Por Claudia Suárez Delgado (*)
La violencia sexual y abuso infantil sigue teniendo un fuerte impacto en Uruguay, continúa siendo tabú y por esto mismo tiene un subregistro estadístico, así como atención tardía.
Si tomamos los registros del SIPIAV “Sistema Integral de Protección a la Infancia y Adolescencia contra la Violencia” se registran 24 situaciones de violencia diarias hacia a niños, niñas y adolescentes. De las cuales, un 22 por ciento corresponde a violencia sexual; 8 de cada 10 casos el daño fue a niñas; y 3 de cada 4 personas agresoras eran parte de la familia o integraban el núcleo de convivencia. Mas allá de estos datos, que revisten importancia, sabemos de la mayoría de los casos no se denuncian, porque lleva un largo proceso la toma de conciencia sobre la agresión, porque no siempre las familias eligen creer o porque se desestima la capacidad del Estado en la intervención en estos casos.
Compartimos la palabra de tres víctimas de abuso sexual: Evelin, Gaby y Laura. Iniciamos preguntándoles:
Mate Amargo – ¿Cómo describirías tu proceso de trabajo a partir de haber sido víctima de violencia sexual?
Evelin – En realidad visualizo que una vez que lo hice consciente, yo siempre fui consciente de niña que eso no estaba bien, que era algo bastante malo, que no era bueno para mí. Obviamente que hay cuestiones que tienen que ver con el poder y no con lo sexual, que ya lo sabemos teóricamente. Entonces tuve en mi vida más de niña y adolescente, creo, flashes que vinieron y se fueron, también un gran bloqueo en determinado momento, donde yo me olvido de todo lo que pasó y después eso retoma cuando se puede. Como que habla de sanidad de mi psiquis también, retoma los recuerdos y retoma la experiencia que esto sí fue real, esto si sucedió, en un momento donde yo estaba más empoderada y más fuerte para poder recibir toda esa información. Y bueno, para mí ha sido fundamental el proceso de terapia que he hecho, después poder decir y hablar de esta experiencia con pares, con mi familia. Ceo que todas las profesiones que tengo tienen que ver con el cuidado y también hay algo de la sanación -ahí también- de mi propia experiencia, como de cuidar a otras personas, cuidar a las niñeces, y esto también es reparar y validar lo que pasó y poder hablarlo, creo que eso ha sido como un gran salvavidas digamos, una gran reparación.
A mí ahí me queda como una gran pregunta sin una respuesta muy concisa, porque yo viví abuso sexual de niña y no sé si fue una vez, dos, tres, cinco, tres años, cinco años. Tengo algunas referencias de imágenes, de situaciones muy nítidas y tengo grandes nebulosas también. Entonces, en la vida de una niña, haber vivido ese impacto que se asemeja hoy a lo que es haber sobrevivido a una guerra, o sea, es el mismo impacto que causa en la psiquis de una persona vivir ese tipo de violencia, haber sobrevivido a la guerra. Entonces, ahí hay un drama existencial que yo ordeno todo el tiempo, que tiene que ver con la construcción de mi propia identidad como ser humana, atravesada por esa realidad en los momentos en los que yo estaba construyendo mi identidad como ser humana. Entonces yo no sé, se me mezcla cual era la persona antes y después de las situaciones de abuso. A veces siento que está todo mezclado y que en realidad simplemente es lo que es. Y bueno, nada, una niña que construyó su identidad en torno también a vivir esas experiencias de violencia. Entonces, no lo tengo como muy saldado a eso y me parece que es uno de los temas que atraviesa también la violencia sexual en la infancia.
Gaby – Sufrí abuso sexual por parte de mi padrastro en mi adolescencia y producto de ello fui madre con 13, hoy hace 25 años de eso. Escuché, en el seno de mi familia, que había abierto las piernas porque quería, por lo que, hasta mis 30 años en un primer proceso de terapia, al que llegué por un desorden alimenticio, mi terapeuta me preguntó si yo entendía que había sufrido abuso sexual. Hasta ese entonces no se me había planteado mentalmente, solo me atormentaba la culpabilidad y el acecho de lo que me habían convencido, yo era la puta y la mala.
En 2019 me llega al celular una invitación a un grupo de mujeres, desde una perspectiva feminista, que hubiesen atravesado abuso sexual. Al principio me resultó raro pensar porqué querría juntarme una vez por semana con desconocidas, a conversar sobre el tema. Resultó el primer espacio y el más reparador (si acaso la reparación existe dignamente) en torno al tema. Anhelaba llegaran los jueves, porque tomábamos mate, acompañadas de dos psicólogas que solo moderaban, y nos permitíamos hablar de todo lo que nos atravesara en la vida, no solo el abuso y sus consecuencias, sino también el ser mujeres, pobres, laburantes, estudiantes, algunas madres, etc. Se convirtió en el aquelarre de vómito y desparpajo que yo necesitaba y donde comencé a sentir una fuerza nueva y desconocida, en que el incendio del dolor se transformaba en intención de salir a prender fuego todo, lo decía cada jueves…y lxs compas a veces se asustaban de que lo dijera en serio, solo terminaba en risas.
Formamos Colectiva Elefante, desde el vocablo inglés “The Elephant in the room” que plantea la metáfora en la que hay un elefante en una habitación, todas las personas lo ven, pero aun así fingen que no, eso es el abuso sexual para mí. El tema con salir a prender fuego todo es que nos dimos cuenta, cuantas cosas queremos quemar en sentido figurado y literal, pero, sobre todo, como el abuso sexual se encuentra en todas partes, en el seno de las familias, en grupos cercanos y de pares, en los barrios, en la cofradía de silencio que es lo que el violador utiliza como coerción, sabiendo que no tendrá consecuencias por sus actos y se perpetúa generación, tras generación. Una vez comenzamos a hablar y hacer ruido sobre el abuso, nos encontramos con muchas personas que se nos acercaban para contarnos que también habían vivido abuso sexual.
Laura – Primero fui transitando el proceso de darme cuenta que algunas cosas que habían sucedido en mi infancia no eran sanas. Allí una atraviesa todos los cuestionamientos internos de si está exagerando, si es una interpretación. Lo vivo como una experiencia que sigo transitando donde los recuerdos, los sentires, están todos muy mezclados y confusos, el dolor se mezcla con la bronca y el miedo y la culpa. Los recuerdos son esquivos y aparecen como imágenes o fragmentos muchas veces incompresibles y otras con la nitidez de lo que te paraliza, y aun duele. En este proceso una se va reconociendo en la experiencia de las otras, otras mujeres que en sus propias experiencias te van dando voz, le van poniendo palabra y significado, y así ordenando y amansando la vivencia.
Porque se trata de algo muy invasivo que una va gestionando a la vez que la vida, pero que insume energía y en la medida que se va comprendiendo, ubicando, desenmarañando esa cantidad de sentires va perdiendo como el poder inhabilitante, una va recuperando energía disponible para su vida.

M.A. – ¿Qué elementos han funcionado como sostén para sanar?
E – Para mí fue un antes y un después, encontrarme con otras víctimas y entender que no me había pasado solo a mí. Hay una reparación también en pensar juntas y entender que hay cosas que nos estaban pasando a todas, de los síntomas y de la manifestación del trauma y hay cosas que también son individuales de mi proceso y que debo respetarlo para poder integrar mi experiencia, sanar con otras. Sanar en red también es tremenda potencia. Sobre todo, porque uno se siente acompañada, se siente validada. A mí me pasaba que yo hablaba de mi experiencia y sentía que a la gente le hacía mal escuchar todo eso que yo estaba contando, porque eran fotos o imágenes o videos que tengo en mi cabeza de situaciones que son bastante duras, me colocaba en un lugar de tener que cuidar al otro, que no escuchara determinadas cosas. Si yo lo comparto con otras mujeres que también vivieron esas, tuvieron esas vivencias, creo que me siento más tranquila, no siento que le estoy haciendo mal a nadie. Siento que estamos hablando la misma lengua y que estoy siendo entendida y validada y que me están escuchando.
También a mí me ha hecho muy bien estudiar acerca del abuso sexual. Estudiar y ver los avances también que hemos tenido como, bueno, la identificación del mismo, ¿no? es una de las que está presente. Pero estudiar el abuso sexual infantil me ha llevado también a entender que hubo reacciones y manifestaciones de mi cuerpo que dieron todas las señales y eso también es sanidad, que el cuerpo hable, que el cuerpo no encapsule, que eso no se quede enquistado habla de sanidad. Mi cuerpo, o sea, si yo leo a nivel teórico las manifestaciones de una niña que sufre violencia sexual, yo las tuve todas. Entonces, haber estudiado eso y poder o4rdenar eso, a mí me dejó mucho más tranquila también, siento. Bueno, los profesionales que había no pudieron detectar o unir de que era abuso sexual, es otra historia, ¿no? Pero bueno, el cuerpo habló, y eso también me parece que habla de sanidad, de mi integralidad como ser humana.
En mi caso la terapia, el poder hablarlo, el poder explicitarlo, el poder sacarme la culpa de arriba a través de esos actos, el que mi familia pueda entender que yo no tuve la culpa de nada y que en realidad también hay un proceso ahí muy fuerte de sanación con mis cuidadores, algo falló en esa forma. Hay algo todavía para sanar, la terapia, la conexión con otras formas, no solo la terapia psicológica sino el vínculo de la sanación con plantas, la espiritualidad también, la conexión también con el mundo de los sueños, con lo onírico para ordenar, el ir al cuerpo, el trabajo con el cuerpo para integrar cabeza-cuerpo, porque en este este tipo de violencia también te quedas decapitada para poder sobrevivir. Hay mucho del trauma instalado en el cuerpo, hay que trabajarlo a nivel del cuerpo, ya no de la mente, de la cabeza y del análisis de qué fue lo que pasó, sino de mover el cuerpo, mover el trauma y poder sacarlo del cuerpo, entonces eso ha sido fundamental Yo siempre estuve vinculada con el movimiento del cuerpo a través de la danza, a través de la expresión corporal, a través de la gimnasia. Y eso creo que también ha colaborado muchísimo porque eso, como que para poder integrar es necesario sacar el trauma del cuerpo.
G – El hablar tantos años me ha permitido ir sanando heridas, generando herramientas para acompañar, conocer personas maravillosas en las que el sostén y la red nos acercan. A veces ese sostén es una charla, sin morbo ni detalles, en las que encuentras en la mirada de lx otrx, una vivencia que sabés en primera persona y que empatizás de la forma más auténtica desde la vivencia más horrible, la apropiación de tu cuerpo y tu ser.
Colectivizar fue fundamental para sostenernos y militar, entender que es un problema social y no personal de cada una. Presentamos un proyecto en el programa Fortalecidas de I.M.M y pudimos, y podemos, seguir llevando a cabo, una pequeña performance, que cuenta desde relatos de víctimas a algunos de los mitos en torno al abuso y pone en pura crudeza, pero sin morbo, las implicancias. Con esta performance he sangrado mi herida cada vez, al final siempre intercambiamos con lxs presentes, y he tenido que lamer esas heridas, pero ahora con la fuerza y la convicción de que es un pequeñísimo aporte para otros, pero personalmente mi propia responsabilidad de existencia digna, la cual tengo el privilegio de poder llevar a cabo. A ver si de hacer tanto ruido entre todxs, cambia verdaderamente el paradigma
L – El compartir con otras que vivieron experiencias similares y son muchísimas, una entra a charlar con mujeres de nuestra generación y son contadas con los dedos las que no tienen recuerdo de alguna experiencia, las hay de diferente tenor, pero desde las que les tocó ser manoseadas en un ómnibus de niñas a las que tuvieron que vivir experiencias de abuso en sus propios hogares, por familiares o amigos de la familia, cuando el tema se pone sobre la mesa los relatos fluyen dolorosamente. El reconocerse, el habilitarnos a empezar a hablarlo, el compartir las herramientas para lidiar con esto, sanarlo, el reconocer los impactos que esto tiene en nuestra forma de vincularnos al día de hoy, todo esto es sanador. El ver por otro lado a las mujeres que pasaron por estas experiencias con vidas maravillosas, personas vivas, libres, felices, que disfrutan de su sexualidad, es también habilitador, logra que una pueda correrse del lugar de la víctima. Esto nos pasó, no es lo que somos, que no se convierta en una condena.
M.A. – ¿Qué elementos han generado, aún, más daño?
E – La no validación, la negación de lo que pasó, la no escucha, eso creo que genera más daño que el hecho en sí, hay estudios más cualitativos realizados con personas que fueron víctimas de abuso y cuando la familia pudo hacerse cargo de sostener y acompañar esa situación, a aquellas que tal vez lo dijimos y nadie nos creyó porque eso genera mucho daño. Genera un daño impresionante que se suma al causado por la situación de abuso.
G – La violencia institucional, la inoperancia de la justicia, las instituciones, la falta de presupuesto y políticas públicas. La falta de acceso a reparación en salud mental, hay que ser millonario para poder ir a terapia, hay listas de espera en la salud pública, no hay perspectiva de médicos, psicólogos y otros profesionales cuando planteamos lo vivido, es re victimizante y terrorífico, es perpetuar el daño cada vez. Acompañar a personas a hacer denuncias y que se terminen rindiendo porque no se llevan a cabo los procesos, o los archivan sin avisar, entre otras muchas cosas que podría seguir enumerando.
L – Discursos que aparecen frente al abuso y son como sentencias, “le arruinó la vida”, “está dañada para siempre”, el miedo a explicitar porque dudan de tu palabra, y la hiper responsabilidad que cae sobre una, frente a los daños que la explicitación genera en el abusador o en el núcleo familiar. Las formas terapéuticas que te culpabilizan.
Las formas de vínculo afectivo sexual que vuelven a ponerte en reedición del abuso una y otra vez. La sobre protección social a los abusadores, el silencio, la complicidad.
M.A. – ¿qué cambios a nivel social creen que debe haber respecto a este tema?
E – Creo que es un tema que sigue siendo tabú en una sociedad patriarcal, machista, que sigue sin haber respuestas y protocolos. O sea, hay leyes y eso es muy importante pero también fallan los protocolos, si hay una ley y no se le pone como desarrollarla correctamente, si no se le pone dinero, es como si estuviera de adorno, no se llega a poder visualizar y ver todo lo que se necesita, para poder realmente reparar el daño causado a nivel social. Siento que todavía estamos en un momento tabú, este creo que es un tema que mueve mucho porque en cada familia que hay una abusada, hay un abusador seguro, porque si no, no me dan los números, es así, entonces mueve mucho, mueve nuestras historias. La estadística es alta, entonces, me parece que a nivel social todavía es un tema tabú y es un tema que incomoda mucho hablarlo.
Creo que esto se atraviesa a nivel personal, individual, entonces eso hace que el silencio, el elefante en la habitación todavía permanezca y no lo podamos ver a los ojos y tomar cartas en el asunto. Creo que se ha trabajado en pro de eso y creo que hemos avanzado, pero bueno, falta mucha validación de este delito.
G – Dejar de sostener el abuso sexual sistemáticamente, como todas las formas de violencia patriarcal y machista. No guardar nunca más silencio, ante ninguna situación de abuso y sobre todo no culpabilizar a las víctimas, creyendo y acompañando.
L – Yo creo que el abuso sexual tiene mucho más que ver con el poder que con el deseo, lo entiendo como formas de domesticación, de logro de la sumisión y de intento de parálisis de la capacidad vital, de creación y poder que se impone a las niñas y también a los niños varones (ni que hablar también en los procesos de tortura y guerra al enemigo).
En este sentido creo que nos vamos a liberar de este problema cuando nos liberemos del patriarcado y de cualquier sistema de opresión. Más allá de esto, creo que los elementos sociales que modulan el deseo de los hombres y convierten en objeto sexualizado y de deseo a las niñas son muy perjudiciales, continuamente se reproducen imágenes y discursos que ponen a las niñas como el objeto más deseable y al sometimiento como generador de placer. La reproducción de esta sensibilidad de posesión, de convertir en objeto al otro, entiendo, reproducen y estimulan el problema.
Por otro lado, el tratamiento de la problemática como tabú, la sanción moral a las víctimas. Por otro lado, la falta de educación sexual integral con perspectiva de género hace que el problema se mantenga en vigencia.
M.A. – ¿qué podría hacer el Estado para intervenir en esta problemática?
E – En el Estado, en realidad, creo que hay un desconocimiento, El Poder Judicial no tiene un conocimiento de las consecuencias a nivel psíquico que tiene este tipo de violencia. Creo que no lo tienen claro, que le pedimos a las víctimas cosas que en un estado de traumatización tan grande como la que te deja este tipo de violencia…no se entiende, no se tiene una perspectiva de género, de violencia, de entender cómo actúa el abuso sexual y cómo actúa en la psiquis y en el cuerpo, y cómo actúa el trauma, la traumatización que genera. Y creo que a las personas nos falta leer y nos falta intercambiar, y nos falta hablar de este tema. Creo que nos atraviesa a nivel individual por eso la gente no quiere hablarlo.
G – Presupuesto en políticas públicas, énfasis en reparación con acceso a salud mental y justicia. Que no dependan además de la voluntad política de los gobernantes de turno, sino que sean de interés nacional. Acceso a la Educación Sexual Integral como derecho humano.
L – El Estado es responsable de generar políticas públicas, tanto para el tratamiento de las personas que han vivido esta situación como para políticas de prevención y promoción de una sensibilidad que aleje la posibilidad que esto siga sucediendo. El impregnar en la conciencia que niñas y niños son sujetos de derecho y no objeto de uso o posesión. El reconocer a la sexualidad como acto de encuentro en respeto, donde la voluntad de todas las personas involucradas tiene valor en juego, el Estado tiene que asegurar amplio acceso a la Educación sexual integral para todas las personas, así como la educación especializada a profesionales de la salud, educación, seguridad, para que puedan detectar e intervenir de tal forma que no aumente el daño.
M.A. – ¿qué consejo le darías a una persona que vivió violencia sexual?
E – Que pida ayuda, que pida ayuda profesional, que lo hable con gente que pueda validarla, que pueda entenderla. Que vaya de a poco, que no se exija porque bueno cada cosa va cayendo y va siendo consecuente al momento de apertura, de entendimiento.
Y después entender que no somos abuso, somos mucho más que eso. Eso es una experiencia que atravesamos, que vivimos lamentablemente, es un delito, es algo que hizo un otro. Y que, en realidad, siento que a casi todas las personas, a casi todas las mujeres, nos pasaron situaciones de violencia sexual, seguro de distinto índole y en el caso de los niños varones también. Y poder hablarlo con gente que pueda entendernos, que pueda brindarnos herramientas para poder integrar eso a la vida, a las otras experiencias que tuvimos y no quedar como partidas.
L – Mi consejo sería juntarse con otras, charlar, hacer visible, militar para junto con otras cambiar esta locura, decir a través de la palabra, decir a través del arte, cuidar a otras que vengan realizando el proceso y honrar nuestras vidas, gozar, vivir, aprender, crecer. Que el despliegue de nuestra potencialidad y goce sea algo así como nuestra rebeldía.
G – No podría, no hay consejos de mi parte que brindar, solo escucha atenta y poner el cuerpo para cambiar.
Les comparto el link de la evolución de un Escarabajo Hércules, porque de una forma horrenda y espantosa, se convierte en un ser hermoso y fuerte
Fotografía y texto:
(*) Claudia Suárez Delgado, licenciada en Psicología especialista en Gestión Cultural, ceramista, integrante de la Red de intelectuales y artistas en defensa de humanidad (REDH)