Por economiapolitica.uy *
Héctor Tajam **
Dibujo Prof. Adan Iglesias Toledo ***
Ya nos hemos referido en artículos anteriores a la persistente lentitud del crecimiento económico de Uruguay. Cerrado el primer semestre del año el PIB (Producto Bruto Interno) superó en +2,1% al segundo trimestre de un año atrás. Para el tercer trimestre (julio-setiembre) solo podemos hacer conjeturas, realizar estimaciones a través de indicadores más avanzados. El propio BCU (Banco Central del Uruguay), en su reciente Informe de Política Monetaria expresa “Se espera un crecimiento más moderado en el tercer trimestre debido al cierre transitorio de la refinería … (por lo cual) …”la proyección de crecimiento del PIB se corrige levemente a la baja para 2025 y 2026”. Asimismo, la encuesta de expectativas que el propio BCU realiza entre analistas económicos nos revela un resultado promedio de 2,3% para 2025 y de 1,9% para 2026 (en julio, 2,5% y 2% respectivamente). Pronósticos todos que se desalinean de la proyección de ingresos contenida en el proyecto de Presupuesto 2025-2029 asociada a un crecimiento del PIB de 2,6% para 2025.
El PIB puede ser calculado por el destino de los bienes y servicios que lo componen, esto es el consumo interno de los hogares, del gobierno y la inversión de empresas y del sector público, además de aquellos que son vendidos al exterior (exportaciones) menos los bienes y servicios comprados en el extranjero (importaciones). De estos componentes, el de mayor peso es el consumo de los hogares (63%), seguido de las exportaciones (32%), lo cual los identifica como las principales componentes para su estimación.

A setiembre de 2025, el empleo y el salario real, componentes principalísimos del consumo de los hogares uruguayos, crecieron ambos 1,2%, en una trayectoria de niveles de empleo ascendente y de salarios públicos estancados. La recaudación del IVA, como un indicador indirecto del consumo, aumentó en ese período encima del 2%. El salario privado ha crecido especialmente en las actividades de servicios prestados a las empresas, telecomunicaciones, hoteles y restaurantes. También creció en la construcción, la industria química y la transformación de la madera. Los más estancados están en servicios sociales, salud, comercio y transporte.
En cuanto al empleo, el comercio, la industria manufacturera y la salud son los sectores con mayor proporción de trabajadores, sin embargo, y coincidente con la evolución salarial, donde se dio el mayor crecimiento de puestos de trabajo fue en informática y comunicaciones, actividades inmobiliarias y profesionales, y la enseñanza. Si analizamos el empleo por sexo, el crecimiento benefició a las mujeres (más del 70% del aumento total).
El segundo componente que más incide en el PIB, las exportaciones, pese a un cierto bajón en el precio de los bienes de exportación, excepto la carne, según Informe del BCU a setiembre, muestran un crecimiento superior al 6% en el año, basado en la demanda de carne, soja y lácteos. El desglose de la industria manufacturera es coherente con la evolución de estos productos exportados, agregando los derivados de la silvicultura (productos de la madera), productos farmacéuticos, y eléctricos, electrónicos e informáticos.
Por su lado, las importaciones, registraron una variación menor que las exportaciones (5,3%), favoreciendo su incidencia positiva en el PIB. El detalle es la débil participación de las inversiones de maquinaria, un indicador importante para la estimación de la inversión. No hay otra información para este tercer componente del PIB, el cual la mayoría de los analistas lo ubican sin incidencia relevante para el tercer trimestre del año. De igual manera, el gasto público, sometido a la restricción de un importante déficit fiscal, y a la espera de la aprobación parlamentaria del presupuesto quinquenal, no se manifiesta más allá del gasto imprescindible frente a las urgencias sociales heredadas.
Así las cosas, el nivel de actividad económica medido por la variación del PIB registraría un aumento apenas superior al 2%, sustentado principalmente por aumento en el empleo y en las exportaciones. Teniendo en cuenta que el 56% del aumento en las personas ocupadas se realizaron a través de empleos sin registro en la seguridad social (en negro, 49%) o en condiciones de subempleo (7%).
Creemos que la economía del país continúa desarrollándose en un contexto de política económica con sesgos contractivos, cuyas principales señales se derivan de metas inflacionarias que inducen a la utilización de instrumentos contractivos (aumentos de la tasa de interés), y de objetivos de menor déficit fiscal que contienen el gasto público. Los niveles de inflación se habían ubicado en registros casi históricos para nuestro país, pero el BCU aumentó la apuesta y situó la meta en 4,5%, aumentando la tasa de interés de referencia, o Tasa de Política Monetaria (TPM), que se constituye en el eje del costo del dinero en el país. Un “precio” alto de la moneda nacional aumenta su valor frente a monedas extranjeras, especialmente el dólar, y abarata los componentes importados de la canasta de consumo, cuyo valor determina las variaciones del IPC (Índice de precios al Consumidor).
Según el propio BCU, la TPM, hoy en 8,25%, aún se mantiene en niveles contractivos para la actividad económica, dado que encarece el crédito y motiva al ahorro, pero también ha erosionado la competitividad del país con la región y fuera de ella. Como podemos observar en las gráficas adjuntas[i], por un lado Uruguay es de los países con mayor nivel de TPM en la región, solo superado por Colombia, y además sufre una pérdida de competitividad mostrada por la evolución del Tipo de Cambio Real (TCR). Cierto que la inflación se ha reducido, pero en base a variables que no podemos controlar (valor del dólar), y que si lo hacemos será impredecible su sostenibilidad. Uruguay crece y por su estructura productiva crea “atraso cambiario”, pero crearlo para crecer, es complicado.
Algo diferente ocurre con el déficit fiscal. No se “heredó” una buena situación como en el caso anterior, y sin duda el ajuste fiscal se coló en una dimensión inesperada en el horizonte de política económica, que a la par venía acompañado de un deterioro social muy importante. A nuestro juicio también aquí se extremaron las precauciones, las señales a los inversores. La reducción de un déficit de 4,5% en 2025 a un 2,6% en 2029 podría haberse flexibilizado, más cercano al 3%, despejando recursos para una emergencia social que va a estar presente durante todo el período de gobierno.


(*) EconomiaPolitica.uy es un Programa de asesoramiento, investigación y formación en Economía Política.
(**) Héctor Tajam es Economista, Director del Programa EconomiaPolitica.uy y Columnista de Mate Amargo. Fue Diputado (2005/10) y Senador (2010/15) por el MPP – Frente Amplio. Miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)
(***) Prof. Adán Iglesias Toledo, Director del Medio humorístico DEDETE del Periódico Juventud Rebelde, miembro de la UNEAC. Colabora con varios medios de prensa en su país y en el extranjero.
[i] Capturas de pantalla del Informe de Política Económica del BCU correspondiente al tercer trimestre de 2025.