No en nuestro nombre. Entrevista a Gregory Randall

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Ser judío y estar contra el sionismo exige mucho coraje

Por Javier Gómez Sánchez

 

La solidaridad con el pueblo palestino ha sumado a cada vez más personas en Uruguay. Muestra de ello fue una multitudinaria marcha en apoyo a Palestina en Montevideo que reunió a decenas de miles de personas, las que llegaron frente a la Torre Ejecutiva, sede de las oficinas de la Presidencia. 

Con anterioridad, junto a otras acciones de diversos grupos, un colectivo de uruguayos de origen judío firmó una carta, presentada por la activista por los derechos humanos Mónica Wodzislawski, exigiendo al gobierno uruguayo la ruptura inmediata de relaciones diplomáticas y comerciales con Israel. Entre los firmantes del documento estuvo el profesor Gregory Randall, docente de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República, quien junto a la comunidad universitaria uruguaya se pronunció contra la instalación de una oficina de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) en Jerusalén, a partir de lo cual fue suspendida por el gobierno. A propósito de una actualización de estos temas Mate Amargo conversó con él:

Profesor Randall, en su participación en un reciente panel multidisciplinario sobre el genocidio contra Palestina realizado en el Palacio Legislativo, su intervención se enfocó en informaciones sobre la destrucción de escuelas y universidades en Gaza, utilizando el término “escolasticidio”, o sea, la destrucción sistemática y deliberada del sistema educativo. ¿Pudiera explicar cómo se aplica en el caso de la agresión de Israel contra Palestina?

Es a partir de la constatación que yo comparto, y creo que a esta altura buena parte de la humanidad comparte, de que lo que está en marcha en Gaza es un genocidio contra el pueblo palestino. La Asociación Internacional de Expertos en Genocidio emitió una definición al respecto, al igual que la declaración de la Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre los territorios palestinos ocupados,  de la ONU, pero creo que a los ojos de cualquier ser humano es bastante claro.

Sin embargo, un argumento utilizado para rechazar que haya genocidio en Gaza es de carácter numérico. Se dice que, si hay dos millones de personas y matan a cien mil, supongamos, bueno, eso no es un genocidio porque no están aniquilando a toda la gente. Pero en realidad la definición de genocidio es bastante precisa: Incluye una serie de acciones que buscan la aniquilación física o la destrucción cultural, social, las posibilidades de reproducción, las posibilidades de la vida de las personas debido a su religión o etnia. Tiene que haber intencionalidad, una decisión consciente de hacerlo.

Para definir si hay una decisión consciente, podemos citar las numerosas expresiones de autoridades israelíes, que son muy claras, que han declarado abiertamente “vamos a eliminar a toda la gente de Gaza”, o “hay que matarlos a todos”, o esa terrible expresión que decía que “en Gaza no hay nadie inocente”, incluyendo los niños.

Pero hay un segundo aspecto, y es donde entra esta cuestión del escolasticidio, que tiene que ver con los números. No necesariamente vas a matar a toda la población. 

Los genocidios que ha habido en el mundo han sido terribles, el más famoso es el del pueblo judío, el Holocausto, murieron 6 millones de judíos en Europa. También en América Latina el genocidio de los indígenas, o en Armenia. El número es importante, pero lo es más que como sociedad dejen de existir, más allá de que pueda subsistir un número de personas.

En el caso de América Latina hay millones de indígenas que siguen viviendo, pero la sociedad náhuatl, la sociedad maya, o la sociedad inca, fueron destruidas como tales, en su plano cultural, religioso, en su forma de vida,  fue prohibida la lengua, etc. En el caso de Israel contra la población palestina, uno puede observar  una destrucción sistemática de aspectos que permiten el desarrollo de la vida en un lugar. El escolasticidio es un ejemplo de esta destrucción sistemática.

Las Naciones Unidas realiza evaluaciones cada dos o tres meses, no sólo en el caso de Israel y Palestina, sino en general en cualquier lugar del mundo donde hay situaciones de crisis, con equipos técnicos que se dedican a evaluar el avance de ciertos procesos de destrucción del tejido social. Lo hacen, por ejemplo, sobre los hospitales, y otras instalaciones de importancia social. En este caso hay estudios que han dado un seguimiento a la forma en que se han ido destruyendo las escuelas en Gaza, las instituciones educativas, de primaria, secundaria, técnicas, universidades, tanto público como privadas.

Estos expertos analizan imágenes satelitales que toman regularmente del territorio. Tienen la definición de los límites en el suelo de todos los edificios de Gaza. Existen los datos del Ministerio de Educación palestino de cuáles de esos edificios eran escuelas. Alrededor de la mitad de esas escuelas estaban manejadas por la Oficina de Naciones Unidas para los Refugiados, ni siquiera eran escuelas propias del Estado palestino. Es documentación pública. Por lo tanto, se puede superponer la foto satelital actual sobre la foto anterior. Cuando hay un impacto de una bomba se mide la distancia respecto al edificio. Si el impacto está a menos de 30 metros se considera que hay daños fuertes. Entre 30 y 70 metros se considera que hay daños. Podría ser en el patio de la escuela, por ejemplo.

Lo que observan estos estudios de la ONU es que más del 97% de los edificios escolares o educativos en Palestina han sufrido impactos directos o impactos a menos de 70 metros de su edificio.

Más del 70% de los edificios educativos tienen impactos directos y más del 90% a menos de 30 metros. Estamos hablando de algo que es difícil de creer haya sido hecho de manera no deliberada.

En muchos casos estas escuelas que estaban llenas de niños antes del inicio de esta etapa del genocidio, después se llenaron de personas en carpas, porque como más de la mitad de estas escuelas estaban manejadas por las Naciones Unidas mucha gente se refugiaba buscando escapar de las bombas, pensando que quizás por estar en un predio de la ONU, serían respetadas. Lo que ha ocurrido es que muchas de estas escuelas con los refugiados, han sido doblemente o triplemente bombardeadas.

Por supuesto que ha habido otros ejemplos de ataques a aspectos cruciales para la vida, como puede ser la salud pública, las plantas desalinizadoras de agua, pero creo que esta destrucción del sistema educativo muestra la intención de destruir el tejido social palestino y por lo tanto contribuye a entender con claridad este fenómeno como genocida.

¿En su criterio que efecto tiene el proceso de acuerdos anunciados recientemente por el gobierno de Estados Unidos?

Creo que cualquier ser humano no puede tener más que alivio al saber que han parado las bombas por lo menos momentáneamente, aunque ya empezaron a bombardear de nuevo de manera intermitente. Sentir alivio por el hecho de que las tropas israelíes se han retirado parcialmente de la mitad del territorio. Es un gran alivio que los rehenes israelíes, los presos políticos palestinos, los rehenes vivos palestinos han sido liberados. Todos los palestinos no han sido liberados, han sido liberados unos 1700 rehenes, -uso la palabra rehenes porque han sido personas capturadas por Israel en el territorio de Gaza, sin juicio, sin ser combatientes, simplemente personas que estaban ahí. Por ejemplo, médicos haciendo su trabajo como el director del hospital Al Shifa-, de los 10.000 presos palestinos más de la mitad de los cuales están sin juicio, muchos son niños. También han liberado más de 150 presos políticos palestinos, muchos condenados a cadena perpetua. Uno no puede sentir más que alivio y satisfacción porque las familias, tanto israelíes como palestinas, reciban a sus seres queridos.

También que haya aumentado el flujo de ayuda humanitaria, aunque no es el que debería, pero claramente en la situación de hambruna y de uso del hambre como arma de guerra que estaba en marcha, son aspectos positivos del acuerdo que se ha alcanzado.

Sin embargo, este acuerdo plantea la reconstrucción de Gaza bajo criterios y control de los mismos que la destruyeron. Cuando uno vincula eso con las expresiones de hace varios meses del propio presidente Trump, en las cuales dijo que Gaza iba a estar bajo el dominio de los Estados Unidos y que se iba a convertir en la Riviera del Medio Oriente, pensando como un inversor inmobiliario, planeando construir torres de lujo para personas con dinero, uno no puede más que pensar que de alguna forma la destrucción sistemática de Gaza, el vaciamiento de su población, el arrasamiento de todos los edificios, es la primera etapa de un plan. Ahora este plan de paz aparece claramente como una segunda etapa.  Entre los 20 puntos aparece un poder neocolonial de tipo protectorado, bajo la conducción suprema de Trump y bajo la dirección de un criminal de guerra como Tony Blair en la parte administrativa, y con una idea de reconstrucción que en el fondo busca reconstruir Gaza no al servicio de su pueblo sino como un emprendimiento inmobiliario.

Este acuerdo de paz tiene aspectos muy positivos, el primero de todo es que haya parado por un tiempo el horror, pero tiene aspectos muy preocupantes. Uno se da cuenta que, mirado en un plazo más largo, este acuerdo de paz puede ser funcional al proceso genocida, en el cual la idea es sustituir la vida palestina que existía en Gaza, su cultura y su gente, por torres de lujo al servicio de los jeques del Medio Oriente, al servicio de los ricos del mundo. Quizás el pueblo palestino siga existiendo en forma subordinada, trabajando como cocineros o jardineros, limpiando los pisos de lujo de los millonarios que se instalen ahí.

Quiere decir esto que hay que tener cuidado también en la perspectiva de largo plazo y darse cuenta de que este emprendimiento genocida tiene componentes mesiánicas, como la idea del Gran Israel, la idea de expansión territorial racista que impulsa al Estado de Israel, y también puede tener una conexión con otras ideas de un Medio Oriente soñado por el imperio, al servicio de los poderosos del mundo, en el cual habrá jeques árabes de las monarquías del Golfo junto con millonarios europeos y norteamericanos en detrimento de su población autóctona histórica.

¿Pudiera comentarnos sobre su participación como firmante en la carta de judíos residentes en Uruguay expresándose contra el genocidio?

Nací en los Estados Unidos, en Nueva York, la familia de mi madre y la de mi padre biológico, ambos, son familias judías de esa ciudad, donde hay muchos judíos.

La familia de mi madre, son judíos que emigraron de Alemania a los Estados Unidos, y la de mi padre emigraron de los Sudetes, una zona en aquella época de Alemania, que ahora forma parte de República Checa. Mi apellido, Randall, fue americanizado por mi abuelo en los Estados Unidos. Su apellido era Reinthaler, pero lo cambiaron por Randall, un apellido de consonancia norteamericana, como hicieron muchos judíos inmigrantes.

Sin embargo, desde la generación de mi madre, e incluso desde la generación de mi abuelo, no había mucha cultura judía en la familia. No se hablaba del tema, no se realizaban los ritos, no se transmitió la cultura, nunca recibí en mi infancia o en mi juventud nada relativo a la cultura judía. Pero sí toda mi vida me identifiqué con los judíos en tanto pueblo sufriente, en tanto pueblo perseguido, en tanto pueblo que durante siglos ha sido despreciado, ha sido asesinado, y en lo personal siempre me sentí muy afectado y profundamente interiorizado con el sufrimiento del pueblo judío y con la resistencia. Siento un gran orgullo por la sublevación del Gueto de Varsovia, y uno de los museos que más me emocionó, de los muchos museos que he visitado en mi vida, fue la casa de Ana Frank. 

En mi juventud, cuando me convertí en una persona políticamente consciente, vivía en Cuba y en la universidad tenía compañeros palestinos. Sentí inmediatamente solidaridad por la causa del pueblo palestino. De modo tal que crecí por un lado sintiéndome profundamente solidario con el pueblo judío en tanto pueblo oprimido y profundamente solidario también con el pueblo palestino en tanto pueblo oprimido.

Cuando se realizó esa iniciativa de la carta a la Presidencia, que fue idea de otros compañeros que tienen una historia de ser parte de la comunidad judía, me llamaron por teléfono y me dijeron que habían escuchado mis intervenciones en la universidad en torno a estos temas, y que querían saber si me parecía bien participar. Les dije que me parecía perfecto.

Me parece muy importante que toda la gente, todos los seres humanos en el mundo que puedan, se levanten en contra del genocidio que se produce contra el pueblo palestino. Hoy el pueblo palestino y esta lucha en particular se ha convertido de alguna forma en el centro del mundo. Para la generación actual, lo que está pasando equivale a lo que fue la guerra en Vietnam para el despertar de una generación en los años 60.

Creo que la posición del gobierno uruguayo sobre el tema de Gaza, ha generado una enorme frustración en amplios sectores de sus propios votantes, porque no se entiende que un gobierno de izquierda, en un tema ético como el que estamos hablando, tenga una posición tan timorata y una posición tan, digamos, incomprensible.

Esto tiene que ver con que el Estado de Israel fue creado en el año 1948 en respuesta a siglos de desprecio, de opresión y de crímenes contra el pueblo judío en Europa, al horror del holocausto del pueblo judío en Europa, porque lo que pasó bajo el nazismo fue producto de una larga acumulación, se puede hablar de los progromos en Rusia, se puede hablar de los guetos en muchos países. Su expresión más dura fue el nazismo y ante ese horror, el mundo, que es muy distinto al de hoy, que venía saliendo de la Segunda Guerra Mundial, quiso un “Nunca más”. Un mundo en el cual todavía el pensamiento colonial era muy fuerte, estaban empezando a eclosionar los movimientos de liberación nacional, el movimiento anticolonial, pues todavía buena parte del mundo estaba bajo la égida de Francia o de Gran Bretaña. De modo tal que con la mentalidad de la época y en una intención de evitar que volviera a pasar lo que pasó en Europa, se creó el Estado de Israel, como una forma digamos de darle al pueblo judío un territorio donde pudiera vivir en paz. Durante estos 70 años, ha habido una construcción colectiva, no sólo dentro del pueblo judío sino también en general, creo que, en buena parte de Occidente, que tiende a creer y a vendernos la idea de que la existencia de Israel como Estado es una de las garantías del “Nunca más” a un holocausto. Pero claro, con la mentalidad colonial de la época se ignoró los intereses de los que vivían ahí, y existió ese mito de “un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”. Existía un pueblo ahí, lo sabían los judíos que llegaron, lo sabía el movimiento sionista. En el año 1948 expulsaron a 800.000 personas y mataron a muchísimos que vivían ahí.

Llegaron a esas tierras parte de los judíos del mundo, muchos de ellos con muy buenas intenciones, gente incluso pensando que iban a construir el paraíso en la tierra, que migraron a Israel y construyeron los kibbutz y construyeron proyectos que en su intención eran positivos, claramente socialistas. Es esa mezcla entre la noción de progreso social asociada a la izquierda y la noción de nacionalismo. Hay que ubicarse en la época, en los años 40, 50, 60, el mundo fue sacudido por un enorme movimiento anticolonial, de descolonización, de liberación nacional, que en muchas ocasiones convergió con las ideas socialistas. El movimiento de los Países No Alineados fue ejemplo de ello.

Pero yo estoy convencido que los movimientos nacionalistas llevan en las entrañas el monstruo del fascismo. Todo movimiento nacionalista implica, de alguna forma, creer que los tuyos son mejores que los otros. En el caso que nos ocupa, es el nacionalismo judío-israelí versus el nacionalismo árabe. Esto que digo es difícil, es una discusión que creo que no se ha dado con suficiente franqueza en el interior del movimiento revolucionario mundial.

Para mucha gente de izquierda se hizo difícil criticar a Israel, porque era una forma quizás de también criticar la posibilidad del “nunca más”, y así lo sentían. El hecho es que el Estado de Israel, ha ido teniendo una deriva cada vez más hacia el fascismo, cada vez más hacia convertirse en un estado no democrático. En 2018 resolvieron declararse como un “Estado nación judío”, y en realidad en Israel viven ciudadanos que no son judíos, que son palestinos, que son cristianos, que son armenios, y tienen derechos distintos que los derechos de los judíos. Entonces, ya cuando uno ve esa deriva, la deriva de la ocupación, la deriva de la expulsión, del abuso sistemático, del apartheid, es decir, de leyes y formas de funcionamiento que hacen que la vida de ciudadanos de distintos tipos, sean ciudadanos palestinos, ciudadanos israelíes, tengan derechos distintos, todo eso se nos hace insoportable a muchos judíos también.

Durante el discurso de Trump ante el parlamento de Israel, ocurrió un intento de expresión de dos diputados reclamando que se reconozca a Palestina: Ofer Cassif del Partido Comunista de Israel (MAKI) y Ayman Odeh, ambos diputados por el Frente Democrático por la Paz y la Igualdad (HADASH), los que fueron expulsados a la fuerza de la sala….

Sí, y también hay otros grupos israelíes que no son sionistas, incluso algunos están por un estado unitario. Es una discusión interna del pueblo palestino y el pueblo judío, algunos plantean la solución de los dos estados, algunos plantean la solución unitaria en un estado democrático, donde convivan las distintas poblaciones.

Todo esto ha provocado en muchos países del mundo la aparición de movimientos judíos, de gente de izquierda, que están en contra del sionismo, que están en contra del Estado de Israel o de lo que Israel hace, que están en contra de estas cosas. Eso no los hace antisemitas, más bien están defendiendo valores fundamentales que el pueblo judío ha defendido toda su vida, que es lo que lo ha caracterizado durante miles de años, por ser un pueblo perseguido, un pueblo oprimido, y en ese sentido a mí me parece que esos grupos como Judíos por la Paz, que existen en Estados Unidos, en Europa, en varios países, que han sido vilipendiados, que han sido acusados por Israel de muchas cosas, son gente valiente, son gente que  están rescatando al pueblo judío del hundimiento moral al que lo está llevando el sionismo.

Cuando mi padre en Estados Unidos participa activamente, como judío, en las marchas contra el genocidio, yo me siento plenamente identificado y me siento representado por él. Ojalá que logremos que mucha gente en el mundo, incluyendo dentro de Israel, también se sume.

El sionismo por su naturaleza propia, es profundamente racista, ellos son “elegidos” y tienen derechos diferentes que los demás, y tienen la ambición del Gran Israel. Eso los lleva naturalmente a políticas racistas y finalmente genocidas, o sea que lo que estamos viendo es un desarrollo, en mi opinión, natural de este fenómeno del sionismo.

Por eso es fundamental que todo el mundo participe, pero me parece más importante aún que los judíos participen. Para los judíos que no forman parte del sionismo, algunos de los cuales viven en Israel, otros en otras partes del mundo, es difícil, porque cuando se lucha contra el sionismo se rompen relaciones con amistades, con familias, con su comunidad, con los que han vivido toda la vida, pasan a ser considerados traidores. Por lo tanto, yo entiendo que realmente es un movimiento muy respetable y que exige mucho coraje. Por eso cuando a mí se me acercaron, me llamaron por teléfono para ver si como descendiente de judíos participaba como firmante de la carta, dije: “¡Por supuesto”!

Primero por la idea de que todos debemos luchar contra eso, pero también porque era muy importante que en el Uruguay hubiera una voz pública que permitiera que aquellos uruguayos que son judíos y se sienten identificados con estas ideas puedan expresarse, porque estoy seguro de que hay muchos que no se expresan por miedo, por miedo a sus comunidades, por miedo a ser categorizados como traidores.

Alguna gente me preguntó: “Si tú nunca estuviste en la comunidad, ¿por qué firmas?” y mi respuesta es muy sencilla: “Si yo hubiera vivido en Alemania, yo hubiera ido a los campos”, me identifique o no, participe en las ceremonias o no, no hubiera importado, no iban a hacer una excepción, yo hubiera ido a los campos de concentración porque soy hijo, nieto, bisnieto de judíos.

Esa es la definición por la cual yo también me sumé a esa carta, y antes, cuando hice mi intervención en el Consejo Directivo Central de la Universidad declaré que “como judío digo: ¡No en mi nombre!”.

 

(*) Javier Gómez Sánchez (La Habana, 1983) Periodista, profesor e investigador. Máster en Ciencias Políticas en Estudios sobre Estados Unidos y Geopolítica Hemisférica por la Universidad de La Habana. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de las Artes de Cuba. Ha escrito numerosos artículos sobre comunicación política, guerra mediática y cultural, redes sociales e internet.  Es autor de los libros Las Flautas de Hamelin. Una batalla en internet por la mente de los cubanos (2020), La Dictadura del Algoritmo. Guerra mediática y redes sociales en Cuba (2021), Los que curan y los que envenenan. Páginas de una pandemia mediática (2023). Realizó los documentales La Dictadura del Algoritmo (2020) y El insomnio del Hombre Nuevo (2024). Profesor de Comunicación Transmedia y Documental en la Universidad de las Artes de Cuba.

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