Plantando comunidad, para que los pueblos echen raíces

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Por Ricardo Pose (*)

 

Mate Amargo ya había entrevistado al militante social Carlos Brasesco, quién viene desarrollando tareas pedagógicas y de organización en diversos espacios comunitarios, desde la práctica de la Agroecología y la Agricultura Urbana.

En este segundo reportaje, casi un año después, la idea es poder conocer la evolución de éstas prácticas que además se llevan a cabo bajo el signo del nuevo gobierno progresista.

Ricardo Pose- Hablemos un poco ¿en qué andan trabajando los colectivos que integrás?

Carlos Brasesco– Nosotros estamos trabajando ahora en lo que es el Centro Martin Luther King con el proyecto que tenemos que es  “Plantar Comunidad”, un proyecto de trabajo solidario y voluntario que hacemos con diferentes huertas comunitarias y huertas educativas sobre todo en Montevideo, algunas de Canelones, apoyando lo que es el desarrollo de la agricultura urbana, de las huertas urbanas en la modalidad comunitaria, vecinal y después en la modalidad a veces educativa, escuelas, clubes de niños, centros educativos en general.
Nosotros lo que hacemos es apoyar, acompañar a diferentes colectivos que desarrollan la huerta, para realizar educación alimentaria, educación ambiental, diferentes propuestas y a su vez producir alimentos en la ciudad para de alguna manera ir avanzando en esto de la seguridad, la soberanía alimentaria, en y desde los barrios.
Ahora estamos trabajando básicamente con esto del acompañamiento más bien técnico en lo que es la formación agroecológica para la producción de alimentos y en algún apoyo con algunos materiales como son semillas, insumos que se pueden ir triangulando, se pueden ir consiguiendo, ayudando a veces a gestionar el acceso a esos insumos y a esos recursos que a veces están disponibles pero la gente no tiene -a veces- la posibilidad de acceder directamente, ya sea a través de la Intendencia o a través de algunos programas que hay de otros organismos públicos que pueden apoyar.

R.P.- ¿Esta apuesta a las huertas urbanas, comunitarias, a la agroecología, realmente se convierte en una alternativa sustentable y sostenible  al modelo del agro negocio?

C.B.- Lo que yo puedo decir es que la agroecología versus lo que es el modelo del agro negocio, modelo más de la agricultura empresarial, es una alternativa potencial.
Yo creo que se ha avanzado en lo que es generar diferentes propuestas agroecológicas, algunas a nivel rural, por ejemplo con la ley de fomento de la agroecología, el movimiento que se ha generado con la red de agroecología, con los productores agroecológicos, con la red que también se generó de huertas comunitarias urbanas.

Han sido avances en un proceso, ya sea de mejorar la producción, de que haya más unidades de producción agroecológica, que de hecho hay más unidades de producción que lo que había hace 10 años, y también se ha generado un movimiento de promoción, de defensa de la agroecología que lo respalda. En ese sentido se ha avanzado en términos alternativos.
Hoy en día lo predominante no es la agroecología, sino que lo predominante es la producción agroindustrial con un sentido agroexportador bastante primarizada, y ese predominio no ha sido modificado, entonces la alternativa es potencial, o sea es una de las posibilidades en la medida en que la agroecología pueda avanzar, pueda seguir construyendo otros espacios en los cuales se vaya incorporando, sobre todo por ejemplo en lo que es la agricultura familiar. La agroecología ha avanzado, pero queda mucho para avanzar en algunos rubros, por ejemplo en el caso de la granja, de la producción de frutas, de hortalizas, de pequeños animales, para que parte de esa agricultura familiar que hoy todavía está resistiendo, vaya incorporando elementos de la agroecología.
Y después está la agricultura urbana, que es un fenómeno que si bien ha crecido, tiene un potencial mucho mayor y que podría crecer mucho más en la medida en que tenga mejores condiciones para su desarrollo y realmente esté en condiciones de disputar con el modelo hegemónico.

R.P.- ¿La búsqueda de espacios alternativos fuera del modelo del agro negocio, no ha cedido a formar parte de las luchas que aún se dan dentro del mundo del agro negocio, con respecto por ejemplo a la realidad de los pequeños productores, las comisiones de fomento rural, los pocos y débiles sindicatos de trabajadores rurales?

C.B.- Yo creo que ahí hay un campo en el que se ha avanzado mucho, en eso de romper un poco esa dicotomía campo – ciudad que existía, entre lo que era la agricultura urbana y la agricultura familiar, entre lo que era la agroecología o la producción orgánica y la agricultura familiar. Se ha avanzado mucho en eso.
Hoy en día la agricultura familiar es el sujeto que puede llevar adelante las propuestas agroecológicas. Se ha avanzado bastante en el vínculo entre los productores agroecológicos y los agricultores familiares que no son agroecológicos.
Se han generado buenas dinámicas, buenos proyectos de intercambio para que haya productores -por ejemplo- familiares convencionales que comiencen procesos de transición.
En eso se han hecho procesos muy interesantes de incorporación, a veces paulatina.
Un productor convencional, que es familiar, comienza muchas veces a incorporar algunas partes, algunas técnicas, por ejemplo, algunas herramientas de la agroecología y las va incorporando de forma progresiva como forma también de darle sostenibilidad económica a sus proyectos.
La propia ley de Agroecología ha habilitado un poco eso, si bien no ha tenido muchos recursos todavía, esperemos que los tenga ahora, como para ayudar en ese proceso de lo que se ha dado en llamar las transiciones agroecológicas, cómo es el paso de la agricultura convencional a la agricultura agroecológica, Y ese es un proceso complejo, que lleva tiempo, que lleva inversión también, y que lleva cambios culturales también, cambios más en la forma de hacer las cosas, que no se da de un día para el otro.
Y se ha avanzado también en la construcción, por lo menos a nivel conceptual, de un sujeto social, de los cambios a nivel agrario, que tiene por centro lo que es la producción familiar, es decir, a la agricultura familiar.
Esto de concebir que la producción familiar, ya sea agroecológica, aunque no sea agroecológica, que sea rural, que sea urbana, es la base de los procesos de transformación que se necesitan para poder transformar la estructura agraria.
Hoy en día podemos ver que se puede entender que, en realidad, para hacer un proceso de cambio en la estructura agraria, lo que se necesita es que haya agricultores familiares en el campo, en la ciudad, que puedan ser más o menos agroecológicos de acuerdo a las condiciones de cada sector, que puedan incorporar esa tecnología de acuerdo a las posibilidades, que haya gente que viva con su familia y que produzca con su familia en las unidades de producción, que esté asentada en la tierra.
Ahí también se vincula con lo que son los variados proyectos que hay con los asalariados rurales, para también, además de mejorar las condiciones laborales, también generar el acceso a la tierra, que es una demanda histórica de los asalariados y los trabajadores de la tierra. Además de mejorar las condiciones del salario, de las condiciones de trabajo, también es necesario volver a acceder de alguna manera a la tierra para generar otras posibilidades de desarrollo para el asalariado.
Entonces estamos ahí también viendo como el asalariado rural puede avanzar en constituirse como sujeto de producción, a través de convertirse en agricultor familiar, asociado o individual, pero pasar a ser también un productor.

R.P.- Muchas experiencias latinoamericanas de agroecología  de comunidades rurales se asientan en comunidades campesinas, algo que parece no ser la postal del paisano uruguayo.

C.B.- Todavía cuesta bastante, en Uruguay, hablar de campesinado; por ejemplo, en el Uruguay se ha hablado históricamente de lo que es la agricultura familiar, luego la producción familiar, porque hay disputas en torno al término de campesinado o a la existencia o no de un campesinado, digamos tradicional, que en alguna medida ha ido convergiendo todo eso en concebir al agricultor familiar como lo más similar, lo más cercano a lo que es un actor o un sector campesino de la producción, que además ha venido disminuyendo como unidades de producción familiar en los últimos años, de forma bastante drástica.
Y hay un desafío grande que yo creo que tiene que ver con reconstituir un sujeto agrario o un sujeto que esté vinculado a la producción agropecuaria, que pueda impulsar los cambios y que ahí ese sujeto hoy es variado, pero que tiene algunas características que pueden ser interesantes, que tiene que ver con el asentamiento en la tierra, con la producción en diferentes niveles, en diferentes espacios y sobre todo con recuperar el vínculo con la tierra.
Por eso es importante concebir que la agricultura familiar hoy está en el campo, pero también puede estar en la ciudad, a través de las huertas urbanas, a través de las huertas familiares, a través de las huertas comunitarias, o sea que también pueden ser parte de ese sujeto de transformación vinculado a la producción, que creo que es lo que hay que aportar a construir y generar diálogo entre diferentes organizaciones, porque por ejemplo la producción familiar en Uruguay ha tenido históricamente ciertas organizaciones como la Comisión Nacional de Fomento Rural, y después otras organizaciones más pequeñas o más vinculadas a rubros de producción, como los viticultores, como los fruticultores, hay otras organizaciones más por rubro que también nuclean algunos productores familiares, o las gremiales lecheras también que nuclean a diferentes estratos y sectores de la producción agropecuaria familiar, pero siempre vinculado a lo rural.
En el caso de la producción urbana, todo es más reciente, recién en 2017 se crea lo que es la Red de Huertas Comunitarias del Uruguay, por ejemplo, que nuclea a estas expresiones más urbanas o periurbanas de la producción y que todavía está en desarrollo una red nueva donde las huertas están formadas por colectivos que están desarrollando proyectos en diferentes lugares del país, con diferentes dificultades para organizarse.
Son huertas muchas veces que funcionan en espacios públicos cedidos por diferentes instituciones o en espacios que van consiguiendo por acuerdos con algún privado, pero donde hay dificultades de acceso a la tierra, por ejemplo, a los espacios urbanos para acceder y para mantenerlos, en lo que tiene que ver con la formación de la gente para producir, lo que tiene que ver con algunos insumos necesarios para producir.
De a poco van convergiendo esfuerzos y uno de esos ejes de convergencia es la ergonomía.
La agroecología ayuda a unir lo que es la producción urbana de las huertas comunitarias con la tradición de la producción familiar de naturaleza más rural, más vinculada a los territorios rurales.
Entonces por eso el clivaje de la agroecología ayuda, creo que colabora para unir esas dos tradiciones, esos dos elementos y que es fundamental porque en realidad estamos en un país donde la población rural en sí es un 5% o menos; la mayor parte de la población nuestra del Uruguay reside, hoy en día, en las ciudades, entonces todo lo que se puede hacer en la ciudad en materia de producción y de vínculo con la producción, es estratégico.

R.P.- Ese proceso, de alguna manera, de apuesta, de transformación en los aspectos productivos hacia la agroecología y todo lo que has venido desarrollando de alguna manera también ¿No debería tomar en cuenta la posibilidad de una transformación de la cultura del consumidor, de la cultura del consumo?

C.B.- Sí, yo creo que sí, es parte fundamental. Desde el punto de vista de lo que es el concepto mismo de la agroecología y de su concepto hermano que es la soberanía alimentaria, se plantea como una cuestión integrada la producción, la distribución y el consumo, o sea la agroecología es un proyecto que puede realizarse en la medida en que pueda abarcar los tres elementos, las tres fases del proceso, la producción, la distribución y el consumo, porque no puede quedar solamente en un cambio en las técnicas o en las tecnologías de producción, no se trata solamente de producir otros productos o productos que sean más sanos o que no tengan residuos de productos químicos.
Si queda solamente en eso, no alcanza, porque el producto va al mercado y termina siendo también subsumido por el mercado.
Es lo que ha pasado tradicionalmente con muchas variantes de la agricultura orgánica.
Si se producen productos diferentes, pero después van a canales de comercialización que siguen más o menos las mismas reglas que el resto de las mercancías, termina siendo un producto segmentado para determinados públicos.
Entonces el desafío de la agroecología pasa por generar una producción alternativa, pero también canales de comercialización y formas de consumo diferentes, que estén más basadas en el conocimiento de cómo se produce, en el conocimiento de quién es que produce y dónde se produce.
Una práctica que se ha venido realizando, pero que se debería generalizar de alguna manera, es esto de que los consumidores sean parte del proceso, sean parte de la organización de los agricultores, junto con los agricultores para que el que consume también tenga la posibilidad de conocer directamente.
Se hacen visitas, muchas veces se hacen recorridas, se hacen giras donde los consumidores de determinados tipos de productos o que consumen determinado tipo de organizaciones, recorren y visitan a los productores de esos productos, cosa de poder conocer en la realidad cómo es la producción y cuáles son las dificultades que tiene la producción, porque muchas veces la producción agroecológica tiene dificultades operativas, que está bueno que el consumidor vea cuáles son las dificultades y por qué a veces los productos tienen por ejemplo determinado tipo de precio o no, en determinados momentos del año y es bueno conocerlo eso, bueno saberlo, conocerlo y vivirlo de alguna manera.
Por eso hay que generar un cambio a nivel de los consumidores, no se genera de forma espontánea. Hay por ejemplo algunas experiencias de organización autónoma de los consumidores, como es el Mercado Popular de Subsistencia, como son las cooperativas de consumidores, algunas experiencias cooperativas de vivienda que se organizan para consumir determinado tipo de productos, por ejemplo frutas y verduras.
Y creo que va por ahí, en sentido de avanzar en la organización de los consumidores, junto con los productores, determinados tipos de productos, para lograr algo que se conoce como esto de los canales cortos, de reducir los canales de comercialización, reducir la distancia que hay entre el productor y el consumidor.
Acá en Uruguay se le ha llamado mercado de cercanía, hay algunas experiencias como la de Estación Atlántida y alguna otra más, donde generar estos espacios en los cuales los productores puedan estar directamente vendiendo sus productos con los productores, volviendo un poco a lo que era la feria tradicional, que después, por el tema del aumento en los canales de comercialización se ha ido generando que (muchas veces) las ferias hoy en realidad son revendedores, son gente que compra para después revender.
El producto alimentario, no es solamente una mercancía, sino que también es un producto que tiene una historia, que tiene un trabajo atrás, que eso se ve diferente cuando uno lo va a ver en el predio, cuando ve cómo se produce, las dificultades que genera su producción, etc.


R.P.- ¿Con el cambio de gobierno, ustedes han notado que haya habido algún cambio para que efectivamente se le vaya a dar impulso al plan de agroecología y cuál es el relacionamiento de las organizaciones sociales con la institucionalidad del actual Ministerio de Ganadería?

C.B.- Las organizaciones fueron impulsoras en el período 2015-2019, y hubo una movilización de todas las organizaciones, la red de Agrología, la Red de Semillas Criollas y Nativas y el conjunto de las organizaciones vinculadas a la agroecología, para presentar este proyecto que después se convirtió en ley, que es la ley de fomento, digamos, de la agroecología.
En el marco de esta ley, además de declarar de interés general el fomento de la agroecología, también se crea la Comisión Honoraria que implemente lo que sería un Plan nacional de Agroecología.
Y luego viene el cambio de administración, y lo que pasó en el período pasado fue que esta comisión, la comisión que tenía que implementar el plan, no tuvo presupuesto.
Sí hubo un proyecto que se llamó SENDA, que era como para apoyar esto que yo decía anteriormente, las transiciones, pero que evidentemente no tuvo el respaldo y el presupuesto como para poder realmente poder impactar en la realidad de los productores agroecológico, ya sea rurales o urbanos.
Lo que sí pasó fue que las organizaciones mantuvieron su participación en la comisión, tanto la Red de Agroecología, la Red de Semillas y la Red de Huertas Comunitarias del Uruguay. Y hoy en día sigue participando.
Hay diferentes propuestas, sobre todo de mejorar lo que es el conocimiento, el reconocimiento de la producción agroecológica a nivel nacional, algunas actividades en torno a formación y todavía no está claro qué respaldo presupuestal va a tener este Plan Nacional de Agroecología que está redactado, que está armado.
Yo supongo que se va a avanzar bastante en la implementación del plan, que tiene muchos componentes, no solamente el apoyo financiero a la transición de productores convencionales a productores agroecológicos, sino también la educación, ahí está incluido como un componente importante todo lo que es la educación alimentaria, la educación agroecológica que atraviesa transversalmente por ejemplo, que incluye por ejemplo a la Universidad ANEP, o sea como que también establece principios vinculados a esto de la concientización acerca de la importancia de la agroecología para mejorar la producción alimentaria nacional y los sistemas agroalimentarios.
Entonces hay por ejemplo desafíos grandes, está pendiente por ejemplo el mejorar la implementación, la ley de compras públicas, por ejemplo de reserva de mercado para las compras públicas, que hay también una ley que no es la agroecología, es otra reserva, un porcentaje del mercado de lo que son las compras públicas para la compra directa a la agricultura familiar, pero que todavía se implementa poco.
Entonces ahí por ejemplo la agroecología puede ser una alternativa para productores jóvenes, para productores que están empezando o hijos de productores que quieren continuar pero que no tienen a veces el incentivo inicial necesario.
Y ahí los negocios que se pueden generar, los proyectos de negocio que se pueden generar vinculado a una compra pública pueden ser como el puntapié inicial para que después se ponga a andar un proyecto de producción que pueda andar en diferentes rubros.
Y lo mismo para las inversiones que hay que hacer en el sentido de cómo pasar por ejemplo de hacer manejo convencional de plagas y enfermedades, a un manejo ergológico, un manejo convencional de suelo, hacer un manejo ergológico de suelo, todo eso requiere una serie de algunas inversiones en los predios que bueno, que hay que ver la manera de hacerla.
Este proyecto Senda que se diseñó, preveía algo de eso, pero claro que eran todos con fondo de financiamiento internacional, creo que era el Banco Mundial, porque el plan en sí no tenía presupuesto.
Realmente ahí se necesitan otros instrumentos, no es lo mismo la agroecología cuando hablamos de productores familiares que están en una dinámica de producción para el mercado, que cuando estamos hablando de huertas comunitarias, estamos hablando de emprendimiento de ese tipo, que requieren otro tipo de apoyo que tienen que ver más con fortalecerlo como nodos, digamos que tienen un componente educativo muy importante vinculado a la educación ambiental, que ahí cumple una función muy importante para las ciudades sobre todo, pero que no necesariamente tiene una traducción a nivel de la comercialización de los productos o de los servicios vinculados a la agricultura, que puede ser una posibilidad en algunos casos, pero no es lo que predomina en general, está en proceso eso todavía.

R.P.- ¿Hay que reconfigurar el sistema de certificación?

C.B.- Hay categorías.
En Uruguay hace ya bastantes años, la certificación que existía sobre todo para frutas y hortalizas y algunos otros productos de origen animal, era más que nada de granja, era a través de la Red de Agroecología que realizaba un mecanismo de certificación que era la ratificación participativa, que había representantes de los productores, de los técnicos, de los consumidores, que fijaban los criterios y después había un proceso de certificación para garantizar que esos productos que se vendían con el sello de la Red Agroecología, eran productos agroecológicos, pero era un proceso participativo, no era una empresa, no era una certificación de terceros, como se llama, que realizaba la certificación y era un modelo que no funciona en todos lados y que en Uruguay funcionaba desde la red de agroecología.
También hay otros productos que están más vinculados a la exportación, que tienen certificación orgánica a través de empresas, como pasa con la carne, y ahí el que tiene la potestad de otorgar esas potestades, esas capacidades de certificar, es el Ministerio de Ganadería, cuando son productos agropecuarios, los productos de base primaria.
Lo que pasó en el período anterior fue que se revocó ese proceso de certificación oficial que hacía la Red de Agroecología, que estaba basada en un decreto. Entonces ahora se está intentando volver a recuperar esa posibilidad de certificar mediante garantías, que es el que desarrolla la red de agroecología, porque el tema es que cuando hablamos de certificación, tenemos que ver quién certifica qué, y ahí hay varias escuelas, hay quienes sostienen que la certificación es importante porque es lo que permite que el consumidor tenga la garantía de que lo que va a consumir está producido de determinada manera.
En el caso de la agroecología se hace énfasis en no certificar productos sino procesos, o sea, lo que importa es cómo se desarrolla la actividad, esa es la visión que hay en esta forma de certificar, entonces hay que certificar cómo se realiza el manejo del predio, cómo se realiza también el trabajo dentro del predio, también se valora que sea un productor familiar, además se incorporan cuestiones sociales, además de las cuestiones más ambientales o más biofísicas que tienen que ver con la producción y también considerando otras cosas que no sean solamente el producto, no importa solo que el tomate, por ejemplo, no tenga residuos de, por ejemplo, plaguicida, sino también cómo se realizó esa producción del tomate, de qué manera se realizó el manejo del suelo, de qué manera era el tipo de trabajo en el marco del cual se realiza esa producción, etcétera.
Y esa es la concepción más amplia y la que yo más comparto, digamos, de lo que podría ser un proceso participativo de certificación, pero después de una certificación que es más instrumental y que tiene que ver con que se cumplan determinadas normas y que el producto no tenga residuos, solamente eso, y eso va a un mercado y se vende, o sea, entre esos dos extremos hay una gama de grises –también- después posibles y hay que buscar un mecanismo que sea adaptado a nuestras condiciones.
Yo creo que la certificación funciona si tiene integralidad y si tiene participación, o sea, si es una cosa unilateral y si es una cosa definida desde parámetros exclusivamente técnicos.
A la larga tiende a ser nada más que un instrumento del mercado para diferenciar producción, pero realmente no es un instrumento transformador y creo que hay que ver la certificación como un instrumento también para ir ayudando al consumidor a tomar decisiones adecuadas, porque si no, no tiene sentido solamente para generar mercados segmentados no tiene mucho sentido.

R.P.- ¿Han podido intercambiar con otras experiencias que se desarrollen en la región, en el continente?

C.B.- Lo intentamos sobre todo a través de los cursos de educación popular que se hacen, que son como una forma también dentro de los cursos de educación popular que hace la institución siempre, todos los años se ha incorporado un componente que es pedagogía de la tierra, que tiene que ver con esto, vincular la educación popular con la agroecología.
Y bueno, a partir de ahí se han generado vínculos, porque esos cursos los hace gente de diferentes países, entonces se han generado vínculos, algunos había sin tierra, hay varias redes de huertas comunitarias en Argentina también.
Después algunos vínculos con Venezuela, como es con Colombia y con otros países de América, sobre todo a través de los cursos, que es lo que nosotros, por lo menos por la capacidad que hemos tenido de poder sostener esos vínculos, hemos logrado hacer algunas articulaciones.
Y después están estos espacios que siempre, que anualmente se llevan adelante, como son los encuentros de la Red de Semillas Criollas y nativas, y los encuentros e intercambios que se hacen entre las huertas.

(*) Ricardo Pose es periodista, integrante de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU). Colabora con distintos medios de prensa de Uruguay, columnista en Radio Gráfica de Argentina, corresponsal de Mate Amargo en Venezuela, Coordinador de la sección web en teleSUR y autor del blog “El tábano”

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