Mateando en la cocina V: la sopa de maní y la tragedia boliviana

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“Subo desde el sur
Hacia la entraña América y total
Pura raíz de un grito destinado a crecer
Y a estallar”

(fragmento “Canción con todos” Armando Tejada Gómez / César Isella.)

Por Gabriela Cultelli (*)

Portada Marina Cultelli, tinta china (**)

Con la receta de esta exquisita sopa “mata hambre de siglos” cerramos el 2025, este primer ciclo de “Mateando en la Cocina”, no sin antes comprometernos a continuar en el 2026 recorriendo estas expresiones culturales de la Patria Grande como resistencia de siglos, inspiradas en nuestra sobrevivencia creativa en esta maravillosa región que tiene tanto para aportar al mundo, si nos dejan convertirnos en territorio de paz, porque si no nos dejan…”despertará el jaguar”, como lo anunciara el Presidente Petro.

El arte culinario boliviano debe ser, sin dudas, uno de los más ricos de la región, y tal vez de los menos conocidos. El adorno de sus dulces y tortas, pocas veces se observan tan hermosos, es que la belleza de siglos transformando colores en sueños, los hace únicos. La variedad de platos por región nos hizo difícil escoger uno que, como en todos los casos, no solo lo queríamos típico, sino antiguo y con esa creatividad que los caracteriza. Entre el Silpancho, el Pique Macho, charquekan, chairo y tantos otros, escogimos esta sopa de maní, que hoy puede generalizarse por toda la región.

El maní proviene de Bolivia, en Sudamérica se cultivaba desde épocas precolombinas. Si bien no se conoce con exactitud el origen de este plato, es presumible que haya nacido antes, muy antes, de la colonización. Como todo en nuestra cocina, se hace un poco “al tun tun” y “con lo que haya”.

Es así que licuamos bien en un poco de agua o caldo de pollo un tazón de maní (no tostado y sin cascara), la idea es que quede espeso. Se saltea un poco de pollo cortadito con cebolla morada, ajo, perejil, pimentón, zanahoria, orégano, pimienta y sal a gusto. Se agrega caldo de pollo o agua y la zanahoria que tarda más en su cocción y se deja al fuego unos 20 minutos más o menos, agregando luego el pollo y las demás verduras y condimentos salteados. Para que espese y llene más, en las distintas regiones le suman arroz o macarrones, papas o yuca, apio (junto a lo salteado), arvejas o más carnes (incluso de vaca). Hasta aquí la sopa.

Pero todo plato carece de fortaleza sin, en este caso, la Llajua o llajwa, que es una especie de salsa fresca picante, que se utiliza para acompañar muchos platos, entre ellos la sopa de maní, y que varía de acuerdo a cada región y, sobre todo, de acuerdo a “lo que haya”. Lo básico es incluir tomate y locoto. Este último es un ají picante parecido al habanero por su forma y color. Hasta cebolla y perejil se agregan según el lugar. Lo importante es triturar o moler los ingredientes ya sea en licuadora, picadora, mortero o esas piedras grandes que utilizan en Bolivia y que llevan por nombre “Batán”. Con esta salsa, que en Uruguay tendremos que hacer con el pimiento picante que haya, se sirve la sopa de maní.

Y un poco entreverada como esta sopa con llajua viene la historia incierta de un pueblo pobre en su riqueza enorme. Con su expresidente “detenido” por no decir “secuestrado”, pues como se explica en esta misma edición de Mate Amargo, el ex presidente Arce fue conducido a una camioneta y encarcelado sin mediar orden judicial, y la “democracia” lastimada seriamente a poco más de un mes de la asunción del nuevo gobierno derechista en la nación andina.

A ello se suman contradicciones serias con el vicepresidente Lara, quien le diera los votos a este gobierno para hacer posible su triunfo con el cuento de las luchas anticorrupción y por la seguridad pública, que tanto conocemos por estos lados del sur, y sobre todo represión y dos muertes y cantidades de heridos ya en manifestaciones populares. Es el costo de la renovada ofensiva de la derecha.

El 8 de diciembre, ocurrieron los dos primeros asesinatos del Gobierno de Rodrigo Paz y Edmand Lara. La protesta se realizaba por el uso del vertedero de residuos de Colcapirhua en Cochabamba, los pobladores bloquearon el vertedero. Ese basural había estado siendo utilizado sin consultar con los pobladores, situación que estaría afectando directamente sus vidas, como foco de infección y deterioro ambiental. Los dos vecinos asesinados se llamaban Mario Padilla y Sinforiano Carrillo, los heridos fueron más de 20, se denunció además que la policía entró por la fuerza a casas de familias y cometió abusos contra esa población.

Igual, y sobre todo en estas terribles circunstancias, desde Mate Amargo nos despedimos por este dinámico y truculento año 2025, porque “siempre que llovió paró”, aunque esa “parada” la historia demuestre que dependa de nosotros mismos.

Por un 2026 en una Patria Grande, en una América Latina y el Caribe, que hoy más que nunca, quiere verse y convivir en paz.

 

(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH).

(**) Marina Cultelli: Es una de las artistas uruguayas contemporáneas más versátiles, integrante de la RedH y de su colectivo feminista Libertadoras. Es Licenciada en Artes Escénicas, Magister y fue Profesora en Facultad de Artes (UDELAR), donde integró órganos directivos además de dictar cursos en otras universidades latinoamericanas. Recibió premios nacionales e internacionales. Fue Asesora en Educación y Arte. Desarrolló trayectoria teatral y es autora de varias publicaciones individuales y colectivas. Realizó exposiciones de pintura y performances.

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