Casas vacías, calles llenas. La contradicción habitacional

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Por Joaquín Andrade Irisity(*)

Dibujo Prof. Adán Iglesias Toledo (**)

 

En Montevideo hay más de 56.000 viviendas vacías. A pocos kilómetros, miles de personas viven en la calle. Esa es la paradoja de la vivienda en Uruguay: no faltan casas, falta acceso. Hay stock, pero está blindado por la especulación, el abandono o la inacción política.

Mientras que muchas personas se apiñan en refugios nocturnos, carpas improvisadas entre cartones en el centro o la rambla, los carteles de “se vende” y “se alquila” se multiplican en los edificios vacíos. La postal es montevideana, pero se repite en varios lugares.

Profundamente desigual: miles sin techo y miles de viviendas ociosas. La contradicción no es nueva, pero se profundiza. Y ya no se trata solo de una emergencia habitacional, sino de una crisis urbana, política y ética.

El problema no es solo material. También es ideológico: ¿para qué y para quién se construye en Uruguay? En los últimos 15 años, miles de viviendas se han levantado bajo regímenes de inversión, zonas privilegiadas y fideicomisos cerrados. Mientras tanto, los sectores más vulnerables ven deteriorarse un entorno urbano o son empujados a zonas periféricas sin servicios.

La especulación inmobiliaria ha convertido a la vivienda en mercancía. Departamentos nuevos que se construyen para no habitarse, edificios que se mantienen cerrados a la espera de una revalorización futura, propiedades heredadas que ni se venden ni se alquilan. La vivienda se acumula como capital, no como derecho.

 

La vivienda vacía es también un síntoma de ciudad  vacía: sin mezcla social, sin diálogo entre zonas, sin diversidad en el centro. Es el espejo de un modelo que concentra servicios y oportunidades en algunas áreas, mientras expulsa a las mayorías.

Frente a esto, surgen propuestas. Desde la Intendencia de Montevideo y el Ministerio de Vivienda se han planteado proyectos para aplicar impuestos a viviendas vacías ociosas, expropiar inmuebles abandonados con fines sociales o facilitar convenios con cooperativas. Las organizaciones sociales, por su parte reclaman acciones más drásticas y urgentes.

 

El problema es múltiple: hay falta de acceso, falta de regulación y un modelo urbano que prioriza al capital antes que a las personas. Ciudad Vieja, por ejemplo, se vació de vecinos y se llenó de promesas incumplidas de revitalización. En Maroñas, el stock de viviendas ociosas convive con asentamientos precarios. En Rocha, se denuncia la existencia de casas abandonadas que podrían utilizarse con fines sociales.

Las políticas de vivienda no pueden desvincularse de la planificación urbana integral. Si el transporte público no conecta, si no hay escuelas ni policlínicas cerca, si el alumbrado es deficiente, el derecho a la ciudad queda fragmentado. El  “derecho a habitar”  no es solo tener  techo: es poder vivir con dignidad en un entorno habitable.

¿Sirve una ley de expropiación? ¿Funciona una sobretasa al impuesto inmobiliario? Las respuestas no son simples, pero otras experiencias muestran que combinar medidas fiscales, legales y comunitarias puede dar resultados. El ejemplo de cooperativas gestionando viviendas vacías con fines sociales se ha dado en varias ciudades.

La otra clave es la participación comunitaria. No alcanza con que el Estado adquiera viviendas si no hay proyectos colectivos para habitarlas. Las cooperativas de vivienda por ayuda mutua en Uruguay son un ejemplo de cómo habitar puede ser también construir comunidad, tejer redes y ejercer derechos.

Hoy el debate está abierto. El Frente Amplio propone una reforma del sistema de alquileres con mayores regulaciones. Algunos sectores del oficialismo priorizaron incentivos al mercado. Las organizaciones por el derecho a la vivienda piden más firmeza frente a la especulación

¿Qué ciudad queremos? ¿Una donde vivir sea un privilegio o un derecho garantizado? Urge una política de vivienda que no solo mire cifras, sino también rostros. Y que entienda que el verdadero vacío no es solo de ladrillos, sino de voluntad política para cambiar las reglas del juego urbano.

(*) Joaquín Andrade Irisity es estudiante avanzado del Profesorado de Historia en el IPA y de Comunicación Social en UTU, escritor y periodista en formación

(**) Prof. Adán Iglesias Toledo, dibujante grafico cubano, director del Medio humorístico DEDETE del Periódico Juventud Rebelde, miembro de la UNEAC. Colabora con varios medios de prensa en su país y en el extranjero, posee más de 40 premios otorgados por su país y el extranjero.

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