¿Por qué ganó Mandani?

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Por Carlos Novoa (*)

La victoria de Zohran Mandani en las recientes elecciones por la alcaldía de Nueva York no hizo felices ni a la élite republicana ni a la élite demócrata. Ambos partidos hubieran preferido un veterano de la política norteamericana como Andrew Cuomo, un hombre del establishment, que conoce las reglas y sabe cómo jugar y hasta donde sus cartas. En su lugar, ahora deben entenderse con un joven político, con un background poco común en la escena política norteamericana y que además proviene de las filas de un partido denominado Socialistas Democráticos de América (DSA por sus siglas en inglés), lo cual hace sonar con mucha fuerza las sirenas en un país donde el anticomunismo, nunca completamente superado, renace con fuerza en la ola política del movimiento MAGA y su gran líder: Donald J. Trump.

 

Un gusano en la Manzana

En la Nueva York de los rascacielos lujosos, los Tesla modernos y los helicópteros privados, la victoria de Mandani no ha sido recibida precisamente con euforia. De hecho, pocos días antes de las elecciones, circularon noticias de que una parte importante de los alrededor de 350 mil millonarios que tienen su residencia en la ciudad de Nueva York estarían valorando seriamente la posibilidad de mudarse a otros estados. Esta amenaza velada, que es un recurso al que apelan con bastante frecuencia las élites económicas y políticas del país, es una doble advertencia para la administración y para la clase trabajadora, pues con ellos se irían los impuestos que pagan y sus inversiones, que generan cientos de miles de puestos de trabajo al año.

Este sector, cuya fortuna combinada se estima en más de 3 billones de dólares, debe lidiar ahora con un alcalde musulmán, nacido en Uganda y emigrado a la Gran Manzana con 7 años de edad. Mandani es, en muchos sentidos, una expresión del multiculturalismo del cual se ha nutrido la ciudad durante más de un siglo. Sus padres son de origen indio. Su madre, Mira Nair, es una reconocida cineasta y su padre, Mahmood Mandani, es profesor de la Universidad de Columbia. Su esposa es la artista de origen sirio, Rama Duwaji.

De niño Mandani estudió en el sistema público de Nueva York. Sus estudios universitarios fueron en una universidad privada de Brunswick, Maine, el Bowdoin College. En octubre de 2019 anunció su campaña para la Asamblea del Estado de Nueva York por el distrito 36 de Queens. Entre 2021 y 2025 se desempeñó en la Asamblea Estatal. El programa político que defendió en esta etapa coincide bastante con el que luego impulsaría en su carrera por la alcaldía de la ciudad.

En 2021 se sumó a la lucha de la New York Taxi Workers Alliance (NYTWA) por lograr una condonación de las deudas que ahogaban a buena parte de los taxistas de la ciudad. Estas deudas eran resultado del elevado costo de adquirir una licencia de taxi en la ciudad. Las protestas de la NYTWA pronto escalaron a una huelga de hambre, a la cual se sumó Mandani, en su condición de asambleísta estatal. Su participación logró darle mayor visibilidad mediática al movimiento y, al mismo tiempo, le ganó prestigio entre importantes sectores del sindicalismo y los trabajadores migrantes.

Su programa centrado en varios de los problemas centrales que afectan a la ciudadanía de la ciudad, le ganó una amplia base de apoyo popular, que fue finalmente clave en su victoria. No solo logró movilizar masivas donaciones individuales, para costear el costo de una campaña política, nunca barata en Estados Unidos, sino que logró movilizar a unos cien mil voluntarios, que hicieron campaña en favor suyo, movilizaron votos y contribuyeron significativamente a su aplastante victoria. Obtuvo el voto mayoritario sobre todo en Queens, el Bronx, Brooklyn y grandes partes de Manhattan, sobre todo en Harlem y otras zonas de alta concentración de migrantes y clase trabajadora. Perdió en Staten Island y ciertas zonas de Manhattan, como Murray Hill, donde se concentra una parte de la población más acaudalada de la ciudad.

En medio del ascenso del racismo y las políticas antiinmigrantes, con un gobierno volcado hacia políticas públicas que benefician fundamentalmente a la plutocracia, llega este hombre y obtiene la victoria en la ciudad más grande de Estados Unidos y su capital financiera y cultural. Y lo hace además con un programa de reclamos mínimos, pero suficiente para poner muy nerviosos a los paladines del capital.

El programa de Mandani y el por qué de su éxito

El programa de Mandani es sencillo y, por eso mismo, muy efectivo. Se puede concentrar en tres pilares fundamentales: la vivienda (énfasis en control de rentas, expansión de la vivienda pública con alquiler controlado y limitar los desalojos); reforma policial y justicia penal (apoyo a medidas de supervisión, reducir encarcelamientos y redirigir fondos hacia servicios comunitarios) y economía (con un programa que incluye aumentar los impuestos sobre la riqueza y a las grandes empresas para financiar servicios públicos, transporte público gratuito, guarderías gratuitas hasta los 5 años de edad y supermercados públicos con productos de primera necesidad a precios más asequibles).

Su programa en materia de vivienda y económico, sobre todo, son los que han resonado con más fuerza en importantes sectores de la clase trabajadora neoyorquina. El propio Mandani, en una entrevista a BBC, afirmaba “Esta es una ciudad [Nueva York] donde una de cada cuatro personas vive en la pobreza, una ciudad donde 500 mil niños se acuestan con hambre cada noche”.

Aunque es muy difícil de estimar, por los inmensos desequilibrios en materia de poder adquisitivo que caracterizan la ciudad, algunos estudios estiman el ingreso medio anual de una familia de clase trabajadora en la ciudad entre los 54 mil y los 82 mil dólares. Esto, que resulta un ingreso significativo en otras ciudades de los Estados Unidos, no es suficiente en la ciudad de Nueva York. Según un estudio realizado en marzo de 2025 por la empresa de asesoría financiera SmartAsset, un adulto soltero en la ciudad necesita de un ingreso anual aproximado de 136 mil dólares para poder cubrir adecuadamente sus necesidades, permitirse ciertos lujos y tener un nivel de ahorro que le permita estabilidad financiera. Para una familia de cuatro personas, dos adultos y dos menores, el costo de vivir de manera confortable se eleva por encima de los 300 mil dólares anuales. El cálculo incluye los costos de renta de la vivienda, alimentación, transporte, atención médica, educación, seguros y actividades recreativas. O sea, lo básico para tener cierta estabilidad y calidad de vida.

Para acomodar a las élites y su afán de enriquecimiento, se ha ido moldeando a través de los años el perfil legal, tributario y político de la ciudad de Nueva York. En el sector inmobiliario se puede percibir con claridad esta dinámica del capital acumulado en la ciudad. A lo largo de los años las masivas inversiones en este sector y las dinámicas puramente especulativas han empujado al alza sostenida los precios de venta y alquiler de apartamentos y viviendas.

Basta con ver los datos en un corto período de tiempo para percibir notables fluctuaciones al alza. Así, por ejemplo, para octubre de 2024, el precio promedio de venta de una vivienda en el distrito de Manhattan, el más lujoso de los cinco distritos que componen la ciudad, fue de un millón de dólares. Este precio es un 12 por ciento más elevado que el precio promedio registrado en octubre de 2023. La renta sigue dinámicas similares. En agosto de 2024, la renta promedio en Manhattan fue de 3425 dólares al mes, para mayo de 2025 este promedio se había elevado a 5100 dólares mensuales, una subida del 33 por ciento en menos de diez meses. Además, por ley, los propietarios de apartamentos sin alquiler estabilizado pueden subir arbitrariamente el precio de este una vez concluye cada contrato de arrendamiento, limitándose sus obligaciones solo a informar con cierto tiempo de antelación a los residentes cuando la subida es superior al cinco por ciento.

La red de transporte público de Nueva York, otra de las claves del programa de Mandani, mueve más de mil millones de personas al año. Al día, solo el sistema de Metro y los autobuses, se estima que mueven más de cinco millones de personas. A esto se suman los numerosos ferrys públicos y los pasajeros que se mueven con taxis y aplicaciones como Uber y Lift. El costo del sistema de transporte público se ha ido elevando sostenidamente en el tiempo. Así, en 2003, ya el costo era de dos dólares por viaje, en 2013 aumento a 2.50, en 2015 a 2.75 en 2023 a 2.90 y ya se anunció para enero una subida a tres dólares el costo por boleto. Aunque no parecen cifras astronómicas, cada subida tiene un impacto en el presupuesto de millones de migrantes y trabajadores, que dependen de este sistema público para llegar a tiempo a sus trabajos o realizar sus compras semanales. Es un costo que se concatena con el de los alimentos, el combustible, la internet y otros servicios básicos, para erosionar la economía de miles de hogares que están viviendo al día.

Es esta clase trabajadora, también, la que necesita con urgencia guarderías gratuitas, que les permitan trabajar. Una niñera en la ciudad de Nueva York puede costar la astronómica cifra de hasta 80 mil dólares al año, según un estudio de Consumers Affairs. Y eso sin hablar del costo de los alimentos, que se estima puede rondar para una familia de clase media en el entorno de los 25 mil dólares anuales. El programa de Mandani es entonces una respuesta paliativa a algunos de los problemas más acuciantes de los sectores trabajadores y migrantes, aunque no solo ellos. La clase media baja también ha visto como la situación económica tensa sustantivamente sus ingresos y su nivel de vida.

Este programa es de reformas mínimas, pero en ningún caso es socialista y mucho menos comunista, como sus más histéricos críticos han querido hacer ver. De hecho, Mandani no se mete, ni de palabra, con la propiedad privada sobre los grandes medios de producción en el país. También deja intocados otros acuciantes problemas sociales, como la crisis sanitaria. Este problema nacional tiene en la Gran Manzana una expresión mucho más aguda, con medias sustantivamente más altas que el promedio nacional. Por poner solo algunos ejemplos, la visita al optometrista en Nueva York ronda como promedio los 148.83 dólares, esto es un 11 por ciento más que la media nacional, que es 134.26 dólares. La visita al médico cuesta 214.90, un 45 por ciento más que la media nacional. El dentista cuesta 212.31 dólares, un 77 por ciento más que la media nacional, que es de 119.74. Y esto son solo consultas generales, no se incluye el costo de las numerosas pruebas que por lo general se realizan.

De modo general, el sitio web Apartments.com ofrece un balance que resulta sumamente ilustrativo. El costo de vida en Nueva York es 131.7 por ciento mayor que el promedio nacional. La vivienda es un 402.1 por ciento más cara que el promedio nacional, los alimentos un 18 por ciento más caros, los servicios básicos 16.5 por ciento más caros y el transporte un 18.4 por ciento más caro. Una muy mala ciudad para ser pobre o tener bajos ingresos.

Estos números indican por qué Mandani, un político sin experiencia y muy poco conocido, ha obtenido una victoria de repercusión nacional. También ilustra la dimensión del reto que tiene por delante. Modificar aunque sea un ápice esta realidad lo puede llevar a confrontar de frente con algunas de las personas más ricas del mundo y con multimillonarios negocios, responsables en buena medida de la situación actual en la ciudad.

 

Algunos matices políticos

Para el DSA, el partido del cual proviene Mandani, la victoria de este constituye una valiosa oportunidad. Mucho más a la izquierda que las posiciones tradicionales del Partido Demócrata, este partido dentro del partido se ha beneficiado del descalabro político de las posiciones tradicionales de las élites demócratas. Descalabro escenificado grotescamente en la senilidad de Biden y la aplastante derrota de Kamala Harris en las recientes elecciones presidenciales.

Esto, en principio, abre las puertas a que el progresismo, que nunca ha tenido demasiadas posibilidades de avanzar en Estados Unidos, siempre ahogado por las posiciones conservadoras, pueda avanzar y ganar nuevos niveles de visibilidad y proyección política en el país. Sobre todo porque la victoria de Mandani, así como la de Donald Trump, son la expresión de un electorado, a ambos lados del espectro político, saturado de los políticos tradicionales.

La oleada de reacción conservadora impulsada por Trump genera, inevitablemente, una contraola en aquellos sectores más golpeados por sus políticas. Los migrantes y sus descendientes, las minorías étnicas, sexuales y un importante sector de la juventud manifiestan un significativo rechazo a lo que está ocurriendo. Las protestas contra ICE y movimiento No Kings están en la estela del auge del movimiento Antifa y Black Lives Matters. Son la expresión de la protesta y la organización social que pudiera, de darse las condiciones de liderazgo adecuadas, conducir un proceso de reforma importante en el país.

Si bien no creo que DSA y Mandani planeen llegar tan lejos, el ascenso de ellos dentro de la jerarquía demócrata es la prueba de que el partido debe reformarse si quiere sobrevivir. Así como el Partido Republicano se ha ido transformando en la estela de Trump hasta ser casi un instrumento político de este, es probable que el Partido Demócrata deba encontrar su caudillo liberal progresista, como lo fue Obama en su momento, capaz de arrastrar nuevamente al electorado. Quizás sea Gavin Newsom o quizás sea una versión mucho más disciplinada de Mandani. Lo importante, para ambos partidos hegemónicos, hoy como ayer, sigue siendo encontrar un candidato dispuesto a cambiar todo lo que sea necesario con tal de que nada esencial cambie. O dicho con otras palabras, un candidato cuyas políticas y programa de gobierno controlen el creciente descontento social sin afectar de ningún manera el flujo constante de acumulación de capital de las grandes corporaciones, que son el verdadero estado profundo de la política norteamericana.

 

(*) Carlos Novoa, escritor y periodista venezolano

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