Estados Unidos y el Huracán Melissa en Cuba: La ayuda humanitaria en la guerra no convencional

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Por Javier Gómez Sánchez (*)

Portada Marina Cultelli, tinta china y acuarela (**)

La pasada semana el huracán Melissa azotó a varios países del Caribe, dejando un saldo de varias decenas de fallecidos y una gran devastación en Jamaica, Haití y Cuba, afectando también severamente a República Dominicana y las Bahamas.

La región oriental de Cuba fue azotada por los vientos y lluvias, provocando inundaciones y crecidas de ríos que dejaron bajo el agua a poblados enteros. Un gran número de personas fueron rescatadas con el uso de helicópteros y vehículos anfibios, las que se sumaron a cientos de miles que habían sido ya evacuadas hacia zonas seguras antes de la llegada del huracán, una medida de anticipación habitual en el país.

Este tipo de operación masiva tiene grandes exigencias logísticas y materiales, las que son más difíciles de afrontar en medio de la dura situación de la economía cubana, luego de que Trump aplicara una escalada del bloqueo económico -mantenido por Biden-, y que la pandemia de Covid-19 dejara al país sumido en una crisis de la que no ha podido recuperarse. Esto hace que las posibilidades actuales del Estado cubano de brindar alimento, combustible, medicamentos para los damnificados, así como proveer materiales de construcción y enseres domésticos para la recuperación de miles de familias que han perdido todo resulten muchísimo más escasas que ante desastres anteriores.

Aun así, el gobierno cubano ha logrado demostrar una vez más su operatividad y eficiencia en salvar vidas y brindar refugio a sus ciudadanos, elevando a más de 800 mil las personas albergadas en lugares seguros durante los días siguientes al paso del huracán.

En medio de las operaciones de rescate ante el peligro de colapso de los embalses, comenzaron a aparecer anuncios sobre ayuda humanitaria de Estados Unidos a los países afectados, entre ellos un comunicado del Departamento de Estado publicado en la tarde del 30 de octubre bajo el título “Estados Unidos está listo para ayudar al pueblo cubano”, que declaraba: “El gobierno de Trump se solidariza con el valiente pueblo cubano, que sigue luchando para satisfacer sus necesidades básicas. Al igual que en los países vecinos del Caribe, el Departamento de Estado emite una Declaración de Necesidad Humanitaria para Cuba y está preparado para brindar asistencia humanitaria inmediata, tanto directamente como a través de socios locales que puedan distribuirla con mayor eficacia a quienes la necesitan”.

Las redes de la embajada de Estados Unidos en Cuba replicó el mensaje, mientras ya desde la tarde del 29 de octubre su personal estaba trabajando en la preparación del terreno comunicacional: El encargado de negocios, Michael Hammer, protagonizó un insólito video desde una iglesia en La Habana, poniendo una vela encendida y rezando ante la Virgen de la Caridad del Cobre. Tras la plegaria, el funcionario se vuelve a la cámara y envía un mensaje de apoyo a la población cubana.

La intencionalidad simbólica estuvo cuidadosamente escogida: el huracán tocó tierra por la zona cercana a Santiago de Cuba y el poblado de El Cobre, sede del santuario nacional dedicado a la santa patrona venerada por los cubanos, con un significado cultural incluso para los no religiosos. La etiqueta utilizada, más bien un eslogan, fue #ConLosCubanosDeAPie.

Mike Hammer es un veterano diplomático con habilidades de comunicación, habiendo sido Vocero del Consejo de Seguridad Nacional y Director de Prensa de la Casa Blanca durante el gobierno de Obama, y que además combina sus estudios en relaciones exteriores con una maestría en estudios militares en el National War College de la National Defense University.

En las horas siguientes, en cada publicación de la embajada los algoritmos presentaban visibles como “más destacados” los comentarios que dijeran que el gobierno cubano robaría las ayudas y que estas debían entregarse directamente a los necesitados. A pesar de la diversidad de los mensajes, no había variación; todos los posts presentaban el mismo tipo de comentario como principal.

De inmediato, la maquinaria de medios digitales, creados con fondos federales estadounidenses y dirigidos a la población cubana como parte de la guerra mediática, comenzaron a sincronizarse para imponer una misma matriz: afianzar la idea de que si la hipotética ayuda era entregada al gobierno cubano no llegaría al pueblo de la isla.

Al mismo tiempo, grupos políticos opositores y activistas “independientes” en la isla comenzaron a ofrecerse públicamente al gobierno estadounidense para recibir y distribuir la ayuda.

Estas acciones no responden al azar. El aprovechamiento de las condiciones creadas por un desastre natural y la utilización de ayuda humanitaria en la guerra no convencional es un recurso estudiado en las academias militares estadounidenses dedicadas a la investigación teórica para el desarrollo de operaciones especiales.

En una publicación de la Joint Special Operations University (JSOU), un centro de altos estudios militares especializado en guerra no convencional con sede en Tampa, Florida, titulado “Operational Economics in Unconventional Warfare” (Economía operacional en la guerra no convencional), sus autores señalan:

“La provisión de asistencia humanitaria y servicios esenciales es fundamental, porque representa la legitimidad de cualquier gobierno. Lo mismo ocurre con las organizaciones que se presentan como alternativas a la autoridad existente (…)

El planificador de operaciones de guerra no convencional debe buscar formas en las que el apoyo estadounidense a un movimiento de resistencia pueda perturbar la capacidad (o la capacidad percibida) del gobierno hostil para satisfacer las necesidades inmediatas de su población y, simultáneamente, posicionar al movimiento de resistencia como la mejor alternativa”.

Esto ya ha sido intentado en el escenario cubano. En octubre de 2016, un grupo de periodistas “independientes” —cuyo medio digital recibía financiamiento del gobierno estadounidense—, protagonizaron una campaña de crowdfunding para ir a reportar desde Baracoa, en la provincia de Guantánamo, azotada por el huracán Matthew, alegando que la prensa estatal no informaría sobre la realidad. El acceso a la zona de desastre estaba restringido por las autoridades y los reporteros se dedicaron a convertir el impedimento de entrada en propaganda antigubernamental y acusaciones de censura.

Pero, posiblemente fuera a partir del tornado de 2019 en La Habana, que más se comenzaran a utilizar operaciones mediáticas asociadas a la entrega de ayuda en desastres naturales. El evento climatológico, de una fuerza y daños inéditos, ocurrió poco después de la expansión de la conectividad a internet entre la población cubana ocurrida a partir de 2018 y su exposición masiva a las redes sociales digitales, especialmente Facebook.

Los medios “independientes”, bots y perfiles falsos comenzaron a amplificar acciones de entrega de ayuda (en algunos casos caóticas), realizadas de manera personal por algunos artistas y figuras públicas, proyectándolas como que llegaban “a la gente”, al tiempo que sutilmente las presentaban como alternativas funcionales ante el trabajo de los actores institucionales. Ante la tendencia y su evidente manipulación mediática, la mayor parte de los organizadores de iniciativas honestas prefirieron pasar a realizarlas sin exposición en las redes ni complicidad con la intencionalidad política.

Durante la pandemia de Covid-19, grupos de operadores políticos, -los mismos que trabajaban en ese momento para instrumentalizar temas de la agenda pública como el bienestar animal, la violencia de género, los derechos LGBTIQ, entre otros – comenzaron a organizar redes “alternativas” para distribuir medicamentos como una manera de validarse como actores sociales.

Con igual intención, los llamados medios “independientes” amplifican en las redes prácticas de caridad por parte de empresarios privados, en forma de entrega de alimentos a personas necesitadas y otras acciones, que si bien implican una dosis de generosidad de quienes acumulan el capital para hacerlo, ni su práctica ni la amplia cobertura mediática deben verse con ingenuidad.

Conocer es distinguir, por tanto, comprender el funcionamiento y reconocer este tipo de instrumentalización política permite separarlas de un gran número de iniciativas que no tienen esas intenciones y que movidas por la verdadera solidaridad se multiplican en Cuba durante situaciones de emergencia. La diversidad y densidad de las redes reales de la sociedad civil cubana y su interacción funcional con instituciones y gobiernos locales supera las pretensiones de instrumentalización de las situaciones de desastres. Son muchos más los grupos organizados que trabajan en coordinación con las autoridades para distribuir donaciones, ayudar en el sostén de los damnificados y ofrecer equipamiento o recursos diversos para la recuperación, que aquellos que funcionan en sinergia con los planes de subversión.

Por otro lado, los países del Caribe, incluyendo Cuba, han recibido ayuda de varios emisores sin la pretensión que ha mostrado el Gobierno de los Estados Unidos. Es admirable el envío por avión de varias toneladas de alimentos y otros recursos por el gobierno de Venezuela, encontrándose en medio de la amenaza militar estadounidense.

Durante el paso del huracán Melissa, la población cubana fue objeto de una intensa actividad de guerra comunicacional, utilizándose las redes sociales para la difusión de fake news, burlándose del trabajo de las autoridades, fabricando supuestas denuncias de personas abandonadas a su suerte, posicionando titulares engañosos sobre la supuesta ocurrencia de muertes y todo tipo de subterfugios mediáticos posibles.

Esta intensa campaña responde a la lógica expuesta por los analistas militares ya citados: “Las mismas perturbaciones que provocan sufrimiento humano masivo también suelen modificar el panorama político, alterando temporalmente el equilibrio de poder. La urgencia y la complejidad de la situación dará lugar a varias ineficiencias que la resistencia podría aprovechar para desacreditar al gobierno”.

Sin embargo, en el escenario cubano los especialistas en guerra no convencional chocan con una realidad: luego de años de trabajo apoyando a la contrarrevolución y gastos millonarios de fondos federales, las agencias especiales estadounidenses no han sido capaces de organizar una oposición en la isla -los hipotéticos “socios locales”-, capaces de recibir la ayuda y “distribuirla con mayor eficacia”, o sea, llevar a la práctica la teoría de los manuales.

Además de que las pretensiones logísticas de un volumen de suministros que tenga algún impacto significativo son imposibles de hacer llegar al país por vía aérea o marítima sin coordinación con las autoridades cubanas.

Ante la realidad, finalmente fue anunciado que la ayuda del gobierno de Estados Unidos hacia Cuba será canalizada a través de la mediación de la Iglesia Católica, la cual recibió como en otras ocasiones la gratitud del gobierno cubano por su trabajo diplomático.

Aunque nuevamente la pretensión de implementar estrategias de guerra no convencional se queda en el diseño, no por eso resulta menos importante comprender su funcionamiento e intenciones, las que están muy lejos de la asistencia honesta y altruista que requiere toda ayuda ante desastres, y puede intentarse aplicar en cualquier país que sea un estorbo para los intereses geopolíticos de Estados Unidos.

Precisamente, como han declarado tanto el gobierno cubano como los representantes de la ONU y la propia Iglesia, la verdadera ayuda que desde la Casa Blanca se pudiera enviar al pueblo cubano sería eliminar el bloqueo.

(*) Javier Gómez Sánchez (La Habana, 1983) Periodista, profesor e investigador. Máster en Ciencias Políticas en Estudios sobre Estados Unidos y Geopolítica Hemisférica por la Universidad de La Habana. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de las Artes de Cuba. Ha escrito numerosos artículos sobre comunicación política, guerra mediática y cultural, redes sociales e internet.  Es autor de los libros Las Flautas de Hamelin. Una batalla en internet por la mente de los cubanos (2020), La Dictadura del Algoritmo. Guerra mediática y redes sociales en Cuba (2021), Los que curan y los que envenenan. Páginas de una pandemia mediática (2023). Realizó los documentales La Dictadura del Algoritmo (2020) y El insomnio del Hombre Nuevo (2024). Profesor de Comunicación Transmedia y Documental en la Universidad de las Artes de Cuba.

(**) Marina Cultelli: Es una de las artistas uruguayas contemporáneas más versátiles, integrante de la RedH y de su colectivo feminista Libertadoras. Es Licenciada en Artes Escénicas, Magíster y fue Profesora en la Facultad de Artes (UDELAR), donde integró órganos directivos además de dictar cursos en otras universidades latinoamericanas. Recibió premios nacionales e internacionales. Fue asesora en Educación y Arte. Desarrolló trayectoria teatral y es autora de varias publicaciones individuales y colectivas. Realizó exposiciones de pintura y performances.

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