Entrevista a Gregory Randall
Por Javier Gómez Sánchez (*)
La comunidad de docentes, estudiantes y trabajadores de la Universidad de la República (UDELAR), así como otros sectores sociales y políticos del país, han estado pendientes de las discusiones del presupuesto que será asignado a la misma en el quinquenio 2025-2029. El monto solicitado incluía un incremento de un 52% del presupuesto total anterior, sin embargo, la cifra ofrecida por el Gobierno lo aumenta en menos del 2%.
Sobre este tema, Mate Amago conversó con el profesor Gregory Randall, docente de la Facultad de Ingeniería, quien ha sido Prorrector de Investigación y candidato a Rector de la Universidad de la República, con una abundante experiencia en el diseño de estrategias de crecimiento de la Educación Superior en el interior del país.

Mate Amargo – En los últimos 20 años ha habido un gran incremento en la matrícula universitaria en el Uruguay. Usted mismo ha citado en varias ocasiones que en el 2006 había 70.000 estudiantes universitarios y actualmente esta cifra es de 163.000 o de 200.000 si la cuenta se hace por matrículas activas. ¿Pudiera describir a qué se debe ese crecimiento?
Gregory Randall – Se debe a varios factores. El primero tiene que ver con una necesidad nacional. Uruguay es un país donde un porcentaje muy pequeño de la población termina estudios de enseñanza media y hace estudios superiores.
Pero al mismo tiempo es un país que, aunque es subdesarrollado, tiene cierta situación de ventaja en el contexto regional. Es un país de renta media entre países de renta más baja, siendo uno de los que tiene mayor PIB per cápita en América del Sur. También ha tenido un crecimiento económico importante en los últimos años y tiene menores niveles de desigualdad que el resto de la región.
Sin embargo, para dar el salto a un mayor desarrollo se necesita incorporar conocimiento en todo su tejido social y económico, ya que es un país que vive mayormente de la exportación de producción primaria poco elaborada: Carne, arroz, leche, celulosa de papel, madera, soya, etc. No existe un porcentaje muy elevado de la producción nacional que tenga incorporación de conocimiento avanzado y en el mundo de hoy eso es cada vez más necesario, porque en lo que se llama la degradación de los términos de intercambio, generalmente nos venden más caros los productos elaborados y nosotros vendemos relativamente más baratos nuestros productos primarios. Mientras no logremos incorporar en la producción mayor conocimiento, no podremos vender productos más elaborados, y va a ser difícil que podemos mejorar nuestro nivel de vida como sociedad.
Por nivel de vida me refiero también a poder disminuir las desigualdades que, aunque sean menores que en otros países de la región, son extremadamente altas. Es inaceptable que en este país el 20% de nuestros niños vivan en condiciones de pobreza, por ejemplo. Entonces, un factor ha sido responder a esa necesidad.
Un segundo aspecto de necesidad, porque no podemos quedarnos solo en lo económico, es que en el mundo moderno cada vez más el conocimiento es una fuerza productiva en sí misma. Pero no solamente es un tema de fuerza productiva, sino la posibilidad de decidir mínimamente nuestro destino nacional.
Es verdad que vivimos en una sociedad hiperconectada, donde ningún país es capaz de decidir su destino solo, pero si queremos hablar de democracia, de un país democrático, como se aprecia el serlo Uruguay, hace falta que su gente sepa de lo que se está hablando políticamente, que sepa lo que está decidiendo cuando vota, y para eso es necesario que se les brinde conocimientos, cultura, educación.
Entonces, tanto por los aspectos productivos como por los sociales y culturales es muy importante que el país crezca en ese porcentaje de acceso a la universidad y finalización de estudios superiores.
Hace apenas 15 años, en el Uruguay nacían cada año unas 50.000 personas. De esas 50.000 personas, solamente menos de 10.000 llegaban a hacer algún estudio posterior al bachillerato.

O sea, menos del 20% de esos niños que nacían, en el año 2010, tenían la esperanza de hacer estudios postsecundarios. No estoy hablando de llegar a la universidad, estoy incluyendo todos los sistemas de formación postbachillerato.
En ese contexto, la Universidad de la República tomó la decisión de optar por lo que en aquel momento llamamos la “democratización del conocimiento”, incluyendo la ampliación del acceso. Fue una decisión política de la Universidad de la República. En las elecciones universitarias del año 2006, se eligió al rector Rodrigo Arocena, y en su programa -que era el programa apoyado por los estudiantes- estaba claramente expresada como eje central esa democratización del conocimiento y la ampliación del acceso.
Era una discusión compleja, porque al haber pocos recursos uno tiene que optar en dónde poner la plata. Está claro que, si uno pone la misma cantidad de dinero en menos estudiantes, probablemente les pueda dar una formación con otros niveles de…no sé si llamarlo “calidad”, pero digamos que salones con menos gente, mejores condiciones edilicias, etc. Si optas por la masividad, estás optando probablemente por sacrificar algunos aspectos que tienen que ver también con la calidad de la enseñanza.
Entonces, en esa discusión, nosotros optamos conscientemente, por promover la democratización del conocimiento y la ampliación del acceso, a partir de que el país lo necesita para su desarrollo. Con la convicción de que en el siglo XXI la democratización del conocimiento es un elemento sustantivo de la lucha por la libertad, de la lucha por la democracia, por el progreso y los derechos humanos.
Una parte de ese “progreso”, entre comillas, se mide en el acceso a mayores bienes, que exista mayor número de empresas startups, o mayor número de millonarios, o que existan mayores niveles de consumo en ciertos estratos de la población, ciertos tipos de equipamiento tecnológico, de infraestructura. Esas son el tipo de cifras que se usan muchas veces. Pero, se trata de medir el progreso y el bienestar del país también por una ampliación del acceso generalizado a la cultura, a la educación, que permita que mayor cantidad de población avance socialmente.
No es una cuestión que para la Universidad de la República comenzó en ese momento, sino que viene a partir de su compromiso social desde los años 60’. En 1958, cuando se aprobó la ley orgánica de la universidad, había unos 15.000 estudiantes en la Universidad de la República, y hasta el año 1985 fue la única Universidad en Uruguay.
A partir de ese año empezaron a aparecer otras universidades privadas, pero son muy pequeñas. Por tanto, la Universidad de la República sigue teniendo el mayor peso educativo universitario en la sociedad uruguaya. Hoy en día representa el 80% de la matrícula de la educación superior en todo el Uruguay. Ese crecimiento es resultado de medidas muy concretas que tomó la Universidad, como la expansión en el interior: En el año 2010 lanzamos un programa, que fue pensado y discutido, de ampliación de la universidad en el interior, que no ha terminado aún, pero ya tiene tres centros universitarios regionales y sedes en diez Departamentos del país. Creo que a esta altura nadie duda de lo maravilloso que ha sido que la universidad se instalara en Salto, en Paysandú, en Rocha, en Tacuarembó, en Maldonado, en Rivera, lo que ha permitido que pasemos de más o menos 3.000 estudiantes universitarios en el interior a más de 25.000 Es decir, donde más crecimiento ha habido en el acceso es en el interior de país.
¿Y quiénes son esos miles jóvenes del interior que ahora están pudiendo estudiar? Son mayoritariamente personas que vienen de los sectores que no podían acceder a la educación antes. Uno de los resultados de este crecimiento es que hoy, en la Universidad República el 54% de los estudiantes que están en primer año son la primera persona de su familia que pisa la universidad. No solo que se gradúa, sino que pisa una universidad. Es decir, más de la mitad de los que ingresan hoy vienen de familias donde no había hasta ahora ningún integrante universitario y esa cifra, en el interior, es de más del 65%.
Entonces cuando pensamos en quiénes eran los que venían a estudiar a la Universidad de la República en el año 1958, cuando eran solo 15.000, nos damos cuenta de que era la élite de este país. Eran los hijos de los ricos, los hijos de otros profesionales, los hijos de las clases medias altas, de la élite rural. Hoy en día son cada vez más los hijos de los trabajadores, los hijos de los campesinos, los hijos del pueblo uruguayo.
Eso también nos plantea otros problemas, porque la formación con la que vienen es distinta, porque las posibilidades culturales que tienen en su casa son distintas, por lo tanto, cuando tú tienes que atender no solamente masas muy grandes de estudiantes, sino también muy diversas en su formación previa, si querés atenderlos correctamente, necesitas mecanismos específicos para las distintas circunstancias. No podés pretender, en Ingeniería, atender de la misma manera a quienes vienen con una formación de matemáticas sólida y aquellos que vienen con una formación más débil. Nuestra intención no es darles una enseñanza de segunda, es darles una enseñanza de alta calidad, como la Universidad República ha hecho siempre.
Entonces, eso nos obliga a crear, no una asignatura de matemáticas, sino varias, por ejemplo, Matemática Inicial, en la cual aquellos que vienen con cierta debilidad pueden tener una preparación que les ayude a aprender mejor, a asimilar mejor los conceptos que se utilizan en la ingeniería. Y lo mismo está pasando en el resto de las Facultades donde se están creando dispositivos específicos para atender a poblaciones distintas.
Tenemos más de 600 estudiantes en las cárceles estudiando carreras universitarias en este momento. Por supuesto que a un estudiante que está en la cárcel no lo podés atender de la misma manera que a un estudiante que está acá. Para empezar, porque el profesor debe ir allá, bajo otras condiciones. A nosotros nos parece que el hecho de que la universidad esté trabajando en las cárceles con más de 600 estudiantes, y ojalá que sigan aumentando, es algo muy bueno si queremos como sociedad contribuir a resolver el problema de la criminalidad y de la violencia. Pero está claro que cada una de estas cosas que estoy mencionando requiere recursos.
M.A. – ¿Cómo parte de ese crecimiento, algunos de esos centros regionales en el interior pudieran dejar de ser parte de la UDELAR y llegar a ser nuevas universidades?
G.R. – Esa es una discusión que ha estado subyacente muchas veces y podría ocurrir en algún momento. En este momento no está planteado. Más bien hemos tratado de aprovechar la sinergia entre las cosas que se hacen en las facultades de Montevideo y las cosas que se hacen en los centros regionales para usar los esfuerzos y recursos que tenemos racionalmente. Por ejemplo, el Centro Universitario Regional del Litoral Norte, que incluye Artigas, Salto, Paysandú y Río Negro, tiene más de 15.000 estudiantes y más de 60 carreras. En cualquier país del mundo esa es la dimensión de una universidad mediana. Entonces, probablemente en algún momento esos centros regionales se puedan convertir en universidades. Tiene que ver con una discusión más de índole político-administrativa, sobre cuál es la mejor manera de organizarnos.
Pero, en cualquier caso, si eso sucediera, a nosotros nos parece que lo importante para el país es que exista un sistema público de educación, y dentro de este un sistema público de educación superior. Ya existe la UTEC, con la que colaboramos, va a existir probablemente una universidad de educación, y si surgen otras, bienvenidas sean, pero tiene que ser un sistema donde nos ayudemos, donde no compitamos, ya que el país tiene pocos recursos y los tenemos que aprovechar. Como un ejemplo positivo de lo que se puede hacer, en la ciudad de Rivera, existe el Campo Educativo Público de Rivera, que es el único espacio del país en el cual en el mismo predio está la UTEC, la formación docente y la Universidad de la República. Comparten edificios y se intercambian recursos.

M.A. – ¿Cuál sería la situación ante el presupuesto que se prevé que se va a destinar a la educación universitaria?
G.R. – Hubo un crecimiento del presupuesto, pero no suficiente. El presupuesto se discute cada cinco años, y después cada año hay una rendición de cuenta. El problema es que desde hace más de 15 años el sistema político no ha atendido de manera adecuada las necesidades de la Universidad de la República.
En el primer gobierno de Tabaré Vázquez, del año 2005 al 2010, se dio un enorme incremento de un 70% al presupuesto de la Universidad República, y eso fue lo que nos permitió lanzar una cantidad de proyectos cuyos resultados son los que se están viendo.
En el período 2010-2015, bajo el gobierno de José Mujica, hicimos una propuesta para consolidar esa transformación que se había iniciado en el período anterior. Esa consolidación tenía dos grandes buques insignia: el desarrollo en el interior y un plan de obras que permitiera construir una cantidad de edificios, o reciclar otros, para albergar ese crecimiento de la matrícula. Era un plan de largo plazo, que tenía una perspectiva de 10 años, y se pidió la plata para los primeros 5 años, suponiendo que luego iba a haber plata para los siguientes.
En ese momento el gobierno cometió algo que a mi juicio fue un grave error. Dieron toda la plata que pedimos para el desarrollo en el interior y para obras, prácticamente cero para el resto. Había plata para edificios nuevos o para el interior, pero no para otras necesidades fundamentales. Pero el 95% de nuestros estudiantes estaba en Montevideo, y no fue atendido.
Personalmente dije en el Parlamento que eso era un error, no solamente por direccionarle los recursos a una universidad que es autónoma, sino porque generaba las condiciones políticas para una fractura entre el interior y Montevideo, para que la gente que está en la capital viera a los centros del interior como competidores, como aquellos que reciben los recursos. No fuimos escuchados.
En el quinquenio siguiente, en el segundo mandato de Tabaré Vázquez, 2015-2020, hubo un cierto enfriamiento del desarrollo en el interior, al punto de que la universidad ni siquiera presentó una línea presupuestal para eso. Se desaceleró, quedó la inercia del crecimiento, pero no la inercia de los recursos.
Con los recursos que habíamos pedido en el 2010 prometimos en el 2015 llegar a 12.000 estudiantes en el interior, con 30 carreras nuevas, y tener 3 centros universitarios regionales. Efectivamente con la plata que nos dieron cumplimos, pero después se acabó. Es como cuando uno cruza un río, a mitad no puedes bajarte del caballo. En el siguiente período, 2015-2020, nos dieron un incremento presupuestal muy escaso, concentrado para un par de cosas que eran importantes, como la formación de posgrado, pero ya no tuvimos el dinero para culminar el plan de obras, que quedó a la mitad, ni los recursos que necesitábamos para el interior, que seguía creciendo. Hubo unos pocos recursos que conseguimos en las rendiciones de cuenta anuales, pero no para mantener el programa que este país necesita.
Esa idea de que los políticos pueden decidir cada 5 años, si la plata en la universidad va para acá o para allá, es una idea profundamente equivocada. Los políticos se guían por los intereses electorales, por ser reelectos en el próximo período. Eso no permite una planificación de largo plazo y la educación implica procesos que requieren de una visión de largo plazo. Entre que se empieza a planificar una nueva carrera y salen sus primeros egresados, pueden pasar 10 años. Un grupo de investigación implica formar entre 3 a 10 personas con doctorado terminado. El grado, la maestría y el doctorado, son unos 10 años. Entonces, los planes para poder transformar la política educativa no caben en la agenda política de 5 años.
Los que crearon en Uruguay la idea de autonomía de la educación lo tenían muy claro, hay que leer a José Pedro Varela, que, a fines del siglo XIX ya decía que era un gravísimo error dejar en manos de los políticos las definiciones de la educación. No estaba hablando de la universidad, estaba hablando de la educación pública, pero por la misma razón y lo argumentaba con las mismas palabras.
M.A. – ¿En qué se expresarían concretamente las afectaciones por la escasez de presupuesto?
G.R. – Una de las cosas que todos los gobiernos, de todos los signos políticos, han hecho en los últimos 20 años, es que no nos aumentan según el índice de precios, según el IPC, los rubros destinados a gastos e inversiones. El dinero que viene a la universidad tiene una parte para sueldos y una parte para gastos e inversiones.
¿Cuáles son los gastos e inversiones? Construcción de edificios, mantenimiento de edificios, compra de material educativo, de equipo tecnológico, de comida para los comedores, de insumos médicos. Esos son los gastos e inversiones. Hace 20 años que no tenemos incremento por el aumento de precios.
Cuando en 2015 no nos incrementaron el dinero que nos dieron en 2010 para construir obra nueva y nos mantuvieron la misma cifra, ya todo costaba 10%, 15%, 20% de lo que valía en el año 2010. Cualquier persona sensata lo entendería. ¿Cómo es posible que no se incremente por el índice de precios? Bueno, increíblemente, desde el Ministro de Economía para abajo, nadie en la estructura política entiende que necesitamos que se nos actualicen los gastos por el índice de inflación. No estoy hablando del incremento, estoy hablando simplemente de mantener el valor de compra del dinero que nos dieron en algún momento para gastos e inversiones.
En el último quinquenio, el de 2020 a 2025, bajo el gobierno de Lacalle Pou, directamente hubo una disminución. Al final del período nos incrementaron un poquito, de modo que el presupuesto universitario básicamente se congeló, en términos globales.
Cuando se armó el actual presupuesto, el Rector era Rodrigo Arim, que hoy es el Director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de este gobierno. Cuando él era Rector de la Universidad, armamos el presupuesto bajo su liderazgo, en un proceso participativo, colectivo, donde se determinó que necesitábamos un incremento del 52% del presupuesto universitario. Es enorme. Son más de 300 millones de dólares en los cinco años lo que necesitamos. Pero no es antojadizo. Él sabe perfectamente que lo que está puesto ahí son las necesidades y que son muchísimas porque se han acumulado 20 años de desatención.
En quinquenios anteriores se dio dinero para el interior, pero la parte de Montevideo casi no ha recibido incremento desde el 2010. Entonces, esta desmesura aparente de pedir ahora un incremento tan grande, tiene que ver con ese acumulado de necesidades.
Cuando aumentó la matrícula, creció muy poco el número de docentes, por supuesto que creció mucho en el interior, pero acá en Montevideo creció muy poco. Entonces vemos la situación que explotó el otro día en Facultad de Psicología, dando clases en las calles porque no cabe más gente
Incluso en el interior tenemos lugares donde ya empezamos a tener los problemas de masividad que teníamos en Montevideo. Clases de 600 o 700 estudiantes, cuando no es lo ideal desde ningún punto de vista para la educación.

M.A. – ¿La virtualidad pudiera ser parte de una solución?
G.R. – La virtualidad llegó para quedarse y la universidad lo ha asumido. Tiene ventajas para ciertas cosas y tenemos un sistema bastante desarrollado de enseñanza virtual, pero hay que entender que la virtualidad no resuelve todos los problemas. Incluso hay muchísimas situaciones en las cuales está desaconsejada. Nadie quisiera que nuestros enfermeros o médicos aprendan por internet a operar una herida. Creo que cualquier ciudadano se da cuenta de que la virtualidad sirve para ciertas cosas y para otras no.
Otra cosa es que tampoco se puede hacer de taquito el fin de semana. La virtualidad requiere de muchos recursos también, que se haga un entrenamiento específico de los docentes para no hacer clases que sean simplemente grabar lo que se está dando para un curso presencial. Es distinto un curso presencial que un curso virtual y mucho más complejo aún es un curso mixto, híbrido, como a veces existe.
Pero además hay que entender que la llegada de la universidad a los territorios, a ciudades como Tacuarembó, Paysandú, Rivera, Salto, Melo, Rocha, Maldonado, esa presencia nueva de la universidad en el lugar, la presencia física de sus docentes y estudiantes, dinamiza el tejido social, cultural y económico de la zona.
Entonces, si nosotros lo único que tuviéramos fueran camaritas de zoom en las casas de los estudiantes, eso no generaría desarrollo local, generaría que algunos estudiantes tuvieran acceso a algunos cursos, pero no permitiría la acción dinamizadora de la universidad por su presencia en el territorio, que va muchísimo más allá de la parte educativa, pues incluye la investigación en el territorio, la relación con la sociedad, la generación de mil formas de colaboración que pueden hacerse porque la universidad está ahí, tanto con los sectores productivos como sociales, con las intendencias, etc. Entonces, hay que tener mucho cuidado en no creer que la virtualidad sustituye la presencia física de la universidad.
Hace un año empezamos a abrir también nuestras ofertas en la zona de Colonia y Soriano. Pero como no tenemos dinero, casi no tenemos docentes ni tenemos funcionarios. Nos dieron un edificio que estamos reciclando en Colonia y estamos muy agradecidos para eso, pero nos hace falta llenarlo con personas. ¿Cuánto cuesta poner funcionarios de vigilancia, de limpieza, secretaría, bedelías, mantenimiento, docentes, autoridades que funcionen ahí? Llenarlo de estudiantes es costoso. Entonces, si nosotros optáramos por una solución, por ejemplo, de dar esas carreras de manera virtual para Colonia y Soriano, creo que estaríamos quitándole a su sociedad la posibilidad verdadera de desarrollo universitario que le hemos ofrecido a Tacuarembó, a Rivera, a Paysandú, a Salto, a Maldonado, a Rocha.
M.A. – Uruguay es parte de una región que vive una disputa ideológica muy fuerte. Hay ideologías en el poder, en este momento, en países cercanos con la tendencia de disminuir el Estado, dar cada vez menos dinero para temas sociales, hay incluso una intelectualización de esto y apoyo internacional para esa tendencia liberal. En ese contexto… ¿Cuál sería la alternativa para defender la importancia de la inversión social? ¿Estamos condenados a la respuesta de “no hay plata”?
G.R. – Creo que este gobierno reconoce la importancia de la inversión social y claramente hace un esfuerzo en algunos sentidos. Por ejemplo, está tratando de invertir en la primera infancia, parte importante de los recursos de este presupuesto es para becas a jóvenes en la educación, para promover que asistan a la educación pública, etc.
En ese sentido creo que este gobierno y el Frente Amplio están conscientes de esa disputa ideológica, y digamos que están de un lado de ese mostrador, que es el lado de un Estado social más fuerte, están en el lado de la disputa ideológica claramente contraria a Milei o a Trump.
Sin embargo, creo que a este gobierno le está faltando audacia. Le está faltando darse cuenta de los peligros que le acechan en términos ideológicos. Al no dar respuesta a algunas de las necesidades cruciales que tenemos, están generando una frustración muy grande en amplios sectores de la sociedad y también en amplios sectores de sus propios votantes, de sus propios militantes. Esa frustración puede dar lugar en los próximos años a que en las elecciones gane la derecha. Va a ser una derecha que efectivamente está del otro lado del mostrador, que está por un Estado más pequeño, que está por las opciones liberales.
No digo que sea fácil esta ecuación, reconozco que hay que garantizar los equilibrios macroeconómicos. Pero me parece que hay ciertas señales que está dando este gobierno, que son señales de falta de audacia política para poder demostrarle a la gente que estamos avanzando en el camino por el cual se votó. Algunas de esas señales ni siquiera requieren dinero.
Es cierto que la izquierda es una coalición amplia, que incluye muchos sectores y hay que buscar la unidad. Soy partidario de defender la unidad y creo que una gran virtud de la izquierda uruguaya es haber estado unida todos estos años. Pero hay que saber también que la falta de claridad ideológica en lo que se hace, la falta de audacia, puede provocar retrocesos muy grandes a través de la frustración en amplios sectores de la población.
Hay un segundo aspecto que tiene que ver con algo que yo creo que es una enfermedad que tiene la izquierda, no sólo la uruguaya, sino en general, que es la idea de que vamos a estar siempre en el poder, o en el gobierno porque el poder es otra cosa. Aquí hay alternancia regular en el gobierno. Cuando se diseñan las acciones políticas, hay que siempre pensar en cómo funcionará eso cuando la izquierda no esté en el gobierno.
Digo esto porque quiero referirme a un aspecto de este presupuesto, y es que está planteando una política totalmente centralizada en la Presidencia para el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación, con nula participación de actores como la Universidad de la República, de otra universidad, ningún sector de investigadores ni de la academia. Está todo concentrado como nunca en las manos de la Presidencia de la República. Eso es un error. Y digo que es un error pensando en que se diseña así el sistema, se hace así esta ley, y después se pierden las elecciones. ¿Qué va a pasar? ¿Cómo vamos a ir a decir en ese momento que es una aberración que el sistema esté tan concentrado en manos de la Presidencia y sin participación de los actores cuando fue el FA quien armó eso?
Voy a poner otro ejemplo. En este país existía y era una bandera defendida por la izquierda desde el año 1958, la idea de la autonomía y el co-gobierno en la educación superior pública. Fue el gobierno del Frente Amplio, en el período de Mujica, el que creó la Universidad Tecnológica del Uruguay, la UTEC. Pero la creó como una institución de educación pública superior sin autonomía y sin co-gobierno. No fue la derecha la que creó eso, fue la izquierda. Lo hizo pensando: “Esto lo vamos a arreglar en unos años”. No lo arregló, y cuando perdió las elecciones, en el gobierno de Lacalle se terminó el asunto, lo poquito de autonomía y gobierno que había se acabó. En este momento el Consejo Directivo de la UTEC es designado por el Poder Ejecutivo en su totalidad.
Creo que esa es una lección que tenemos que aprender en la izquierda. ¿Cómo es posible que la izquierda uruguaya haya tirado a la basura una bandera que fue una bandera de lucha de todos los tiempos, como la autonomía, una vez que está en el gobierno? Creo que era porque pensaban: “Bueno, ahora estamos nosotros”. No fue solamente un acuerdo político con la oposición para que esa ley pasara, porque después hubo tres años para poner en marcha el cogobierno y no lo hicieron. A pesar de que la ley decía que tenían que llamar a elecciones para terminar la transición, no lo hicieron.
Esto, en mi humilde opinión, muestra de un problema profundo. Creo que una debilidad ideológica hace que a veces las banderas que levantamos cuando somos oposición, no las mantenemos cuando estamos en el gobierno. Esto es muy peligroso. No es una cuestión privativa de los gobiernos de la izquierda uruguaya.
Como izquierda, en esta disyuntiva ideológica que tenemos hoy en el mundo, tenemos que aprender del pasado. Creo que una parte de los problemas que han tenido las revoluciones triunfantes en el siglo XX, tiene que ver con que después de la toma del poder, algunas de las banderas por las cuales lucharon se mantuvieron y otras no. Eso tiene que ver con procesos muy profundos, generaciones de nuevas estructuras sociales. Nuevas clases que surgen de gente privilegiada, que son los que ocupan lugares de poder.
Por supuesto que las cosas que se están haciendo acá están muy lejos de ser una revolución. Se llama progresismo. Y lo es verdaderamente, es un progresismo. Es el intento de regular el capitalismo con un rostro más humano. Para cómo están las cosas en el mundo ya eso es algo muy positivo, está bárbaro. Yo me siento un privilegiado de vivir en Uruguay, en medio del mundo que estamos viviendo. En medio de las circunstancias mundiales, viendo lo que pasa en Argentina, en Estados Unidos, en Europa. Podemos decir ¡Aleluya! ¡Qué bueno que vivimos en este país y que tenemos estas condiciones, que tenemos este Frente Amplio, que tenemos esta sociedad democrática! ¡Defendamos esas cosas!… Pero a la hora de pensar en transformaciones sociales más profundas hay que recordar que hay banderas que la izquierda mantuvo, levantó, y no eran solo para conquistar el gobierno, no eran solo para luchar contra los que estaban, eran para cumplir.
Este gobierno ganó con la consigna “Sabremos cumplir,”. Consigna que a mí no me gusta, me parece una consigna hueca, porque no dice qué es lo que van a cumplir. ¿Sabremos cumplir qué, con quién? Eso no estaba dicho en la consigna. A mí no me gustaba la consigna, pero efectivamente fue una consigna que conquistó a la mayoría de la ciudadanía. Perfecto. Es la hora de cumplir las promesas que se nos hicieron durante años.
Una de las banderas por las que luchó la izquierda fue el 6% del Producto Interno Bruto para la educación y este presupuesto no solamente no lo aumenta, sino que lo disminuye. Este presupuesto lleva del 4,7% de PIB para la educación que tenemos hoy, al 4,5 o al 4,3% en el quinquenio, depende de la cifra, depende cómo terminen las discusiones del Parlamento. La propuesta que nos están haciendo es una propuesta de disminución de la proporción del Producto Interno Bruto que otorgamos a la educación.
Por otro lado, cuando se discute la posibilidad de cambiar un poquito el sistema tributario con impuestos al sector más rico de esta sociedad, estamos hablando del 1%, lo que propuso el PIT-CNT era el 1% al 1% más rico, y aun así es una cosa intocable, no se puede ni siquiera hablar del asunto.
Entonces me parece que hay un problema propiamente ideológico en la izquierda. Si nosotros queremos que estos procesos no generen una frustración que abra el camino a la derecha, y que suban al poder las ideas que hoy dominan en otros países del continente, tenemos que tener más audacia y mantener las banderas por las que la izquierda ha luchado toda la vida.
(*) Javier Gómez Sánchez (La Habana, 1983) es Periodista, profesor e investigador. Máster en Ciencias Políticas en Estudios sobre Estados Unidos y Geopolítica Hemisférica por la Universidad de La Habana. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de las Artes de Cuba. Ha escrito numerosos artículos sobre comunicación política, guerra mediática y cultural, redes sociales e internet. Es autor de los libros Las Flautas de Hamelin. Una batalla en internet por la mente de los cubanos (2020), La Dictadura del Algoritmo. Guerra mediática y redes sociales en Cuba (2021), Los que curan y los que envenenan. Páginas de una pandemia mediática (2023). Realizó los documentales La Dictadura del Algoritmo (2020) y El insomnio del Hombre Nuevo (2024). Profesor de Comunicación Transmedia y Documental en la Universidad de las Artes de Cuba.