Por Alfredo Rada (*)
Dibujo Adán Iglesias Toledo (**)
Cuando, el 20 de enero de 2025, Donald Trump asumió su segundo mandato en la presidencia de Estados Unidos, sus planes supremacistas a nivel mundial eran muy ambiciosos. Afirmaba que su país debía retirarse de Ucrania, poniendo fin a una guerra inútil resultado de las decisiones tomadas por su predecesor Joe Biden. En tono presuntuoso aseguraba que “en 24 horas” podría resolver el conflicto, ni bien tomara contacto con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, a quien estaba seguro lograría persuadir de alejarse de China y comenzar a hacer negocios con Estados Unidos.
No ha conseguido nada de eso. Las tropas rusas siguen avanzando en todos los frentes de batalla de Ucrania, amenazando ahora con tomar el estratégico puerto de Odessa en el Mar Negro. Y en cuanto a la potencia asiática que es su mayor competidor por la hegemonía global, hace poco, en la conmemoración del 80 aniversario de la derrota de Japón en la segunda guerra mundial, durante un impactante desfile militar en la Plaza Tiananmen de Beijing, emergió un poderoso bloque euroasiático entre China, Rusia, Bielorrusia y Corea del Norte.
En Medio Oriente, Trump apostó sin dubitaciones por el triunfo aplastante de Israel en Gaza -que soñaba con convertir en un emporio turístico- y con la derrota a largo plazo de Irán y de todos sus aliados. El genocidio contra los gazatíes no parece tener fin, lo que sólo está debilitando las históricas alianzas europeas de la Casa Blanca, y también sus pragmáticos tratos con las monarquías del Golfo Pérsico, a una de las cuales (Qatar) acaba de atacar Israel. Se mantiene Irán que, aunque fue bombardeada, demostró que también es capaz de lanzar misiles y que estallen en las ciudades israelíes.

En febrero de 2025, delegó el presidente de Estados Unidos el tema caribeño a Marco Rubio, su Secretario de Estado, a Pete Hegseth, su Secretario de Defensa (que ha comenzado a llamarse “Secretario de Guerra”) y a Mauricio Claver-Carone, su “Enviado Especial del Departamento de Estado para América Latina”. Al momento de asignarles sus prioridades continentales, Trump escribió en sus redes: “En los últimos cuatro años, el caos y la anarquía han invadido nuestras fronteras. Es hora de restablecer el orden en nuestro propio hemisferio”.
Luego de varios meses de estar esperando en vano la resolución del tema ucraniano y la conclusión del tema de Medio Oriente, Rubio (representante del exilio anticomunista cubano y venezolano de Florida) logró autorización de la Casa Blanca para movilizar un contingente militar naval -consistente en ocho buques, un portaaviones mediano de ataque, 4.500 marines y un submarino nuclear- hacia el Mar Caribe, pretextando la lucha contra cárteles de narcotraficantes, a los que previamente se designó como “amenazas para la seguridad nacional de Estados Unidos”.
Esta estrategia intervencionista tiene un aspecto débil: Venezuela no es mencionada en los informes de organismos especializados de Naciones Unidas, como lugar de origen de las drogas sintéticas que llegan a Estados Unidos; tampoco los servicios de inteligencia de Washington tenían informes del denominado “Cártel de los Soles”, supuestamente dirigido por la jerarquía chavista, según la versión de Rubio.
Por esta razón, los más importantes países vecinos de Venezuela -Brasil y Colombia- a través de sus presidentes Lula da Silva y Gustavo Petro, han rechazado los argumentos de seguridad esgrimidos por Marco Rubio, calificando la acción militar de Estados Unidos como una inaceptable amenaza, no sólo a Caracas, sino a toda la región. Se ha sumado el gobierno de México, que rechaza todo tipo de intervencionismo militar que vulnere la soberanía de cualquier país de América Latina. También Cuba, Bolivia, Nicaragua, Honduras y Uruguay rechazan este despliegue.
Insisten Rubio, Hegseth y Claver-Carone en sus planea agresivos. Es cierto que cuentan con el respaldo -importante pero no suficiente- de los gobiernos de Guyana y Jamaica, pero no logran hasta ahora alinear a su estrategia a más gobiernos latinoamericanos. Su hoja de ruta contempla elevar el nivel de provocaciones a Venezuela a través de la detención de buques pesqueros, el envío de cinco aviones F-35 a Puerto Rico y el incremento de la vigilancia aérea.
El presidente venezolano Nicolás Maduro, que ordenó el despliegue defensivo de las milicias y del ejército bolivariano, acaba de afirmar: “No es una tensión, es una agresión en toda la línea. Es una agresión judicial, cuando nos criminalizan; es una agresión política, con sus declaraciones amenazantes diarias; es una agresión diplomática; y es una agresión en camino de carácter militar”.
(*) Alfredo Rada, economista, asesor sindical, investigador, comunicador y docente boliviano con estudios en sociología. Fue viceministro y ministro. Es autor de varios libros y publicaciones.
(**) Adán Iglesias Toledo, Profesor, Dibujante Gráfico Cubano, director del Medio humorístico DEDETE del Periódico Juventud Rebelde, miembro de la UNEAC. Colabora con varios medios de prensa en su país y en el extranjero