los hombres en busca de empleo en sectores masculinizados. La precariedad de la situación migratoria, la falta de redes de apoyo y el desconocimiento del idioma y las leyes del país de destino, hacen que tanto hombres como mujeres migrantes sean blanco fácil de las redes de trata para trabajo forzado. Denise Paiewonsky (2008), aunque su trabajo se centra más en la migración transnacional, ha subrayado cómo las desigualdades de género preexistentes se amplifican en el proceso migratorio, exponiendo a las mujeres a mayores riesgos de explotación.

El patriarcado como facilitador de la demanda y la impunidad en el trabajo forzado
La demanda de trabajo forzado y la impunidad de los tratantes también están profundamente arraigadas en las lógicas patriarcales:
- La deshumanización del «Otro»: El patriarcado, al establecer jerarquías de valor entre los géneros y, por extensión, entre diferentes grupos sociales, fomenta una cultura de deshumanización. Esta deshumanización facilita la percepción de ciertas personas como «mano de obra barata» o «prescindible», lo que valida su explotación. En el caso de la trata laboral, esta deshumanización permite que los empleadores y consumidores ignoren las condiciones de esclavitud de sus trabajadores, priorizando la maximización de ganancias. La socióloga argentina Alicia Comas ha analizado la trata de personas desde una perspectiva de derechos humanos, enfatizando cómo la deshumanización de las víctimas es un componente clave de este crimen.
- La tolerancia social a la precariedad laboral: Las sociedades patriarcales a menudo exhiben una tolerancia tácita hacia la precarización laboral, especialmente en aquellos sectores donde predomina la mano de obra femenina o de grupos marginalizados. La naturalización de la informalidad, los bajos salarios y las condiciones laborales abusivas crea un entorno en el que el trabajo forzado puede pasar desapercibido o ser minimizado. Esta tolerancia se refuerza por la idea de que «así son las cosas» o que «hay que trabajar para subsistir», invisibilizando las situaciones de explotación extrema.
- Corrupción y complicidad de género: La impunidad de los tratantes, tanto en la explotación sexual como en la laboral, se ve reforzada por la corrupción y la complicidad de género en las instituciones estatales y en los círculos de poder. En 3 sociedades patriarcales, donde las estructuras de poder están predominantemente ocupadas por hombres, puede existir una menor sensibilidad hacia los crímenes que afectan principalmente a mujeres y grupos vulnerables. Esto se traduce en una falta de investigación, persecución y sanción efectiva de los tratantes, perpetuando un ciclo de impunidad. Marcela Bentancor Harretche (2010), en su tesis sobre la trata de personas con fines de explotación sexual, ya advertía sobre la «coalición alarmante entre capitalismo y patriarcado» que sostiene este tipo de explotación, una lectura que es igualmente aplicable al trabajo forzado.
Implicaciones sociológicas para la intervención
La comprensión de las implicaciones del patriarcado en la trata de personas para el trabajo forzado exige un abordaje sociológico integral:
- Desafío a las normas de género y desvalorización laboral: Las políticas de prevención deben ir más allá de la mera sensibilización sobre el delito de trata. Es fundamental desafiar activamente las normas de género que desvalorizan ciertas labores y que asignan roles de género desiguales. Esto implica promover la equidad salarial, la formalización del empleo en sectores vulnerables y la revalorización social de trabajos históricamente feminizados.
- Fortalecimiento de la autonomía económica de mujeres y grupos vulnerables: Para reducir la vulnerabilidad a la trata laboral, es esencial empoderar económicamente a las mujeres y a otros grupos marginalizados. Esto incluye programas de capacitación laboral, acceso a microcréditos, promoción del emprendedurismo y garantía de derechos laborales plenos. Las sociólogas mexicanas María Eugenia Martínez de Ita y Regina Isabel Hernández Gutiérrez (2014) subrayan en sus trabajos la importancia de abordar las condiciones estructurales de desigualdad para combatir la trata.
- Perspectiva de género en la lucha contra la trata laboral: La investigación y la intervención en trata para trabajo forzado deben adoptar una perspectiva de género robusta. Esto implica reconocer que las mujeres, hombres, niñas y niños son afectados de manera diferencial por el patriarcado en este tipo de explotación, y que las estrategias de prevención, protección y persecución deben ser diseñadas en consecuencia. Las sociólogas latinoamericanas han sido pioneras en la aplicación de esta perspectiva en el estudio de la violencia y la explotación.
- Combate a la impunidad y la corrupción: La lucha contra la impunidad requiere un compromiso político firme para investigar y sancionar a los tratantes y a cualquier actor que contribuya a la facilitación de la trata, incluyendo aquellos que se benefician del trabajo forzado. Es fundamental abordar la corrupción y la complicidad en las instituciones estatales, así como la normalización social de la explotación laboral.
Conclusión
Desde una perspectiva sociológica, el patriarcado no es un factor marginal en la trata de personas con fines de trabajo forzado y esclavitud, sino una condición estructural y cultural que la posibilita y la reproduce. Al desvalorizar ciertos cuerpos, ciertas identidades de género y ciertas labores, el patriarcado crea un terreno fértil para la explotación. Las contribuciones de sociólogas latinoamericanas han sido cruciales para visibilizar estas dinámicas en la región, donde la interconexión entre pobreza, migración y desigualdad de género se potencia bajo el manto del patriarcado. Erradicar la trata en todas sus formas implica, por lo tanto, un profundo cuestionamiento y transformación de las estructuras patriarcales que permean nuestras sociedades, promoviendo la igualdad de género, la justicia social y el respeto irrestricto de los derechos humanos para todas las personas.
Referencias
Bentancor Harretche, M. (2010). Una coalición alarmante entre capitalismo y patriarcado: trata de personas con fines de explotación sexual. Tesis de grado, Universidad de la República (Uruguay). Facultad de Ciencias Sociales.
Ehrenreich, B., & Hochschild, A. R. (Eds.). (2003). Global woman: Nannies, maids, and sex workers in the new economy. Metropolitan Books.
Lamas, M. (1996). Cuerpo: diferencia y poder. Fondo de Cultura Económica.
Martínez de Ita, M. E., & Hernández Gutiérrez, R. I. (2014). Trata de mujeres con fines de explotación sexual en Tlaxcala. Revista Latinoamericana De Estudios De Seguridad, (14), 93–103.
Pacecca, M. I. (2012). TRABAJO, EXPLOTACIÓN LABORAL, TRATA DE PERSONAS. Categorías en cuestión en las trayectorias migratorias. Redalyc. Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, (4070), 2012.
Paiewonsky, D. (2008). Las dimensiones de género de la migración internacional en América Latina y el Caribe. CEPAL.
Protocolo de Palermo. (2000). Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional. Naciones Unidas.
Segato, R. L. (2003). Las estructuras elementales de la violencia: Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Prometeo Libros.
United Nations Office on Drugs and Crime (UNODC). (2020). Global Report on Trafficking in Persons 2020. UNODC.